Ruben Vasquez Alfaro – Spanish

RUBEN VASQUEZ ALFARO

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«Da oportunidades a los niños y a las mujeres; la inclusión no la marginación.»

 

Nota del editor:  Los ojos de Rubén todavía se ponen brumosos cuando comparte la experiencia de la infancia que le sigue atormentando y motivando.  Es el recuerdo de no tener suficiente comida y cuando su padre en silencio elige  dividir lo poco que había para comer entre los niños en lugar de comer sí mismo al final de un día de trabajo agotador.

 

En su propia vida ha sentido que la inspiración divina fue responsable por ayudarlo a salir rápidamente del país a Costa Rica y luego a Canadá en un momento en que él fue amenazado debido a su trabajo a la Universidad.  Más tarde pasó un tiempo en Alemania y en los EE. UU. y  trabajó en muchos países del Oriente Medio.  El volvió a sus raíces en El Salvador como una forma de devolver lo que su país se le dio.

 

¿Son usted y su familia de San Salvador?

 

No, yo soy de Santa Ana, cerca de Guatemala.  Es considerada la segunda ciudad de El Salvador.  Mi mamá hizo cualquier trabajo que pudo, como ser criada  con el fin de sostener a nuestra familia.  Cuando mi hermana mayor consiguió un trabajo de enseñanza en las cercanías de Armenia, les dio todo su salario a mis padres para ayudarlos a criarnos.  Esto fue su decisión, y fue un sacrificio.  No era mucho, pero nos ayudó un poco.

 

Mi padre emigró de Guatemala.  El era un inmigrante de segunda generación de España y era un hombre alto y de piel clara.  Papá era un hombre fuerte capaz de hacer muchas clases de trabajo.  Eran tiempos difíciles, y había cinco de nosotros niños.  (Yo soy el número tres, nacido el 5 de mayo de 1948.)  SIEMPRE, SIEMPRE teníamos hambre, y esto me emociona aún cuando pienso en mi padre llegado a casa tarde del trabajo y mi mama instándolo a que comiera.  El siempre se negaría diciendo:  «No, guarda la comida para los niños.»

 

Mi padre tuvo su golpe de suerte del director de la Escuela  Bautista.  El director se llamaba Eugene Ceberholm.  Mi padre era el conductor del camión de basura a la escuela, y un día el director le preguntó si le gustaría trabajar para Thompson Construction Company.  Esta empresa norteamericana se estaba ampliando a San Salvador y mi  papá podía hacer todo.  Mi padre trabajó con ellos durante los próximos veinte años.  El trabajo cambió la vida de nuestra familia.

 

¿Qué tipo de empleo persiguió después de terminar su educación?

 

El director estaba comprometido a los studios pero también era aficionado a los deportes.  Aunque yo tenía la esperanza de hacerme médico, esto era poco realista para nuestra familia.  En cambio, había una delegación de Japón que estaba entrenando a profesores de educación física.  Algunos miembros me habían visto haciendo ejercicios y me preguntaron si estaría interesado en ser parte de su programa.  Yo les dije que necesitaba un trabajo.  Además de la instrucción, me ofrecieron 75 pesos al mes ($10), comida, refugio, y me dijeron que podia visitar a mis padres un fin de semana cada mes.  Tomé el trato más porque esto ofreció a mi familia una boca menos que alimentar y una carga menos para mis padres que por cualquier otra razón.  Sabía que los japoneses proporcionarían una buena formación  educativa e intensiva también  En 1971 después de dos años de instrucción, me ofrecieron una beca para estusdiar en Colonia, Alemania, donde pasé los próximos cinco años.  Recibí mi maestría en Worms, Alemania.  Regresé a El Salvador en 1977.

 

El gobierno salvadoreño quería que fuera director de la escuela que los japoneses habían dejado.  Yo estuve allí supervisando 200 profesores durante cuatro años desde 1977 hasta 1980.  Esto fue durante una época de grandes reformas educativas.

 

Esto es ahora el comienzo de la Guerra Civil.  ¿Estaba usted y su familia salvos, dado que Santa Ana es una sementera de actividad?

 

Un día cuando las cosas se pusieron muy, muy malas en 1983 o 1984, íbamos a tener un partido de fútbol, y mis padres venían a cenar.  Antes de las 19:00, yo iba a llevar el dinero para el transporte de los jugadores a la persona necesaria.  Alguien se me acercó y me empujó abajo, puso un cuchillo en mi espalda, y me torturó psicológicamente diciendo:  «Voy a disparar una sola bala, pero quiero que describa cómo se siente al entrar en su cerebro.»  Recordé que llevaba un trozo de papel en el bolsillo de alguien en Santa Ana que decía:  «Por favor, considere que Rubén Vásquez es nuestro amigo, y ayuda a nuestro equipo de fútbol.»  Le entregué el papel y lo respetó;  él no tomó nada y no me dañó.  Ese trozo de papel me salvó la vida.

 

En otra ocasión, como un año más tarde, estaba acompañando a un grupo de estudiantes en un autobús de San Miguel a San Salvador.  Pasamos por el Puente  Golden y todos en el autobus estaban dormidos cuando vi a un grupo de soldados parar el autobus y empujaron la puerta abierta.  Nuestros chicos se vieron atrapados en un fuego cruzado entre los soldados en un lado y los guerrilleros en el lado opuesto.  Los chicos estaban gritando a los soldados que disparaban al autobús.  Empecé a gritar, «¡VAMOS, SOLDADOS; LUCHEN PARA EL PAIS» y yo hacía un montón de conmoción.  En ese momento el autobús era incapaz de moverse a causa de los daños causados por las balas.  Los soldados solo querían deshacerse de nosotros, así que nos llevaron a todos nosotros del autobús en nuestra ropa interior hasta una gran colina.  Al día siguiente un camión grande llegó y nos recogió.

 

¿Estaba tomando lados en este punto?

 

Las cosas se estaban poniendo de mal en peor en la universidad, y vi un montón de mis amigos siendo asesinados.  No nos estaban protegiendo en absoluto.  Habíamos sido ejemplos en la comunidad como maestros, y ahora pensamos que si ellos (los militares) están actuando de esta manera a los maestros, esto podría pasar a cualquier persona.  Nadie hablaba de ello.  Los militares tenían el poder de hacer lo que querían y nosotros no llevábamos armas para protegernos.   La gente como el Obispo Gómez estaba hablando, pero no tenía mucho apoyo.  Tanto los militares como los guerrilleros nos obligaban a unirnos a sus causas, y no queríamos unirnos con ninguno de ellos.  Nos sentimos como «la carne del sansdwich.»  No soy ingenuo;  nada era más subversivo que la propia realidad.  ¿Tratando de aliviar el sufrimiento de la gente se consideraba ser comunista?  No tenía ningun sentido.  Se percibía como un problema si uno les ofrecía una alternativa.  ¿Qué se hace para que la probreza desaparezca?  ¿Es justo decir que uno no está en cualquier campo ideológico per se?

 

Esto fue un dilemma moral y espiritual para mí.  Esto es ahora 1985, y yo estaba casado y tenía tres niños pequeños de nueve, cinco y dos años.  ¿Qué hago ahora?  La seguridad de mi familia estaba en peligro.  Aunque si tuviera una arma para protegerme,  ¿cómo protejo a mi familia?  Yo estaba sufriendo.  No podía dormir.  ¿Cómo me mantengo a salvo mientras ayudo a mis compatriotas?

 

La decisión fue hecha por mí

 

Hoy en día esto todavía está en mi corazón y en mi cerebro y no puedo resolverlo racionalmente pero esto es lo que pasó.  En septiembre de 1987, simplemente me detuve en el Centro de Inmigración solo para averiguar la situación, compartiendo lo que me estaba pasando.  La próxima cosa que sé es que la mujer que escuchaba mi caso, literalmente, me empujó fuera del país.  Ella hizo la decisión por mí.  Fui sin papeles directamente a Costa Rica por seis meses.  Mi familia fue enviada a Santa Ana a recoger algunas cosas y después a Calgary, Canadá, donde me reuní con ellos más tarde.  Estoy tan feliz que fui a esa oficina ese día en particular y que fui asignado a esa simpática mujer específica.  Ella problemente salvó mi vida y la vida de mi familia.  Creo que fue más que una coincidencia.

 

¿Usted se hizo una vida en Canadá?

 

Sí, yo viví en Calgary por 24 años, desde 1987 hasta 2009.  Ayudé a los refugiados mientras vivía en Canadá.  En el medio de la noche, si alguien necesitaba algo, como  un viaje al hospital, los llevé.  Las iglesias me mandaron al estado de Montana para ayudar con la educación , problemas de la salud, la formación de carpintería.  Mientras tanto, mi padre murió tres años después de que salimos del país.  Mi madre acaba de morir el año pasado a la edad de 94.  Yo serví como un entrenador de fútbol profesional en los países del Oriente Medio de Arabia Saudita, Bahrein, y Kuwait desde 1998 hasta 2007.  Mi familia no me acompañó durante ese tiempo.  Era demasiado duro ajustarse a las mudanzas.  Al principio, cuando mi familia se mudó a Canadá, mi hijo de cuatro años padecía de estrés postraumático (Síndrome de Estrés Post Tramámatico).  El perdió todo su pelo, y él gritaba al ver a un policía.  Les tomó mucho cuidado por parte de sus maestros, policías comprensivos, y otros cuidadores para ayudar a consolarlo.

 

¿Dónde está su familia ahora?

 

Se quedaron en Calgary.  Mi esposa y yo hemos estado separados por 15 años, pero tenemos una relación muy amistosa.  Mis hijos ahora tienen 40, 35, y 31 años.  Mi hija es arquitecta, mis dos hijos también son entrenadores de fútbol internacionales.  Tengo una relación con otra mujer salvadoreña que es dentista aquí en El Salvador.

 

¿Cuál es el problema más grande del país ahora?

 

Tenemos que darnos cuenta y estar preparados para cambiar.  Tengo fe que no vamos a rendirnos.  Estamos en una democracia en transición.  En el pasado, el gobierno lo negó todo y requería que la gente hiciera exactamente lo que la gente esperaba.  Tenemos que inculcar de una manera  la fe de nuevo en el pueblo.

 

¿Cómo se mueve adelante por sí mismo?

 

Mi decisión es si debo perseguir un divorcio legal y tener la oportunidad de mover mi novia actual a Canadá con sus dos hijos.  A pesar de que es dentista, ella está dispuesta a trabajar como asistente dental.
Sería incómodo estar en la misma ciudad donde mi ex-esposa y mis hijos están.  Tengo 64 años.  Tengo que encontrar un trabajo y estoy en conversaciones para diversas posibilidades.  Si no puedo encontrar trabajo aquí en El Salvador, volveré a Canadá en marzo o abril.

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¿Cuándo regresó a El Salvador y por qué?

 

Siempre me mantuve en contacto para saber lo que estaba pasando aquí en El Salvador con ganas de ver cómo las cosas estaban mejorando.  Cuando terminó la Guerra civil en el país, regresé.  Fui a las cárceles y organicé los deportes.  Pasé el día de Navidad con los presos jugando al fútbol, bailando y rezando con ellos.  Pensé que si podía salvar a una persona, valía la pena.

 

Regresé a El Salvador para vivir hace tres años y medio con el fin de devolver al país lo que me dio.  Traté de convencer al president de la directora general del Instituto Nacional que «por favor, no me pida que produzca campeones; déme el dinero para ayudar a las comunidades a prevenir la violencia y darles oprtunidades para evitar entrar en las pandillas.»  Al principio, el Instituto Nacional era todo para la producción de CAMPEONES!  Dije «Qué está haciendo un país pequeño como El Salvador compitiendo con los países grandes como los EE. UU. y China?  Vamos.  Usemos nuestros recursos que tenemos para resolver los problemas más urgentes que tenemos.  Vamos a darles oportunidades a los jóvenes y a las mujeres, la inclusión, no la marginación.  Esas cuestiones nos están matando.  Los jóvenes ahora quieren tener esperanza y la única manera que pueden tener esperanza es por darles oportunidades.  Para mí  no me importa si el deporte hace el gobierno más grande; queremos que las comunidades crezcan una por una para forticarse y LUEGO el país crecerá, no al revés.

 

He escrito la política deportiva que nunca fue escrita antes, y me aseguré de que estaba escrita de tal manera que la gente de todo tipo fue incluída y no excluida.  Dejemos a diez personas reunirse para practicar un deporte para disfrutarse, y entonces no importa quien gana o quien pierde, nos reunimos y hablamos de los problemas sociales dentro de la comunidad – la recolección de basura, la educación el empleo – porque las personas han formado un grupo para discutir temas más grandes ahora.

 

Junto con muchos patrocinadores de Calgary,  yo patrocino una escuela en Santa Ana para 130 niños sin hogar.  Ellos juegan deportes cada semana, y nuestros fondos les proporcionan instructores, equipo, uniformes, comidas y excursiones de natación.  En realidad, los niños prefieren jugar al fútbol descalzos, prefieren usar los zapatos de fútbol para ir a la escuela.  Esta es una pequeña manera en que siento que puedo devolver algo a la comunidad que me crió, aquél en que tengo raices.  Es una manera que puedo contribuir personalmente y hacer una diferencia en las vidas de los jóvenes en una área que es eficaz porque he pasado mi carrera en ella – los deportes.

 

«Al hablar con la gente, aprendes sobre ti mismo,» Rubén concluye al final de la entrevista.

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