F. Chavez – in Spanish

FLOR MARINA ESCOBAR CHÁVEZ

Spanish translation provided by Juan Escobar

Todo lo que hago me enseña algo, tanto bueno como malo, porque me ofrece una lección”.

Nota del editor. Tan solo escuchar la rutina diaria de esta hija devota, estudiante diligente y empleada responsable me hace sentir agotada. Sin embargo, Flor consigue que todo suene tan sencillo y relajado. En el poco tiempo que pasamos con ella, esta joven se ocupaba sin ayuda de innumerables detalles en medio del entorno siempre cambiante e incierto de su oficina. Ella incluso insistía en esperar el taxi con nosotros para asegurarse de que nos llevaran con seguridad cada vez que nosotros salíamos.

Flor nació en una gran familia de siete hermanos, en El Paisnal, una ciudad en el norte de San Salvador, no lejos del departamento de Chalatenango. Creció sin electricidad y usaba velas durante la noche. El agua provenía de un río cercano. Además, debía pedir prestados los libros de texto a sus amigos mientras asistía a la escuela. Por otra parte, solo pude reír al escuchar el relato de Flor cuando contaba cómo ella y sus hermanas “asaltaban” los cumpleaños o bodas y entraban sin invitación con el fin de poder asistir a la fiesta.

Laura, la madre de Flor, se revela como una mujer bastante trabajadora. Comparto estas historias que esta muchacha cuenta con cariño sobre ella porque sospecho que le agrada dar a conocer las múltiples cualidades de su esforzada madre. Como es habitual en muchas mujeres salvadoreñas, Laura crio a sus hijos básicamente sin ninguna ayuda masculina estable. Al carecer de educación formal, ella aprendió el alfabeto de su padre que le dibujaba las letras en la tierra. Más tarde, como empleada doméstica, a la edad de 12 o 13, ella se sintió motivada para aprender a leer con los periódicos que encontraba en casa de su patrón. Asimismo, los adolescentes de la familia la ayudaron a aprender los números, pues la llamaban por teléfono cuando estaban fuera y debían dejarle algún mensaje. Después, al regresar a casa, comprobaban si ella había anotado sus recados correctamente.

Los comales jugaron un papel importante en la vida de Flor, tanto en su juventud como hoy en día, durante sus fines de semana. Para nuestros lectores que no saben lo que es un comal, hay que indicar que es un utensilio de cocina de barro, hecho a mano, típico de El Salvador. La madre de Flor, que no tuvo la oportunidad de recibir una educación formal, necesitaba encontrar alguna manera de mantener a su familia. Es así que, como mujer emprendedora, Laura aprendió a fabricar comales, usando métodos tradicionales. Luego, los vendía en el mercado local.

Por su parte, sus hijos la ayudaban en todos los aspectos de su elaboración, en un proceso que involucraba varios pasos y tomaba mucho tiempo. Así, tenían que recoger la arcilla en las montañas y luego agregarle la arena de algún afluente local o de los caminos para así evitar que los comales se agrietaran durante el viaje que debían soportar en el cajón de una camioneta al ir de ciudad en ciudad para ser vendidos. El proceso era largo y aburrido, además de que los productos eran delicados y había una gran posibilidad de que se fracturaran. “Ayudaba a mi mamá medio día (en el tiempo que no debía asistir a la escuela) y durante los fines de semana. Mamá podía fabricar diez comales en un día, si ella tenía suerte. Los utensilios se vendían por $ 1 cada uno en una tienda o en $ 1,50, si se los entregaba a domicilio”, explica Flor.

De esta manera su mamá pudo mantener a sus siete hijos y es así cómo, aun hoy, continúa ganándose su sustento. Desafortunadamente, Laura no es elegible para ninguna pensión del Gobierno, ya que ella trabaja en el sector productivo informal. Con todo, Flor, su hermana y su sobrina continúan viviendo con su mamá. Adicionalmente, ellas actualmente enfrentan un problema, pues, desde el fallecimiento de su abuelo, el tío de Flor está intentando hacerse con la propiedad en la que su madre ha vivido por años. No obstante, Flor espera resolver esto de manera amistosa para que su madre no tenga que salir de su hogar.

“Antes podía ir sola a cualquier parte del camino para recoger la arena que mi mamá necesitaba para los comales. Todo eso ha cambiado en los últimos cinco años; ya no es seguro salir sola. Las pandillas se han infiltrado en mi sector. Ahora, pueden detener a cualquier persona y pedirle que muestre su identificación (tarjeta de DUI) o, al contrario, algún pandillero podría preguntarle a uno a qué pandilla pertenece. Incluso, ya no respetan si alguien es miembro de la Iglesia, lo que una vez ya sucedió. Los pandilleros extorsionan a los pequeños negocios”.

Comal (Foto del Google)

“He asistido a la iglesia desde que tenía ocho años. Después, comencé a frecuentar una pequeña iglesia luterana en mi comunidad, cuando tenía doce. Allí, se reunían alrededor de veinte personas para la adoración semanal, aunque ahora hay cerca de setenta miembros. Yo trabajo con un comité nacional para la juventud en el país”, comenta Flor.

Ella solía trabajar en la oficina local del alcalde antes de comenzar la universidad. De esta manera, se ganaba los fondos para pagar el costo de la matrícula para las tres semanas de clases, que se distribuían de lunes a sábado, entre las 7 a. m. a las 4 o 5 p. m.

“Hace poco, obtuve mi título de Licenciatura en Educación en la Universidad Pedagógica. El título me permite enseñar tanto a estudiantes de educación básica como a estudiantes secundarios. Tomé esos cursos principalmente porque deseaba ir a la universidad y ese era un grado corto de tres años que me permitía asistir a clases de 7 a 4, de lunes a sábado. Durante ese periodo, me levantaba a las 3 a. m. para poder tomar el autobús de las 4 a. m. a tiempo. Al final del primer semestre, aprobé mis exámenes, pero me quedaban solamente $ 50, insuficientes para costear las clases del segundo semestre. Esa era la situación, cuando tuve la buena suerte de organizar la estadía para unos patrocinadores que venían a visitar mi iglesia. Tras llegar a conocerlos, ellos se comprometieron a apoyarme en mis estudios con una beca durante mis años de estudiante. Estas personas eran una pareja perteneciente a una iglesia metodista de Spokane, Washington. Por otra parte, puesto que vivía en un lugar muy apartado de la ciudad y perdía mucho tiempo debido al largo trayecto de ida y de regreso que debía realizar para ir a clases y volver, me puse muy enferma. Entonces, hablé con el obispo y él me permitió vivir durante la semana laboral en la Casa de Concordia, ubicada en la ciudad. Allí pasé dos años, lo que fue muy provechoso para mí. Esto me ahorró las cinco horas de trayecto diario”. (Ese tipo de arreglo ya no se permite. Estas habitaciones están disponibles únicamente para alquiler.)

Flor y su mamá

“Intentar algo nuevo al estudiar en la universidad ha sido un desafío para mí porque debo aprender un idioma diferente e interactuar con estudiantes de todo el mundo, tanto con jóvenes como con adultos. De la misma forma, el estar con niños sinceros y el tener la oportunidad de abrir la vida de otras personas, además de ayudarles a descubrirse a sí mismos, ha sido un motivo de alegría. Asistir a la universidad me ha ayudado a entender la vida de una mejor manera”.

“Preferiría enseñar a nivel universitario porque esos estudiantes están más motivados y comprometidos para aprender. Sin embargo, eso requeriría de mi parte obtener una maestría, lo que me tomaría otros dos años de estudio, además de rendir un examen del Gobierno. No puedo afrontar esos costos ahora. Tampoco quiero pedirle a la pareja de Spokane que me apoye financieramente otra vez. Ellos ahora están afrontando situaciones médicas y no me gustaría agobiarlos más pidiéndoles una ayuda económica adicional”.

“Por lo pronto, trabajo en la oficina del obispo Gómez a tiempo completo, ayudándolo dónde y cuándo él me necesita. El hecho de que hablo inglés fluido le es provechoso a él, pues puedo traducir sus diversas reuniones y atender a las delegaciones de habla inglesa. Aquí, también trabajo con la juventud”. [Al mirar su desempeño, estamos convencidos de que Flor minimiza las múltiples labores que ella realiza.]

Flor en el trabajo

“Es difícil para mí confiar en los hombres, en cuanto a una relación, porque no he encontrado a alguien responsable en mi vida. No conozco el amor de un padre. La parte positiva de eso es que yo me he exigido a mí misma —quizá más que mis compañeros— para alcanzar mis metas. Esto me ha servido como incentivo para trabajar duro y para confiar en mí. Tenía un novio con el que trabajé por cuatro años. Sin embargo, siempre tuve esa sensación de que no podía confiar en él. Era escéptica de cualquier cosa que él me contaba. Había cierta tensión dentro de mí. Necesito trabajar en esa tensión. Sé que necesito aprender a comprometerme en una relación. No puedo continuar sintiéndome siempre así. En El Salvador, es muy común para un individuo dejar a la mujer al cuidado de los niños y no apoyarla. Yo fui testigo de cuán duro tuvo que luchar mi mamá para vivir. Mi madre siempre nos desanimó a nosotras, sus hijas, a tener novios. Ni siquiera nos explicó algo sobre la madurez, mucho menos acerca de la aparición de nuestros periodos mensuales. Mi hermana cumplió con ese papel. Asimismo, ahora me doy cuenta de que yo tuve esa relación con este amigo, pero que, cuando rompimos, también deseché esa amistad. Necesito trabajar en eso. También debo trabajar en cómo tener una mejor relación con mis hermanos”.

“Lo más asombroso que he atestiguado es ver que muchos niños se han vuelto muy dedicados debido al interés que alguien demostró por sus vidas. Quizás, esa persona les ayudó con un problema que enfrentaban o les sugirió que siguieran un interés personal, como la música, o les aconsejó que se involucraran en algún grupo o simplemente se preocuparon por ellos. Esas oportunidades que nos unen para sobresalir son provechosas para todos. He visto ocurrir cambios positivos en algún joven como resultado de que algún adulto se preocupó por él”.

En otro aspecto, cuando le consultamos a Flor acerca de lo que ella quisiera expresar y sobre lo que no le habíamos preguntado, ella RESPONDIÓ RÁPIDAMENTE: “las mujeres no nacieron para ser sirvientas del hogar, aunque este sea el pensamiento de la anterior generación de mujeres”.

“Las oportunidades que he tenido y que he podido descubrir me impulsan a ayudar a otros. Mi madre me motiva a continuar día a día. En ciertas ocasiones, me siento internamente amenazada, pero, al mismo tiempo, me siento impulsada a dar lo mejor de mí”.

“Entre mis aspiraciones futuras, he incluido el aprender muchos idiomas, aprender música y asistir a seminarios en otros países. Varias personas, incluyéndolos a ustedes, me han preguntado si he considerado ser pastora. No lo he descartado. Sin embargo, esto requeriría comenzar de nuevo en la universidad para tomar los cursos de licenciatura en Teología, lo que representaría, en todo caso, otros ocho años de estudio, por lo menos en este país. Ya veremos a dónde me conduce el Espíritu”.

“Por ahora, yo continúo ayudando a mi mamá con los comales cuando puedo y gano un poco de dinero para apoyarla”.

“Todo lo que hago me enseña algo, tanto bueno como malo, porque me ofrece una lección”.

Con respecto a nuestro proyecto, Flor nos dice: “El trabajo que ustedes realizan es una oportunidad para abrir las puertas que han estado cerradas por tanto tiempo y hay la esperanza de que ustedes consigan llevarlo a cabo con más gente. Pienso que muchas personas confiarán en ustedes para compartir sus historias. Esa labor será provechosa para cualquier persona, ya sea un solo individuo o una familia entera. Es una terapia el ayudarnos a abrir nuestras mentes y corazones. Eso es lo que siento”.

Contributions

    Afflicted with Hope / embracingelsalvador.org is one of many outreach ministries at
    Saint Stephen Evangelical Lutheran Church (ELCA)
    30 West Main Street, PO Box 266
    New Kingstown, PA 17072

    Tax deductible donations for support of this work in El Salvador may be sent to the above address.