Jose Artiga – Spanish

NACERES JOSE ARTIGA ESCOBAR

 

Jose Artiga_01

 

“Si usted tiene un área que ha sido destruida, enfóquese en una pequeña esquina para apoyar una flor y riéguela con cuidado y amor. Apoye los sueños de la gente, inclusive cuando puedan verse imposibles de lograr; quédese con la gente por el largo plazo. Enfóquese en la esperanza y finalmente podrá ver los frutos de su trabajo.
{C.H. Definición de Dodd de una parábola: “En su forma más simple una parábola es una metáfora o símil extraído de la naturaleza o de la vida común, llamando la atención del oyente por su viveza o extrañeza, y dejando la mente con suficientes dudas sobre su aplicación precisa para embromar en pensamiento activo.”}

Nota del editor: Son las 6 am para José; somos muy conscientes de que él da el 120% de cada día a su trabajo y estamos tratando de ser respetuosos del tiempo que nos ha dado para la entrevista. Mis notas y preguntas están en frente de mí. Estamos en una buena racha con la conversación que fluye y los temas se mueven rápidamente. De repente, Jose bastante casualmente y, naturalmente, suelta una de sus parábolas semejantes a las de Cristo en la mezcla, y la conversación se detiene abruptamente. Su uso de estas preciosas ilustraciones es extremadamente eficaz. Nos obligan a frenar el ritmo y reflexionar sobre un punto que está haciendo.

Mientras que la mayoría de la gente celebra su cumpleaños, José celebra “el día de mi muerte”, que es ese día que los escuadrones de la muerte llegaron a su casa de campo en busca de él cuando tenía 23 años. José encontró que ese día lo liberó de su pasado y lo lanzó a una nueva vida. Ha sido una bendición para el pueblo salvadoreño desde entonces ha trabajado en solidaridad con ellos en varias funciones, entre ellas la actual como Director Ejecutivo de la Fundación SHARE. Ver su impresionante sitio web para leer el alcance de sus proyectos.
http://www.share-elsalvador.org
Como José reflexiona sobre los detalles sorprendentes de su vida temprana, mi boca es ágape muchas veces. En cada segmento encuentra un hilo positivo vinculándolo a su vida actual, plenamente conscientes y agradecidos de que si no se hubieran producido esos acontecimientos, no sería quien es hoy.

José es un visionario. A través de su largo alcance José invita a los participantes de SHARE a “sentirse incómodos” en los esfuerzos pioneros para buscar justicia y proteger los derechos humanos de los grupos organizados que están luchando o siendo explotados. Se da cuenta de que sólo una fracción de sus ideas llegarán a buen término. Él reconoce que muchas de sus ideas son controversiales. El invita a otros a visualizar y soñar con él y plantar semillas que darán flores de plantas con raíces profundas.

Uno de los diversos proyectos de SHARE implica la sostenibilidad y la biodiversidad de sus tierras; en una escala mucho más pequeña es como yo crecí viviendo en una finca orgánica pequeña, pero productiva en San Martín, como a diez millas de San Salvador. Nuestra familia de ocho cultivo algunas verduras y café y crio ganado.

El estiércol de vaca fertilizo la tierra para cultivar los vegetales. Cultivábamos casi todo lo que necesitábamos para sostenernos. Había fruta ilimitada disponible en la finca. Al vender el café, la leche y el maíz, mi mama y papa eran capaces de pagar cosas que necesitábamos para comprar, tales como zapatos, y pagar por los costos educativos. Cuidábamos y ahorrábamos lo que podíamos.
Mi padre, Alejandro Antonio Artiga, era un agricultor bastante exitoso en la compra de pequeñas parcelas de tierra para acumular lo que se convirtió en cerca de cuarenta hectáreas que rodean nuestra casa y otros doscientos acres en San Juan del Gozo, Usulután, a unas tres o cuatro horas de distancia de la casa, donde trasladamos al ganado dos veces al año. Nuestra familia era de ingresos medios. Todos los miembros de nuestra familia trabajábamos en la finca, y también contratamos trabajadores, como los cortadores de café durante la cosecha cuando les necesitábamos.

Mi padre estaba decidido a trabajar duro y ahorrar dinero para mantener a su familia. La gente dice que trabajaba de sol a sol y hacia más que tres hombres. Su ética de trabajo, probablemente fue el resultado de haber crecido tan desesperadamente. Su familia era tan pobre que sus propios padres analfabetos no podían apoyarlo, y lo enviaron a ayudar al sacerdote local cuando tenía siete u ocho años de edad.
Mi mama y papa eran de Suchitoto. Mi padre tenía 39 años y mi madre 33 cuando yo nací el sábado, 25 de mayo de 1957. Para el dia que fue a registrarme, ya era dos días tarde, por lo que mi fecha de nacimiento oficial de registro es el 27 de mayo. Yo soy el cuarto de seis hijos, el último varón, apodado “Hijo del Sol” o “Zeus” por ser rubio, y era considerado el “bebé de la casa” durante muchos años.

Siendo un niño crecido en la finca, creo que me rompí todos los huesos de mi cuerpo. Nuestros padres estaban demasiado ocupados para supervisarnos, así que cuando nos caíamos de los árboles o cuando cuatro de nosotros íbamos en un caballo y lo corríamos, era normal que uno o dos de nosotros se cayera. Cuando tenía ocho años, el curandero de huesos, Don Pantaleón, llegó a la casa para reparar una de mis quebraduras. Era muy doloroso, y mi papá estaba en la habitación de al lado mirando desde el espejo mientras se afeitaba. Cuando vio mi cara de dolor, se desmayó y se golpeó la cabeza. Se le aconsejo que descansara para que se recuperara, pero descansar era imposible en la finca. Seis meses más tarde murió de complicaciones de esa caída. En ese momento yo no estaba al tanto de la correlación con el evento anterior.

En El Salvador la tradición católica era guardar luto por una muerte durante nueve años y eso fue lo que nuestra familia hizo después de que mi padre murió. Puedo recordar el alambre de tender ropa lleno con nada más que las prendas negras.
Después de que murió mi padre, teníamos que sobrevivir. El ciclo de la finca tenía un ritmo natural que necesita atención. Me uní a mi madre y a mi tío para estar a cargo de la finca. Eso significaba la preparación del suelo, siembra de los cultivos, ordeñar las vacas, y la contratación de los trabajadores. Yo tenía ocho años. Mi madre pidió consejo a los vecinos  sobre cosas como la poda de los árboles de café. Por necesidad aprendí la responsabilidad de administración y resolución de conflictos a una edad muy joven. Ese conjunto de habilidades me ha servido en mi vida adulta.

Como resultado de la pérdida de mi padre cuando yo era muy joven, crecí en un hogar lleno predominantemente de mujeres. Mi madre, Lucrecia Antonia Escobar, estaba en el centro; mis hermanas Blanqui, Hilda, y Margarita, y otras mujeres vivían con nosotros. Yo admiraba profundamente y fui muy influenciado por mi madre. Siento que he recibido mucho de su personalidad. Ella era de habla suave, una persona muy gentil y apacible. La gente reconoció su capacidad para negociar y manejar los conflictos y, a menudo llegaron a la casa pidiendo su consejo. Ella nunca tomó partido, pero ofrecía una solución. Ella también era muy generosa. Mi mamá tenía un jarro de barro donde guardaba sus ahorros. Cada vez que una persona con necesitad llegaba a la casa, mi mamá le decía que abrieran las manos y ella vació todo el contenido del jarro en las manos de la persona. Ella creía que si una situación era mala, siempre podría ser peor. Mi mama asistió a la escuela solo hasta tercer grado pero le daba mucho valor a la educación  de sus propios hijos. Ella era admirada no sólo por su espíritu generoso, sino por su clarividencia, como predecir muerte de un familiar. (Murió a los 65 años el 5 de mayo de 1990, de un cáncer de mama extendido a su cerebro.)

Asistí a la escuela primaria local, Escuela Jorge Larde en San Martin de 1964 hasta 1970. Como una escuela rural no era muy completa. Yo era muy brillante; Sin embargo, si hubiera sido conocido en aquellos días, probablemente habría sido diagnosticado como de aprendizaje diferente. Terminé repitiendo el tercer grado. Descubrí que ciertos estilos de aprendizaje, tales como tomar notas y grupos de estudio, me beneficiaban enormemente, especialmente para proyectos de grupo. De 1971-1973, durante mi séptimo a noveno grados, me gradué con honores como el mejor de mi clase. Yo no era un joven atlético, pero metí un gol en el único partido de fútbol que jugué. Tuve un montón de juegos informales e íbamos a todos los partidos del domingo en el campo cerca de mi casa.

Desde 1974 a 1976 fui al bachillerato en San Salvador. Inicialmente yo había querido ir a la escuela agrícola, pero no se materializó. En vez asistí al Instituto Tecnico Ricaldone de los salesianos. Mi mamá me inscribió en el técnico en electricidad y me dijo es tan bueno como agricultura. Cada día salí de la casa a las 5 am para estar a tiempo de la misa a las 7, tomar mis clases académicas en la mañana y talleres técnicos de electricidad por la tarde, Salí de la escuela a las 5 pm, y de regresó a casa a las 7 pm.
Mientras iba de ida y vuelta en este horario diario en autobús, empecé a notar los cadáveres de jóvenes que probablemente eran estudiantes y líderes sindicales de otras áreas dejados en el patio de la alcaldía. Yo no reaccione a esto; Yo estaba en los rieles en camino a ser un ingeniero en la universidad.
Otra situación que observé durante la década de los 70 cuando tenía 15 años comenzó con la tensión entre nuestro sacerdote, el padre Rutilio, y el alcalde, Lino Guzmán. Había una gran pila pública de agua, en la plaza central, que muchos ciudadanos dependían para su agua. El alcalde destruyó la pila pública. La gente estaba encachimbada y protestaron por esta acción. La guardia rodeó toda la plaza y luego comenzó a golpear a la gente y capturarla y llevarles a la cárcel. Era la primera vez que vi a cientos de guardias nacionales listos para disparar a la gente.

Cada vez más, nos dimos cuenta que los militares veían a nuestro grupo de jóvenes de la iglesia como una amenaza subversiva, aunque nuestro grupo se reunía sólo con el propósito de hacer proyectos de servicio a la comunidad, tales como la limpieza de las calles y la distribución para las personas necesitadas. El ejército consideraba a cualquier grupo organizado como una amenaza potencial para convertirse en guerrilleros.
Mi sueños de ir a la universidad eran para convertirme en un ingeniero agrónomo. Yo ya tenía el conocimiento práctico de la agricultura. Simplemente quería obtener el título y aprender a mejorar la productividad de la finca. En el momento en que estaba listo para ir a la universidad en 1977, los militares habían cerrado la Universidad Nacional. Con la ayuda de cuotas diferenciadas pude entrar a la UCA (Universidad Centroamericana), una universidad privada dirigida por los jesuitas que todavía se mantenía abierta. La UCA no ofrecía  el mismo programa de estudios, por lo que decidí por Ingeniería Agrícola con Especialidad en Economía. Para ser admitido a la facultad de ingeniería los estudiantes debíamos pasar un curso de preparación que duraba tres meses y lograr una buena nota. Un viernes, el auditorio estaba lleno de estudiantes y no había lugar para sentarse. El Padre Jon Cortina, jefe de ese departamento, anunció que el lunes habría un examen que podíamos tomar solo una vez. Si pasábamos el examen, podíamos permanecer en ingeniería. Si no pasábamos nos teníamos que ir a las carreras de Ciencias Empresariales y Sociales. Yo pase. El plan de estudios era muy exigente, pero sobresalí siempre con la ayuda de un grupo de estudio. Había muchos asientos para el resto del semestre

La fuerza de los militares era cada vez más dramática, veíamos asesinar a personas. Pero uno se iba volviendo inmune.

Se estaban formando varios Grupos de militares, como la Policía de Hacienda cuyo uniforme fue diseñado para replicar el uniforme de los nazis, y la Guardia Nacional. Ellos fueron entrenados para intimidar. Crecí en la finca con pequeñas armas de caza, pero se volvió contra la ley llevar cualquier tipo de arma. El grupo paramilitar, ORDEN, invitó a los jóvenes a unirse, y si no te unías te marcaban.  Los miembros de ese grupo pasaban los fines de semana y por las noches en busca de cualquier subversivo potencial. ORDEN más tarde se asoció con los escuadrones de la muerte la mayoría de los cuales tenían vínculos directos con los militares y el Alto Mando Militar.

Nuestra familia siempre tuvo  una buena relación con el párroco de nuestra parroquia. Él y los hermanos Alas, sacerdotes en Suchitoto, tuvieron  ideas progresistas. Trabajaron juntos en organizar un comedor comunitario que permitió a los que trabajaban recibir comida gratis. Para algunos, esto fue visto como un proyecto comunista. Los mismos sacerdotes apoyaron la movilización de miles de personas para protestar por la construcción de la Presa El Cerrón Grande en Suchitoto que en última instancia desplazo a miles de campesinos. El ejército intervino mediante la captura de las personas, cometieron actos violentos de agresión en contra de ellos, y les  reprimieron.
En 1978 ORDEN llevó a cabo una masacre contra los campesinos en San Pedro Perulapán a dos millas de distancia de nuestra casa. Unos 200 sobrevivientes llegaron a nuestra casa en busca de refugio y comida en nuestra galera, establo y casa. Mi madre estuvo de acuerdo en recibirles y cubrir sus necesidades. Permanecieron durante un par de semanas. Recuerdo Fidelina tratando de callar  a una mujer dando a luz, que era imposible, por supuesto. El sacerdote estaba yendo y viniendo desde nuestra casa.. El ejército estaba al tanto de lo que estaba sucediendo y nos percibió como alineados con la izquierda. Marcaron nuestra casa.
Mi novia de la universidad, Ivonne Chávez, y yo tuvimos una diferencia de opinión acerca de esa situación. Ella sintió que las personas inocentes fueron atacadas por los militares sin provocación. Mi punto de vista era que la guerrilla no debía involucrar a las personas pobres en su lucha y luego dejarlas sin protección. Yo estaba culpando a las víctimas pero más tarde entendí que el punto de vista de mi novia era el correcto.

Ivonne y yo hicimos muchas cosas juntos, incluyendo llevar paquetes de ropa y comida a su primo que era el  líder nacional del Bloque Popular Revolucionario (BPR). Yo no sabía en ese momento que el ejército nos tenía vigilados para llegar a la líder nacional del BPR.
La grave situación en el país aumento con el asesinato de Monseñor Romero, el 24 de marzo de 1980. Hasta ese momento mi sistema de defensa me dijo que aguantara y siguiera estudiando y mantenerme en el camino para convertirme en un ingeniero. Todo eso cambió cuando la cabeza amada de la Iglesia Católica fue asesinado a sangre fría en el altar de su iglesia. La universidad estaba cerrada. Más personas fueron desaparecidas.

Jose Artiga

Tres meses después, el viernes 27 junio, 1980 a las 10 pm el escuadrón de la muerte vino a mi ciudad con los nombres de cinco estudiantes. Cuatro de ellos estudiaban en la Universidad Nacional, y yo estudiaba en la UCA. Éramos el orgullo de la ciudad! Cada uno de nosotros éramos los primeros en nuestra familia en asistir a la universidad. Nuestros planes eran para servir a nuestra comunidad al convertirnos en el maestro, médico, ingeniero, ingeniero agrónomo, y abogado. La Universidad Nacional fue una vez más cerrada, y los estudiantes estaban en casa. Los miembros del escuadrón de la muerte asumieron erróneamente que los cinco de nosotros estaríamos  a casa sin clases. La UCA aún estaba abierta, y yo, tenía programado un examen para ese sábado en la mañana, había pasado la noche en la ciudad en la casa de Ivonne para estudiar y con el fin de estar más cerca de la universidad para el examen del día siguiente. A menudo habían retenes militares que detenían el tráfico y hacían el tiempo impredecible cosa que no necesitaba para el día de mi examen. Ese examen me salvó la vida!

Lo primero que el escuadrón de la muerte hizo fue explotar una bomba fuera de nuestra casa para ahuyentar a los perros y otros animales. Luego ametrallaron las puertas para entrar en cada habitación. Interrogaron a cada miembro de mi familia para obtener información sobre mí. Cuando vieron que yo no estaba en ninguna parte, se llevaron a mi hermana menor, Margarita, a pocas cuadras de distancia y le presionaron para obtener detalles sobre mi paradero, pero no obtuvieron ninguna información. Cuando se fueron, mi familia, literalmente, se escaparon con la ropa que llevaban puesta y fueron a esconderse en los arbustos y más tarde a San Salvador dejando atrás generaciones de una forma de vida para toda la familia. Los cuerpos acribillados y macheteados de mis cuatro amigos fueron posteriormente encontrados sin poderles reconocer.
Mi mama envió a mi hermana menor Hilda quien me encontró a la mañana siguiente cuando estaba saliendo de la casa de mi novia, me informó de lo sucedido la noche anterior, y me dio las instrucciones de salir del país inmediatamente. Tenía un mensaje de mi mama que decía  “Si me amas, salí hoy mismo.”
A las 5 pm estaba en Guatemala. Ivonne y su hermano Sergio, me llevaron al otro lado de la frontera, donde me quedé con una familia que conocían. Yo trabaje en su negocio haciendo chocobananos por un corto tiempo. A las 3 a.m. yo estaba corriendo, llevando grandes sacos de guineos y tomando café con mis nuevos amigos guatemaltecos. Tenía poco dinero, y una semana después mi familia llego con mi ropa y algo de dinero.
La vida tal como la conocíamos terminó ese 27 de junio de 1980 a las 10 PM. Mi familia abandonó la finca. Dejé el país. No había otra opción; era de vida o muerte para todos nosotros. Cuando tratamos de evaluar la situación después de varios meses, pensé que era un error que yo fuera  un objetivo del escuadrón de la muerte del gobierno. Sin embargo, descubrimos por medio de un amigo que había sido  muy intencional. Nos dijeron que estas cosas no suceden al azar. Había un archivo de dos pulgadas sobre mí con notas y fotos. Las únicas dos teorías que pudimos armar fue que o bien estaba buscándome por participar con mi novia en la entrega de los paquetes a su primo en el movimiento popular, o por  la relación de nuestra familia con nuestro sacerdote progresista. El líder del escuadrón de la muerte que vino a nuestra casa en San Martín era Walter, un ex compañero de escuela mío. Nadie en esos grupos se le dice de antemano cual es el objetivo hasta que llegan a su destino.
Elegí ver el 27 de junio de 1980 como el día de mi muerte. También elegí verlo como mi día de liberación. En este punto de mi carrera universitaria, yo estaba a dos semestres de ser un ingeniero. Ahora ya no tenía que estar atrapado en esa carrera. Podía volver a definir lo que quería ser.. Todos los días de mi vida se convirtieron en un bono. Yo tenía una nueva vida por delante. Yo digo: “Hoy es un buen día. . . ”
Aunque mi madre siempre me apoyó, mi familia no compartía mi misma actitud optimista. Ellos estaban muy preocupados y me culparon por haber perdido nuestra casa y sustento. Sentían que les había puesto en peligro. Poco a poco empezaron a comparar nuestra situación con la de otras personas que conocían y se dieron cuenta de que si el arzobispo puede ser asesinado, cualquiera puede. Tomo muchos años antes de que mi familia levantara la culpa y vieron que esto era una guerra real con miles de personas inocentes que mueren. Los medios de comunicación estaban culpando a los comunistas, y sabía que yo no era comunista.

Seis años después, en 1986, regrese a El Salvador con una delegación para el aniversario de Romero y tuve una breve visita con mi familia acompañados por el obispo luterano Walter Grumm y Tom Ambrogi, líder de la Arquidiócesis de San Francisco.

Mi mama me  abrió sus brazos, y mi familia y yo nos reconciliamos.

Lutheran Bishop Medardo Gomez talking with Jose in 1987.

Lutheran Bishop Medardo Gomez talking with Jose in 1987.

 

Mi mama tuvo que vender la finca a un precio muy reducido. El nuevo vecindario conserva el apellido y se llama Colonia Las Artigas. Mi mama dono la casa y la cocina con tabanco y las galeras a un grupo de hermanas españolas que lo convirtieron en el Colegio Eucarístico, una escuela primaria. También añadieron una escuela secundaria en el naranjal. Muchos años después de la guerra, Eileen y yo llevamos a nuestros tres hijos a visitar nuestra casa de la infancia, que las hermanas con mucho gusto nos mostraron. Contando la historia del día que llego el escuadrón de la muerte, puse mi dedo en el agujero que dejó la bala en la puerta como

 Jose ArtigaJose, Eileen and their boys

si fuera una herida abierta. Esa imagen y el árbol de mango gigante en frente de la casa son dos imágenes distintas que vamos a recordar de esa visita.
A principios de 1980 la persecución en Guatemala era incluso peor que en El Salvador y rápidamente me traslade a México. Sus universidades eran excelentes, pero el financiamiento era imposible de arreglar. Trabajé un poco mientras aplicaba a las universidades fuera del país. La Universidad de Texas en Austin me aceptó y milagrosamente obtuve un visado de estudiante de la Embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México.  El miércoles 20 de agosto a media noche tome el tren más lento y más barato a Nuevo Laredo, TX. Mientras tanto, mi novia de la universidad fue el blanco de los escuadrones de la muerte y se fue a Europa. Sugirió que rompiéramos todo contacto por nuestra seguridad. La vi de nuevo en El Salvador en marzo del 2005 para  el 25 aniversario de monseñor Romero
Como hablante de español iniciando en la universidad de Texas, empecé mis clases desde el principio, lo que no entendía  era que yo podría haber tomado un curso de Inglés y probablemente terminar mis últimos semestres de ingeniería y me hubiera graduado en tiempo. Sin embargo, la situación de El Salvador empeoró dramáticamente, y me sentí obligado a hacerle frente. Por lo tanto, puse mi carrera académica en espera hasta que años más tarde, cuando obtuve mi licenciatura de la Universidad Católica de Washington, DC a los 33 años y mi maestría en economía de la Universidad Estatal de San Francisco cuando tenía 40.

 

Jose Artiga

Los asesinatos y masacres se estaban dando a montones en El Salvador. El secuestro, violación y asesinato de las 4 religiosas de Estados Unidos atrajo mucha la atención internacional el 2 de diciembre de 1980. El asesinato de los jesuitas en el campus de la UCA cerca del final de la guerra en noviembre de 1989, y todas las masacres como la del Río Sumpul el 14 de mayo de 1980, El Mozote (11 de diciembre de 1981)  fueron radicalizando a las familias y las comunidades. A medida que la presión se hizo grande, la gente necesitaba tomar opciones colectivamente para sobrevivir.  Usted pasa de un nivel a otro. Las personas necesitan organizarse para defenderse.
El vivir en una finca de clase media en El Salvador facilitaba entrar en contacto con miembros de las familias pobres que vivían en nuestra casa de vez en cuando, que me dio un poco de conocimiento limitado de los pobres, pero mi verdadera transformación respecto a los pobres ocurrido en Austin, donde vivía y trabajaba en Casa Latina. Era voluntario, de 11: 30 a 1 pm cada, para poner una mesa con copias de artículos y literatura sobre la situación en El Salvador en el campus de la Universidad de Texas en Austin. Estudiantes ricos de El Salvador venían a mi mesa y me desafiaban alegando que no había violaciones de los derechos humanos por parte de las Fuerzas Armadas salvadoreñas o gobierno. Al leer los artículos sobre El Salvador empecé a recordar los cuerpos que había visto en el patio de la alcaldía de mi pueblo. Tuve la oportunidad de ver los cuerpos a través de los ojos de personas en los EE.UU. a través de volver a contar las historias a otros que yo había presenciado cosas y se ponían más claras para mí de lo que eran que cuando las viví. Es como el hombre corriendo a la iglesia a rezar pero no ve el mendigo en la acera. A veces se necesita un shock para seguir adelante. Es como una persona que pierde una pierna y piensa que ha perdido su vida, pero alguien le recuerda, “No, no, usted solo ha perdido su pierna. Usted todavía tiene la otra pierna; usted todavía tiene el cerebro, los ojos; sus oídos”.

Estudié inglés y practiqué con los estudiantes. Trabajé un trabajo a tiempo completo en la universidad  lavando platos y tuve reuniones hasta las 4 am discutiendo cómo cambiar el mundo con mis amigos de Cuba, Uruguay, México, Paraguay, Chile, Venezuela y los EE.UU.
En el verano de 1981 me uní a un grupo de estudiantes de la Universidad de Texas para recaudar dinero para visitar Cuba con la Brigada Antonio Maceo. Era un mundo totalmente refrescante y diferente que cualquiera de nosotros había experimentado. Cuba era un modelo socialista que nunca había soñado era posible. Visitamos muchas comunidades y descubrimos que un pequeño país puede distribuir sus recursos a todos los miembros de la sociedad. Aprendí que la educación universal y salud universal son posibles. Yo venía de una experiencia en El Salvador, donde sólo el 1% tenía acceso a la universidad.

Aquí en Cuba todo el mundo podía ir a la escuela desde el kindergarten hasta la universidad. Todo el mundo tenía acceso a la salud y la gente no moría de diarrea u otras enfermedades curables. Esa experiencia se grabó en mi mente, y yo quería luchar para que todo el mundo en mi país pudiera tener acceso a la salud y la educación.
Me reactive en volver a aprender acerca de El Salvador desde el naciente movimiento de solidaridad que estaba surgiendo en los sectores seculares y religiosas dentro de los Estados. Manejamos desde Austin a Los Ángeles para participar en una conferencia del 4-5 octubre 1980, donde formamos CISPES, el Comité en Solidaridad con el Pueblo de El Salvador. Los salvadoreños en la conferencia me invitaron a irme a San Francisco y trabajar en solidaridad a tiempo completo. Dije si!

En un corto período de tiempo había hecho muchos amigos en Austin. Mi partida fue una gran fiesta comunitaria en la Casa Latina con ollas de comida, música en vivo y regalos para llevar a California.
El 20 de marzo de 1981, hice exactamente eso, deje Austin para ayudar a organizar el movimiento de solidaridad en San Francisco. Iba ser difícil dedicarme a tiempo completo al trabajo de organización sin conseguir un trabajo para mantenerme a mí mismo. A recomendación de Carlos y otros salvadoreños que habían comenzado a trabajar con la Iglesia, contactamos a un sacerdote progresista, el Padre Cuchulain Moriarty, con una propuesta: le pedi si me proporcionaría alojamiento y comida a cambio de mis servicios como sacristán los sábados y domingos en su parroquia, Most Holy Redeemer. Envió a una amiga y colega suyo a investigarme, Eileen Purcell, una joven organizadora de tiempo completo de Servicios Sociales Católicos de la Arquidiócesis de San Francisco, que había co-fundadó el Grupo de Trabajo de América Latina de la Arquidiócesis y el Comité para Detener las Deportaciones. Nos reunimos en la oficina de la Casa El Salvador Farabundo Martí en el 3557 20th Street, en el corazón de la comunidad latina de clase obrera y nos llevamos bien. Le dio al Padre Moriarty un informe positivo sobre mí y yo pude moverme a mi nuevo hogar en Most Holy Redeemer en el distrito de la Castro donde fui rápidamente “adoptado” por Irene, la vieja cocinera, y Patsy, la secretaria de la parroquia! Recibí comida ilimitada y mi elección de cualquier ropa que fue donada a la iglesia. También tuve acceso a los vehículos donados a la iglesia a cambio de trabajo de fin de semana para el sacerdote. (En 1983, José y Eileen se casan.)
 

Jose Artiga

Eileen in 1989 raises her voice for the martyred at UCA

Como director ejecutivo de Casa El Salvador Farabundo Marti de 1981-1985, abogamos por los derechos de los refugiados salvadoreños. Ayudamos a lanzar el movimiento de santuario que ayudó a los refugiados, denunció las violaciones a los derechos humanos, y pidió un alto a la intervención estadounidense. El movimiento santuario fue muy vibrante y se convirtió en un esfuerzo nacional. El Pastor luterano, Gus Schultz, y Eileen organizaron el primer grupo de congregaciones de santuario quienes declararon santuario público el 24 de marzo de 1982, haciendo su anuncio público, y su  posición corporativa para “defender, proteger y abogar” por los derechos de los refugiados salvadoreños en los Estados Unidos y pidiendo al gobierno de Estados Unidos, para detener las deportaciones y detener la intervención militar que provocan el éxodo de la gente de su tierra. Cinco congregaciones en el área de la Bahía de San Francisco  y una congregación en Tucson, Arizona, tuvieron  conferencias de prensa simultáneas para anunciar su decisión.

Cuatro refugiados contaron dieron su testimonio. Yo fui uno de los primeros refugiados en santuario ese día. Ni las comunidades ni los refugiados sabíamos cómo el gobierno iba a reaccionar o si seríamos arrestados, y en el caso de nosotros los refugiados, deportados. Fue una noticia nacional. Aunque había miles de refugiados, como yo, con historias poderosas que contar, muchos tenían miedo de compartir públicamente por temor a represalias.

Algunos de nosotros sobrepusimos nuestro miedo ofreciendo nuestros testimonios personales con la esperanza de que podríamos cambiar los corazones y las mentes e impactar las políticas estadounidenses. Compartimos nuestras historias y superamos nuestro miedo porque sabíamos que las iglesias se habían comprometido a protegernos. (El riesgo de la deportación y la muerte después de ser deportado a nuestros propios países era muy real.) Las iglesias declaradas santuarios a pesar de que sus abogados les aconsejaron en contra de ello y advirtió que podian perder su estatus 501 © 3. Entre más fuerte el gobierno golpeaba al movimiento de santuario, mas crecía el movimiento.

 

En pocos años, cientos de refugiados contamos nuestras historias a las congregaciones, en las reuniones de las casas, en los foros de las parroquias, y más de 500 congregaciones declararon santuario público en todo el país. Muchas ciudades como San Francisco se declararon una ciudad de santuario que tres décadas más tarde todavía protege a los indocumentados de la policía de inmigración.
La década de 1980 fue rica en solidaridad con El Salvador. Nos beneficiamos de una historia de solidaridad y la organización en apoyo de los trabajadores agrícolas mexicanos, los refugiados políticos de Argentina y Chile. Con la revolución en Nicaragua, la tierra era fértil para nosotros los salvadoreños. Organizamos una red nacional de organizaciones con cientos de capítulos locales, que organizaron a miles de personas trabajando día y noche para denunciar la violación de los derechos humanos y la intervención militar de Estados Unidos. Llevamos a cabo miles de actividades que incluyeron huelgas de hambre, caminatas, conciertos, marchas, vigilias, posadas, visitas a congresistas, desobediencia civil, fiestas, y miles de eventos educativos y reuniones de casas. Se requería un montón de recaudación de fondos. Toda una cosecha de voluntarios vino de las universidades de la zona de Santa Cruz a ofrecer su tiempo como consecuencia de la protesta que estaban oyendo. Imagínese plantar todo lo que desea en su jardín y que produzca diez veces más de lo que espera. Estábamos movilizando gente, ganando pequeñas victorias, y viendo cambios gracias a tanta actividad.

En 1989, cuando los sacerdotes jesuitas, Elba y Celina fueron asesinados, organizamos la desobediencia civil para llamar la atención sobre el horror de la misma. El asesinato de los jesuitas ayudó a forzar el fin de la guerra. Estábamos pidiendo lo imposible; para la intervención de Estados Unidos en El Salvador y para poner fin a la guerra.

Esta solidaridad era extremadamente eficaz. Durante los años ochenta, la política de inmigración del gobierno de Estados Unidos permite casi el 100% de los refugiados de Cuba en el país, pero negó el 99% de los casos de asilo de refugiados de El Salvador y Guatemala. ¿Por qué? Porque las historias de los refugiados contradicen la política exterior de Estados Unidos y la línea del partido que insistió en que no había violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno salvadoreño y su ejército entrenado por los Estados Unidos. Los refugiados salvadoreños contaron una historia muy diferente a la de la administración Reagan. Las personas que visitaron El Salvador llegaron a casa con historias que contradicen fuertemente la posición del gobierno de Estados Unidos.
El movimiento santuario desafío con eficacia la política de Estados Unidos. En el caso legal histórico, La Iglesia Bautista Americana y otros vs. Meese (y más tarde Thornbourg) el movimiento demandó al gobierno de Estados Unidos por violar los derechos legales de los refugiados salvadoreños y guatemaltecos y romper sus propias leyes, así como del derecho internacional. Después de diez años de batallas legales, el gobierno accedió a resolver el caso. Se reabrieron las solicitudes de asilo político de más de medio millón de salvadoreños y guatemaltecos. Con el asilo político seguimos organizando y exigiendo la residencia con un camino a la ciudadanía y en 1996 lo conseguimos.

SHARE se inició en 1981; Eileen y Gus Schultz se unieron al a la Junta Directiva en 1983 y Eileen se convirtió en la Directora Ejecutiva de la Fundación SHARE en 1986. Las oficinas de SHARE se ubicaron en el Seminario Teológico de la Universidad Católica de América en Washington, DC.
En 1986, cuando Eileen se convirtió en la Directora Ejecutiva, ella y yo nos movimos a Washington DC con nuestro único hijo de año y medio, Camilo. Mientras Eileen lideraba SHARE, yo continué mi trabajo sobre los derechos humanos a través de la Oficina Interreligiosa de Acompañamiento, una extensión de la labor de derechos humanos que hicimos en San Francisco, incluyendo una exitosa campaña para liberar a Ricardo Calderón, el ex presidente de la Universidad Nacional de El Salvador.

 

Un año más tarde, en 1987, nuestro segundo hijo, Rutilio nació seguido por Alejandro en 1989. Mientras vivíamos en Silver Spring, Maryland. Eileen y yo fuimos bendecidos por el apoyo de la familia de Eileen que proporcionó un gran apoyo. Criar tres hijos y mantener el compromiso de la lucha por los derechos humanos y la justicia social requería el apoyo de la familia extendida y de la comunidad amada y apreciamos profundamente todo lo todo lo que nos ofrecieron.
Eileen reclutó obispos y líderes religiosos, hombres y mujeres, de diferentes denominaciones para formar la junta asesora de SHARE y estableció fuertes capítulos locales en ciudades de todo el país para formar un equipo fuerte. Ella desarrollo un personal fuerte que incluyó a Teri Chin, Pablo Scire, la hermana Margaret Sullivan, Jean Stokan, Kathleen Kenny, Barbara Schaible, Locke Schultz, Anne Carrabino, Sheril Brennan y Mike Hoffman. SHARE lanzo un programa de parroquias hermanas, uniendo parroquias de los Estados Unidos con parroquias de El Salvador.

Desde 1987-1991 SHARE y la Oficina Interreligiosa de Acompañamiento organizaron la Campaña “Going Home”. Un año antes, en 1986, habíamos visitado el campo de refugiados de  Calle Real, un proyecto de la Arquidiócesis de San Salvador en las afueras de la ciudad. Tomamos testimonio de las masacres por parte del gobierno. Acompañamos a las personas desplazadas de Calle Real para repoblar San José Las Flores. Ellos plantaron la semilla de acompañar a sus familiares los campos de refugiados de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Mesa Grande, Honduras, para regresar a casa. Muchos de los refugiados habían huido de masacres y bombardeos de saturación y tierra arrazada, que era parte de la estrategia militar de Estados Unidos en El Salvador.

La ONU estableció campamentos de refugiados que consisten en filas y filas de tiendas de campaña en un plan polvoriento (Mesa Grande es la planada como mesa), que rápidamente se militarizo bajo la estrecha vigilancia de los militares hondureños. Cualquier movimiento dentro y fuera de los campamentos fue altamente vigilado. Las condiciones, aunque mejor que el campo devastado por la guerra, eran terribles. SHARE había estado apoyando a los refugiados de Mesa Grande desde 1981 mediante la sensibilización acerca de su situación y su resistencia a las amenazas del gobierno de trasladar permanentemente más lejos de El Salvador.

Cuando los refugiados de Mesa Grande conocieron de los esfuerzos de repoblación por parte de sus parientes de Calle Real en San Salvador, ellos también comenzaron a soñar con volver a casa para recuperar sus tierras y exigir la paz. Había nacido el movimiento de repatriación. En 1987 los refugiados en los campamentos de refugiados patrocinados por  las Naciones Unidas en Mesa Grande, Honduras, declararon su intención de regresar a sus hogares de origen y pidieron a la Fundación SHARE y la Oficina Interreligiosa de Acompañamiento acompañarles.

Era una tarea difícil. A la repatriación se oponía no sólo el ACNUR (Alto Comisionado de los Refugiados de la ONU), sino por los gobiernos y los militares salvadoreños, hondureños y estadounidenses. Después de una gran cantidad de consultas con los refugiados y los dirigentes interreligiosa en la región, SHARE bajo el liderazgo de Eileen, el pastor luterano, Gus Schultz, y yo,  organizamos el acompañamiento de 20,000 refugiados de regreso a El Salvador desde el campo de refugiados de Mesa Grande en Honduras. Lo llamamos la Campaña  “Going Home”

Movilizamos un comité honorario de los líderes religiosos de todo el país y del movimiento santuario. Organizamos delegaciones que acompañaron a cada oleada de refugiados que cruzaba la frontera para recuperar sus tierras y sus vidas. Este acompañamiento por los hombres y mujeres laicos y religiosos a través de la frontera y en las comunidades repobladas enfrentando amenazas por parte de los distintos gobiernos y militares y la oposición del ACNUR cambio vidas. Monseñor Urioste describió a la solidaridad como un pulmón adicional – “nos ayuda a respirar.” Durante una de las primeras repatriaciones, una joven del campo de refugiados nos dijo mientras que helicópteros militares sobrevolaban la zona y apuntaban sus ametralladoras a los refugiados y a nuestra delegación, “Tenemos a Dios, tenemos el uno al otro, y les  tenemos a ustedes.” En un cruce de la frontera, un refugiado le pidió al pastor luterano Gus Schultz por una bendición de los autobuses. Él respondió: “Sí, pero sólo después que usted nos bendiga.” Los refugiados se fortalecían de nuestro acompañamiento. Las vidas de los delegados fueron transformadas por su fe y coraje. Se estableció una relación poderosa, se estableció una alianza.

Cuando los delegados regresaron, bombardeamos la prensa, el Congreso y nuestras congregaciones con lo que habíamos aprendido. Compartimos las historias y luchamos por los refugiados y su derecho a repatriar. Movilizamos apoyo político y moral. Desde 1987-1991 cientos de personas de fe participado en la campaña “Going Home”

SHARE lanzó una campaña titulada “Un Millón de Semillas de Esperanza. El objetivo era recaudar un millón de dólares para ayudar a los refugiados a reconstruir desde las cenizas. Nos coordinamos estrechamente con DIACONIA,formada por la Arquidiócesis de San Salvador, la Iglesia Luterana de El Salvador, y la Diócesis Episcopal. Recaudamos más de un millón de dólares para la reconstrucción de los 20.000 refugiados que regresaban de Honduras.
El papel de la campaña “Going Home”  fue un precursor de la función que  la Cruz Roja y las Naciones Unidas juegan ahora en situaciones similares. Hemos establecido un estándar que nadie debería vivir en un campo de refugiados por  más de siete años. Después de ese punto es imposible que la persona vuelva a ser  autosuficiente. Después de siete años, los campamentos producen dependencia. Los salvadoreños muy sabiamente querían volver a casa, pero querían ir en el momento equivocad, durante la guerra, y para los lugares equivocados, sus propias comunidades en guerra. Todos esos detalles necesitaban ser definidos, elaborados, y organizados. Regresar a casa en medio de la guerra era un sueño imposible. El “Mar Rojo” de los ejércitos de Honduras, El Salvador y los EE.UU., tuvo que apartarse. Los agricultores querían ir a casa para ser agricultores. Los niños querían saber lo que es un  río o un árbol de mango.

Man with Mango

Querían hacer su contribución para poner fin a la guerra y usar sus cuerpos para detener las bombas. Después de cuatro repatriaciones llegaron a casa. Tuvieron que reconstruir desde cero. Poco a poco una ciudad entera fue surgiendo con casas, centros comunitarios, escuelas, clínicas, sistemas de agua, calles y todo lo que se necesitaba.

La solidaridad de todo el mundo se estaba vertiendo en los principios de 1990. Enviamos cientos de delegados para acompañar la reconstrucción. Estos delegados se estaban enamorando con cada comunidad y se desarrollaron las relaciones hermanas, relaciones que han durado 20 y 25 años.

Hoy 25 años más tarde cuando visito las comunidades y me reuno con las dirigentes, muchas mujeres como Esperanza, María Chichilco, Violeta Menjívar, y Carmen Elena, compartimos las historias de Going Home. Les contamos las historias a sus hijos e hijas hoy ya crecidos y líderes, eran niños de pecho en aquellos autobuses cuando cruzamos la frontera regresando a su “tierra prometida”. Estábamos en el mismo bus acompañándonos uno al otro. Elena Jaramillo de las Hermanas de San José de Orange acompañó la repoblación de Las Flores y fue invitada a quedarse unos pocos meses. Veintisiete años después ella está todavía allí caminando con el pueblo.
El Salvador tuvo la visión de organizar e incluir a los EE.UU. en términos de un apoyo solidario muy bien coordinado por los agricultores, los estudiantes y los grupos religiosos. Cada grupo se le dieron tareas específicas. Digamos que usted tiene un número de semillas y las tira en muchas direcciones. No todas sobreviven, pero las semillas caen en muchos lugares y algunas encuentran las condiciones que les permitan crecer y dar fruto. En los Estados Unidos las condiciones eran ricas y con poca agua, las semillas se convirtieron en cosas como el movimiento santuario y la “Campaña Going Home,”

Eileen, Gus Schultz, Barbara Schaible, y yo asistimos a la instalación de la Comisión Nacional de Paz en El Salvador en 1992. Participamos en la marcha a la Plaza, donde me detuve para hacer una pausa y llore por las muchas vidas que perdimos. Bailamos y brindamos por el final de la guerra.

Eileen dejó SHARE en el ano 1992 como una organización ponderosa con reconocimiento nacional e internacional. Ese mismo año asumí como director de programas de SHARE. En 1995 me convertí en su nuevo Director Ejecutivo. Después de los Acuerdos de Paz no nos imaginábamos que el partido conservador Arena iba a mantenerse en el poder por otros 20 años, o que las violaciones a los  derechos humanos continuarán y que las políticas de hambre de libre comercio iban a gobernar. Aprendí de la directora de Tutela Legal, y de Madre Guadalupe Mejía de las Madres de los Desaparecidos, dos de mis mentores, la importancia de la verdad, justicia y reparación a las víctimas como elementos necesarios para el desarrollo de la comunidad y el desarrollo humano. Sin la verdad no puede haber justicia? ¿Cómo nos movemos  al perdón? ¿A quién perdonamos si no resolvemos los problemas del pasado?
No vamos a ser capaces de resolver el nivel de violencia que tenemos actualmente. Los actuales 10 a 15 asesinatos por día podrían estar conectados a la impunidad de los años de la guerra. Tenemos que resolver los problemas de nuestro pasado. Tenemos que facilitar un término medio entre los perpetradores y los familiares de las víctimas. Debemos aprender de la reconciliación de Sudáfrica de Nelson Mandela. Es como tener un hermano con el que tienes un conflicto pendiente, pero tienes que ir a la cena de acción de gracias y abrazarnos y pretender que todo está bien; sin embargo, ahí está esa pequeña o gran herida que ambos saben está pendiente en la vida. Resolvámoslo antes de morir, o antes si es posible para no vivir la vida con esa carga.

Maria Julia Hernandez

Maria Julia Hernandez

Hoy en El Salvador la reconciliación está sucediendo, pero muy, muy lentamente. Lo que quiero hacer ahora es reunir testimonios de más personas antes de que se pierdan esas historias. Quiero incorporar los puntos de vista de ambas partes. ¿Cómo se sienten hoy  los innumerables familiares de los desaparecidos? ¿Cómo la madre de un guerrillero o guerrillera que nunca regresó entiende lo que pasó? ¿Cómo se siente la madre que perdió a su hijo por la guerrilla? Muchas familias tuvieron hijos que fueron a lados opuestos. No importaba de qué lado estaban cuando los hijos e hijas no regresaron a casa. El duelo no discrimina. La sanación es importante con el fin de seguir adelante.
Otro tema que estamos abordando es la necesidad de conseguir la ciudadanía para los más de 200.000 salvadoreños en los EE.UU. con Estatus de Protección Temporal (TPS). La gran mayoría de los salvadoreños con TPS han estado en los EE.UU. desde el 2001. Ellos están cumpliendo con todas las leyes, envían a sus hijos a la escuela, y son grandes ciudadanos con todas las responsabilidades pero sin los derechos. Le pedimos al presidente Obama que les de la ciudadanía. Que les permita viajar a El Salvador para ver a sus familias. Su única opción ahora es llamarles vía skype. El olor de los frijoles cocinándose sobre un fuego de leña  a fuego abierto no se transmite por skype. Lo hicimos con el Movimiento Santuario para los refugiados de la guerra en 1996. En el 2012 lanzamos la campaña Residency Now para los centroamericanos con TPS.

Al final de la guerra se terminó el financiamiento para la mayor parte del trabajo por los derechos humanos. Pero la Fundación SHARE sobrevivió y prosperó por la construcción del trabajo durante los años de guerra y las relaciones fuertes, institucionales y personales, en El Salvador y en todo los Estados Unidos. La reconstrucción después de la guerra y el desarrollo comunitario se convirtieron en el enfoque, incluyendo proyectos que proporcionan la seguridad alimentaria, el apoyo al desarrollo de liderazgo de la mujer y de los jóvenes, los derechos de las mujeres, y más. Todo esto era importante, pero como decía Rufina Amaya, la única sobreviviente de la masacre de El Mozote: “Incluso cuando el gobierno cumpla dándonos las necesidades básicas de agua y energía, todavía uno despierta a las 3 am recordando lo que pasó y ver las imágenes de los cuerpos muertos en mi mente una y otra vez.  Y todavía nadie regresa  a decir lo siento.” Viendo a otros países que han sufrido guerras y penurias, soy muy consciente de que a menudo hay un ciclo de 30 a 50 años para que la justicia pueda ser admitida y el cambio tenga lugar. Eso ha sido cierto en Chile, España, Argentina, Uruguay y Paraguay. Al menos el presidente Funes admitió que sí, estas cosas sucedieron. Es un inicio. Justicia y reparación para las víctimas tienen que seguir. Otro sueño imposible es hacer al gobierno de Estados Unidos responsable de patrocinar y dirigir la guerra.
Al mismo  tiempo, hemos acompañado a nuestra gente en la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación. Hay una canción poderosa que me gusta y que dice: “Vamos con Alegría, Cantando Vamos Con Alegría.” Es como la joven que iba en el tren para ser asesinada por los nazis y lanzó un pedazo de papel por la ventana que decía: “Díganles que iban cantando.” Apoyamos a comunidades con esperanza, flores que están cantando con alegría.

Una de las herramientas más poderosas que SHARE ha descubierto para mantener compromisos a largo plazo con los salvadoreños es el envío de delegaciones al país para experimentar su realidad allí. No se puede enviar solo un cheque; eso es bueno, pero no es suficiente. La gente tiene que apagar su I-Pad y tener una conexión humana. Generalmente enviamos varios cientos de delegados al año a experimentar El Salvador. Tratamos de elegir las comunidades que no han recibido visitantes antes.

Es una buena experiencia para la comunidad anfitriona recibir a los visitantes. Es una experiencia reveladora para los visitantes que están siendo educados. Ellos se quedarán conectados a El Salvador, de alguna manera por los próximos 10, 20, y 30 años. Se convierte en un momento crucial de la vida del participante. He dedicado mi vida a organizar delegaciones porque es más fácil para el delegado explicar las cosas en El Salvador, que un salvadoreño trate de explicar. Agradezco a menudo a los delegados por explicarme a mi un tema como  la pobreza, porque él puede hacerlo desde una perspectiva diferente y abrir mis  ojos para verlo de una manera diferente. Es como en la Biblia donde el profeta no es nunca de su propio país, pero aparece en el pozo  explicando las cosas a la gente muy claramente. Hemos enviado más de 10.000 delegados de los EE.UU. a El Salvador en las últimos tres décadas.

Entre nuestros delegados había una familia cuya hija fue asesinada por un asesino en serie. Había matado a diecisiete mujeres jóvenes. La familia se había congelado en el tiempo sin poder hacer nada, hasta que conocieron a las madres de los desaparecidos aquí en El Salvador que se organizaron y se apoyaron mutuamente en busca de los desaparecidos. La familia le pregunto  a las madres salvadoreñas, “¿Cómo pueden hacer lo que hacen? ¿Cómo pueden tener tanta esperanza? “Las madres respondieron:” Porque no podemos no hacerlo. Si dejamos de buscar, nos deprimimos. Si encontramos a nuestros propios hijos, entonces buscamos los hijos de otras madres; somos una familia, una red.” “Esta familia regresó a los Estados Unidos y encontró al asesino de su hija. Fue encontrado culpable y condenado 17 veces por los asesinatos en serie. Lucharon contra la pena de muerte, y buscaron tratamiento de salud mental para él en su lugar, a sabiendas de que estaba enfermo. Formaron una red nacional para ayudar a otras familias en situaciones similares. En este caso la delegación a El Salvador encontró una nueva forma de seguir adelante en sus vidas. Avanzamos con una persona a la vez, y nunca se sabe quién va a ser, o de qué manera él o ella va ser impactada. Estamos apoyándonos unos a otros. Los delegados ganan mucho por caminar con los pobres organizados.
Muchos jóvenes trabajan con nosotros durante unos años y luego regresan a la escuela a sacar su posgrado o a conseguir un trabajo. Cuando salen de SHARE, continúan trabajando por El Salvador por muchos años. Una de las funciones que jugamos nosotros es ser una universidad para los jóvenes y promover que se mantengan en contacto con El Salvador para el resto de sus vidas.

Ahora estamos empezando a ser pioneros en la solidaridad con la comunidad salvadoreña LGBTI que está en gran peligro físico. Apoyar a este grupo es revolucionario para nosotros y podría incluso perder una buena parte de nuestra base, pero si comparamos los años 1980 y los escuadrones de la muerte hay un equivalente con la persecución de esta comunidad. Nuestro enfoque es solo desde el punto de vista de los derechos humanos. Rubi, una mujer transexual, es a menudo perseguida y condenada porque la comunidad no conoce su historia. El gobierno del Presidente Funes podría haber investigado 149 crímenes de odio y no lo hizo. La legislación tiene que ser aprobada contra los crímenes homofóbicos. Estamos pidiendo respeto a los derechos básicos de la comunidad LGBTI. Condenamos los asesinatos.
Eileen y yo tuvimos la idea de organizar la Fundación Monseñor Romero en 1998 para celebrar su 20 aniversario. La propuesta fue bien recibida en El Salvador. La primer Junta Directiva  incluyó a Monseñor Ricardo Urioste, María Julia Hernández, Rev. Robert McKenzie, Rev. Phil Lawson, Padre Chema Tojeira, Padre Jon Cortina, Eileen Purcell, y yo. El próximo gran evento será la beatificación de Monseñor Romero, el 23 de mayo de 2015 y luego, esperamos, la canonización en 2017 para la celebración de su aniversario número 100. Nos gustaría celebrar y declarar 2017 el Año de la Paz y la Reconciliación. Queremos trabajar con los jóvenes y demandar de los gobiernos de Estados Unidos y El Salvador la reparación para las víctimas.

Otro programa en el que me gustaría invertir mi tiempo es conectando las generaciones de salvadoreños  que crecieron aquí en los EE.UU. con su patria en El Salvador. La comunidad judía ha hecho buen trabajo de conectar a su gente a programas en su tierra natal. Hay que facilitar con fondos para apoyar a los jóvenes de bajos ingresos. Esta sería una generación diferente a la que experimentó la guerra. Esta generación no habla español. Tendríamos que encontrar actividades que sean atractivas para ellos. Esta generación actual en los EE.UU. no sabe mucho de su propio patrimonio o la cultura salvadoreña.

Por ejemplo, no saben los 20 platos que usted come durante la Semana Santa, como mangos en miel. Ellos no conocen las bebidas que tomamos durante la Navidad, como el chocolate que solía ser la bebida de los dioses. Tendrían tendremos que presentarles la dimensión política. Necesitamos compartir las historias de la Matanza del 1932, la historia de sus abuelas mayas, y la forma en que resistieron a los colonizadores de España que intentaron destruir su lengua, destruir sus dioses y que eliminaron al 97% de la población indígena.

Es gratificante cuando sus ideas hacen clic y cuando otros las apoyan. Reconozco que el éxito de un proyecto es una cuestión de química en la forma de un líder o un equipo está dirigiendo un proyecto. Las condiciones deben ser adecuadas para que los proyectos trabajen. He aprendido que nuestras contribuciones para cambiar el mundo son pequeñas, y me encuentro a mí mismo diciendo, no nos tomemos demasiado en serio. Aprendo de los pobres organizados que nuestra tarea es continuar organizando, seguir luchando por una vida mejor. No vamos a ver los resultados, pero los hijos de nuestros hijos sí. Eileen y yo hacemos un buen equipo, también nos complementamos en nuestro matrimonio.

Tratamos de transmitir nuestros principios a nuestros tres hijos. Anoche tuvimos una muy larga e intensa discusión con Rutilio, que es profesor de Educación Física, debatíamos los derechos de los jugadores de fútbol de las universidades y si los estudiantes atletas tienen derecho a organizar un sindicato. Cuando su hermano, Camilo, estaba en bachillerato en la selección del equipo de baloncesto, los capitanes del equipo habían elegido ya los zapatos Nike para el equipo. En ese momento había un boicot internacional contra la compañía Nike protestando las terribles condiciones de trabajo de sus trabajadores en las fábricas de Nike en los países pobres, incluyendo El Salvador, y le explicamos que no podía usar zapatos Nike. Fui tan lejos como para decirle que tendría que  piquetear sus eventos.

Esto fue muy difícil para él. Se fue a explicar la situación a su entrenador, y el entrenador y nuestro hijo fueron con el equipo. Camilo explicó por qué no podía apoyar Nike. Sus compañeros de equipo y su entrenador escucharon y la orden ya se habían hecho, pero los capitanes del equipo cancelaron la orden y optaron por otra compañía. (Cuatro años más tarde, después de graduarse, volvieron a Nike.). Alejandro está activo en el movimiento contra la minería. Ahora mismo está involucrado en la organización de una conferencia de minería transfronteriza en El Salvador para compartir estrategias de los países que se enfrentan y las empresas que botan los residuos de excavación de su mina hacia la frontera con otros países provocando la contaminación del agua en todo el país. Trabajó recientemente en Chile defendiendo  los derechos de los trabajadores del cobre, así como la integridad de la tierra. Él esta rotundamente en contra de todas las guerras. Esperamos que nuestros hijos ven todos los lados a los temas y entiendan nuestra perspectiva sobre ellos.

FRED ROSS JR AMBASSADOR ROBERT WHITE, EILEEN PURCELL JOSE

FRED ROSS JR, AMBASSADOR (EL SALVADOR) ROBERT WHITE, EILEEN PURCELL,  JOSE,  J. ALEJANDRO ARTIGA-PURCELL, PATTY BLUM – 2011 gala for justice & accountability.

Nuestros hijos saben las raíces de su familia y las raíces de sus nombres. El padre de Eileen defendió con éxito los derechos de los japoneses-americanos en campos de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial. Cada uno de nuestros hijos fue nombrado por los hombres de fuerte influencia. Camilo Torres fue un sacerdote revolucionario en Colombia, y Camilo Cienfuegos fue un revolucionario en Cuba. Rutilio era el sacerdote martirizado amado, Rutilio Grande, en El Salvador. Alejandro lleva los nombres de sus abuelos.

Yo elijo vivir en el momento apoyando proyectos concretos. Yo creo en acompañar con energía a personas que me lo piden. La clave de la solidaridad es dar respuesta a las solicitudes; no imponer sus valores a los demás. Usted está añadiendo otra capa al 80-90% que ya está en su lugar. Mi sueño es mantenerme conectado con personas organizadas y unirme a su lucha, y caminar con ellos.
Espero hacer acciones espectaculares e invitar a otros a soñar junto conmigo. Soñar no debe ser un esfuerzo singular, pero uno participativo para inyectar energía. Yo tengo ideas, pero no quiero que solo mis ideas prevalezcan en un proyecto. Es el caso de la celebración del centenario de Romero en el 2017 que mencioné anteriormente. Sería bueno para declarar 2017 el “año de la paz.” Soñemos juntos sobre una celebración espectacular para avanzar en la reconciliación nacional.

Mi proyecto eléctrico de graduación en bachillerato fue un proyecto de tres meses de trabajo en Siemens, una compañía alemana. Se trataba de conectar un panel de circuitos eléctricos que cubren la mitad de una pared de una planta procesadora de caña de azúcar. Miles de cables iban en todas direcciones diferentes, y llego el día para demostrar mi mayor logro para encender el interruptor ceremonial delante de 40 personas. Tan pronto como conecte la corriente, se incendió, echando chispas y destruyendo tanto el proyecto y todo a su paso, incluyendo todos los equipos cercanos. Mi supervisor también fue despedido por no haber supervisado a su alumno, yo, correctamente. A veces se puede poner un montón de energía en algo y sentirse realmente importante y tu trabajo prende fuego. Aprendamos de la crisis y sigamos regando la plantita y veámosla crecer.
Al topar hasta el fondo, usted es libre de tomar riesgos y probar cosas nuevas e invitar a otros a unirse a usted. Fue durante la guerra civil salvadoreña, cuando la Arquidiócesis de San Francisco y el East Bay Sanctuary Covenant comenzaron a enviar delegaciones a El Salvador y Honduras. En una ocasión, el líder de una delegación ya en el aeropuerto listo para ir, dijo al grupo: “No podemos ir allí; es una zona de guerra”. Los delegados sin líderes me llamaron y me preguntaron qué hacer. Les dije que procedieran según el plan y que en El Salvador siguieran el sonido de las bombas. Ustedes no necesitan hablar español; sólo tiene que seguir las bombas. Lo hicieron, y fue una valiosa experiencia que ninguno de ellos jamás olvidó. Quiero invitar a la gente a sentirse incómodo haciendo trabajo por la justicia.

(Le pedimos a José cómo le gustaría ser recordado.) Hay una línea de pensamiento que dice que usted no quiere ser recordado. Hay un humilde monseñor en El Salvador, Ricardo Urioste, a quien yo admiro enormemente. Ha sobrevivido a cinco arzobispos, incluyendo a Romero y que rara vez se ve en las fotografías, pero es posible que pudo haber sido el responsable de escribir algunas de las homilías de Romero. Él prefiere trabajar de atrás de los escenarios. En la Biblia no se ve ningún Evangelio con nombre de mujer? Las mujeres están en gran parte detrás de los escenarios. Muchas personas que trabajan en diversos programas de SHARE no me conocen ni nunca me ven, y hay satisfacción en eso. Es como el escritor de una obra que nunca se ve en la presentación de la obra, pero tiene satisfacción en su trabajo presentado en el escenario. Yo he hecho la obra, porque sé que tiene mi marca. Lo importante es el resultado de la contribución, no mi nombre. Me considero una palmera. Cuando viene la tormenta, me inclino hasta la arena y cuando sale el sol, me levanto también. No hay árboles de Bálsamo en la playa. Son demasiado duros y se rompen con el viento y la tormenta. Hay que adaptarse a los cambios. Cada nuevo momento es diferente. Hacer trabajo durante la guerra se convirtió en fácil porque sabíamos qué hacer. La posguerra y la paz eran difícil. Walmart y el libre comercio son más difíciles que los militares estadounidenses. Pero nuestros antepasados se ajustaron a los colonizadores españoles. Hablaban español y querían el oro para llevárselo a Europa. Ahora hablan inglés y quieren llevarse el oro para los EE.UU.

While José often works unknown and behind the scene, here, he is recognized by the Salvadoran Ambassador with a tool of the farmers – a machete.

While José often works unknown and behind the scene, here, he is recognized by the Salvadoran Ambassador with a tool of the farmers – a machete.

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Caroline J. Sheaffer y
Pastor Emérito Donald J. Seiple
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