ROBERTO HENRÍQUEZ
Translation by Luis Alfredo Leonard Granados
“La mejor decisión de mi vida fue unirme al movimiento guerrillero…”
Nota del editor: Los “radistas” u operadores de radio se escondían en las montañas durante la guerra de El Salvador. Eran hombres y mujeres que trabajaban en incomodas condiciones bajo la tierra fría y en hacinamiento sufriendo a menudo de calambres en las piernas. Los radistas transmitían información que el gobierno no decía a los ciudadanos del país y a aquellos que vivían en el exilio más allá de las fronteras. Su papel era muy importante. Era también muy peligroso.
Durante la década de los 80’ había pocos ciudadanos que poseyeran carro en El Salvador, había aún menos que tuvieran televisor. Mucha gente, sin embargo, sí tenía un radio Walkman Japonés . Las transmisiones radiales eran un lazo extremadamente popular y vital de comunicación dentro de El Salvador durante los 12 años de guerra civil. Desde lo más profundo de las montañas, camufladas de los militares, dos radio emisoras guerrilleras existieron. Estaban fuertemente custodiadas y se movían de vez en cuando a medida que los militares alcanzaban sus posiciones. Pero las radios continuaron transmitiendo a través de todo el curso de la guerra entera. Radio Venceremos estaba localizada en el departamento de Morazán. Radio Farabundo Martí estaba localizada en el departamento de Chalatenango. Roberto fue un radista que trabajaba en esta última radio emisora escribiendo y transmitiendo sus noticias.
Roberto no tenía experiencia ni en periodismo ni en transmisiones. Lo que él sí tenía era una fuerte motivación y convicción de jugar un papel en la realización de las reformas sociales en nombre de su país. ¿Por qué reformas sociales?. Muchas de las mismas razones que condujeron al descontento civil y a la misma guerra eran asuntos que Roberto sentía apasionadamente debían cambiar.
Entre 1961-75 los campesinos sin tierra aumentaron del 12% al 41%
Falta de sanidad – 98%
Agua potable – 50%
Vivienda adecuada – 35%
Expectativas de empleo – 141 días al año
Analfabetismo – 65%
(Tomado de Pagando el precio por Teresa Whitfield, p. 67)
Debido sólo al analfabetismo, los salvadoreños dependían en su mayor parte de oír transmisiones radiales porque no podían leer los periódicos. Muchos grupos sacaron ventaja de esto. La Radio emisora YSAX en la UCA (Universidad Centroamericana), la universidad Jesuita, proveía transmisiones diarias de material editorial tratando de mantenerse neutral lo cual a menudo era difícil de hacer con materiales y detalles que se volvían cada vez más horribles a medida que la guerra aumentaba, incluyendo la muerte de sacerdotes de los más importantes en su propio campus.
El mejor periódico de El Salvador eran los sermones del Arzobispo Romero los domingos por la mañana. Era costumbre suya reportar y denunciar los crímenes y abusos… (Tomado de Enrique Álvarez Córdova por John Lamperti, p. 178).
El Papel de las dos radio emisoras de la guerrilla era hacer a los ciudadanos conscientes de las noticias con imparcialidad y desde una perspectiva no gubernamental. Querían que los ciudadanos oyeran lo que ellos consideraban que era la verdad; que oyeran de los ataques, las masacres, el cuadro completo de lo que estaba pasando en el país. Los mensajes tenían efectos a largo alcance ya que los salvadoreños en número creciente se iban del país en exilio de los escuadrones de la muerte a otras naciones de Centro América, a los Estados Unidos, y en todas partes se sentaban alrededor de sus radios a escuchar también los reportes de las noticias de casa.
Aunque nací en Nueva San Salvador/Santa Tecla el 7 de junio de 1957, mis padres y nosotros los seis hijos nos mudamos al pueblo más pequeño de Cuscatancingo cuando yo tenía ocho años. El mejor lugar para mí era la cancha de balompié en la escuela a 10 metros de mi casa. Recuerdo que pensaba en crecer para convertirme en un gran jugador de balompié o en su lugar en un violinista profesional. (Lamentablemente nunca toqué un instrumento musical pero era un sueño mío hacerlo). Por ser el segundo hijo tenía la responsabilidad de cuidar a mis hermanos menores. Mi madre era mi modelo a seguir debido a todo su arduo trabajo en crecer a nuestra familia y en proveer educación para todos nosotros. Fui un estudiante aplicado hasta el noveno grado y luego después de eso un estudiante promedio. Mi padre fue mecánico del gobierno. Mis padres están vivos con algunas dificultades de salud.
En 1978 estaba listo para comenzar mis estudios como licenciado en psicología en la Universidad Nacional que era gratis en aquel tiempo. Las condiciones de vida y políticas en el país eran cada vez más difíciles Sin ninguna vacilación o lamentación me uní a un grupo político llamado Universitarios Revolucionarios 19 de julio. Estaba bien consciente de los riesgos tanto para mí como para mi familia por unirme a él pero la realidad del país en esa época dictaminaba un cambio y no había alternativa para mí más que unirme a ese grupo a pesar de las consecuencias. Lo que quiero decir en términos de la realidad que me hizo unirme al movimiento guerrillero es que en el país había falta de libertad, hambre y repercusiones serias para cualquiera que desafiara el poder político. Mi familia no estaba aguantando hambre, sin embargo teníamos poca ropa y zapatos y mis padres tuvieron que luchar por lo que teníamos. Era un tiempo en que la Guardia Nacional daba órdenes a la gente.
La cosa más difícil que vi fueron los cuerpos sin vida en las gradas de la catedral nacional en 1978 como resultado de la masacre de estudiantes. Mi familia pensó que yo estaba entre los muertos. Sobreviví pero me impactó grandemente hasta el día de hoy.
En febrero o marzo de 1979 el Arzobispo Romero ayudó a negociar pláticas para nuestra libertad durante una huelga mientras el ejército rodeaba nuestra compañía/fábrica. Yo era estudiante universitario cuando Romero habló en nuestro nombre y evitó que fuéramos capturados. Otra vez mi familia asumió que yo había sido asesinado cuando ellos oyeron el número de muertes reportadas.
Aunque crecí en la fe Católica Romana cuando niño y fui un muchacho de altar, no me considero ser un hombre de fe. Pero sí conocí al Arzobispo Romero personalmente. Lo miraba un poco diferente que los demás. Miraba más su lado humano que sus relaciones con la iglesia. Tuve una buena impresión de él y lo consideraba un buen ejemplo en la sociedad para conducir a su pueblo deseando para él mejores condiciones de vida, incluyendo casa, comida, cuidados de salud y educación para todos los salvadoreños . Admiraba al Arzobispo y después que fue asesinado su muerte dejó un gran vacío porque él impactó el proceso de reformas sociales en un pueblo que tan desesperadamente las necesitaba.
Después de los primeros cuatro meses y que el primer semestre de clases terminó, la persecución por los militares y los ataques de los escuadrones de la muerte fueron grandes. Ellos me perseguían y yo no podía ni siquiera ir a mi casa para dormir por las noches. Tomé la decisión de dejar la universidad e irme al movimiento clandestino uniéndome a la guerrilla.
La mejor decisión de mi vida fue unirme al movimiento guerrillero porque sentí que estaba haciendo algo tan importante para la sociedad al seguir ese proceso. Desde que dejé mi casa en 1978 no regresé a ella hasta que terminó la guerra en 1992. De esta manera hubo menos oportunidad de poner en peligro el bienestar de mi familia. Aunque nunca completé mis estudios universitarios en la carrera que escogí, nunca me arrepentí de tomar esa decisión. Siento como que aprendí de la “escuela de la vida” en lugar de eso.
La organización guerrillera estaba formada por cinco grupos diferentes. El grupo del cual yo era parte fundó la radio emisora Radio Farabundo Martí que operaba en el departamento de Chalatenango. No trabajé directamente en la emisora hasta 1990. Previo a eso por diez años recibí entrenamiento y tomé parte en otras actividades clandestinas en nombre del movimiento. Una de las actividades que hicimos durante este período de 10 años fue tomar control/comandar radio emisoras comerciales y transmitir nuestros mensajes pregrabados o leer nuestros textos escritos al público como mensaje alternativo a aquel que el gobierno estaba dando.
Para 1982 llegué a ser un líder respetado del grupo que operaba en el sur de San Salvador cuya misión incluía eliminar al enemigo. Aunque personalmente no maté soldados, di órdenes para hacerlo. Nunca fui capturado, pero estuve a punto de serlo muchas veces en las montañas.
En 1984 fui enviado a Guazapa, pueblo localizado entre el campo y la ciudad, para recibir entrenamiento político y militar donde aprendí sobre armas e información militar. Tuve que cruzar el río Acelhuate. Tuvimos que salir de allí porque el ejército invadió el área. Luego necesitamos ir a Cinquera para otro curso político militar pero otra vez las tropas militares estaban en el área. Esta vez era el Batallón Bracamonte , un grupo de contrainsurgencia entrenado especialmente para pelear contra la guerrilla. Caminé 15 horas para escapar de ellos y cuando alcancé un lugar seguro no había, literalmente hablando, nada de suelas en mis zapatos.
Vi a hombres a los cuales estaba ligado ser asesinados y heridos tan temprano como 1985. En Las Delicias escapamos del ejército donde nos atacaban con cañones. Fue la primera vez que vimos los tatus, lugares escondidos bajo la tierra. Algunas veces la gente se escondía en ellos y si un niño/niña lloraba comprometía el lugar. Generalmente se estaba seguro de las bombas de los aviones militares Estadounidenses A-37 que vi transportar bombas de 500 libras sobre mi cabeza. Muchos sufrieron daños en los oídos cuando caían.
Era común que los militares de repente pararan vehículos y buses para registrarlos y exigir a las personas que presentaran su Documento de Identidad Personal. Un día yo viajaba solo a una villa cerca de Cinquera en bus y en un área donde nadie me conocía cuando los militares pararon el bus. Sosteniendo un puñado de frutas yo me consideré un hombre muerto. Una chica que iba sentada a mi lado sintió el peligro y se hizo pasar por mi novia. Puede que ella haya sido una simpatizante de la guerrilla. Sus acciones y rápido pensamiento salvaron mi vida.
A menudo servía en el papel de proveer seguridad y/o transporte para los líderes de la organización. Salvador Samayoa fue el ministro de educación que se unió al movimiento guerrillero causando un escandalo en ese tiempo. Cuando él llegó a nuestra área yo le di seguridad. Para nuestro transporte, a menudo teníamos que confiscar el carro de un conductor cuando lo necesitábamos. Si no nos lo daba voluntariamente, lo tomábamos a la fuerza, pero el conductor generalmente lo cedía. Cuando terminábamos de ocuparlo, llamábamos al dueño y le decíamos donde recoger su carro
Había lugares a los que nos referíamos como “casas de seguridad” donde los lideres de la guerrilla se reunían para planificar estrategias. Las personas que habitaban esas casas actuaban como una familia aparentando ser padres e hijos. Pero los militares llamaban a esas casas y familias células terroristas. El trabajo dentro de las casas de seguridad consistía en revisar las actividades del día anterior y planear estrategias para futuras acciones y ataques militares. Los principales lideres de la guerrilla asistían a estas reuniones . Los compañeros de la seguridad portaban Uzis (un tipo de armas) para proteger al grupo.. Algunas de estas armas habían sido capturadas a militares muertos. Una vez fui el responsable de la seguridad del Comandante Marcial, el fundador de las FPL, mi grupo, en una reunión en mi casa de seguridad. Encontré en él un hombre muy humilde y me sentí tanto honrado como digno de confianza para protegerlo.
En la parte final de mi trayectoria, en los últimos dos años de la guerra trabajé en Radio Farabundo Martí en Chalatenango escribiendo y transmitiendo noticias. Tenía 30 años cuando comencé este trabajo en 1990. Mientras era estudiante de escuela solía disfrutar escribiendo poemas. Así que mis amigos en el movimiento guerrillero pensaron que yo tenía las habilidades necesarias para hacer las transmisiones radiales. Nunca tuve ningún entrenamiento formal como periodista. Nunca tuve ningún entrenamiento formal para transmitir por radio. De hecho, nunca había hablado ante un micrófono antes!. Eso significó mi reto más grande durante la guerra. Todos los que participaron en la guerra usaron un nombre diferente al suyo propio por razones obvias. Mi nombre de guerra fue “Ernesto”. También llevé el nombre de “Santa Claus” después que representé ese personaje en una transmisión un día de diciembre para suavizar el humor.
El equipo de la radio emisora y la radio misma estaban escondidos bajo tierra en las montañas de Chalatenango cerca de la frontera con Honduras. Por supuesto, la antena no podía estar bajo tierra. Estaba camuflada en lo alto de las montañas discretamente escondida para evitar ser detectada por los aviones militares. Había dos sistemas de radio de modo que cuando uno estaba fuera de operaciones, el otro estaba activado.
Guardias y exploradores protegían la radio y a nosotros los radistas. Todo el equipo necesitaba ser móvil ya que teníamos que cambiar de lugar de vez en cuando al llegar las tropas militares físicamente cerca de nosotros.
Había generalmente de 15 a 20 de nosotros trabajando en los estrechos cuarteles de la emisora. Un día típico en esta radio emisora consistía en levantarse muy temprano por la mañana. Primeramente escuchábamos todos los reportes de las noticias del gobierno y mirábamos televisión para estar informados. Usábamos esas noticias como base para reformular las nuestras. También teníamos nuestras propias fuentes de noticias que viajaban por todo el país contando los logros y triunfos de la actividad guerrillera como la más reciente información sobre los combates. Al final de cada día sosteníamos una reunión de equipo para reflexionar y analizar la transmisión del día actual .Nos retroalimentábamos de las otras guerrillas y decidíamos si debíamos retractarnos de alguna información.
La cooperación y la coordinación eran sobresalientes. Trabajábamos con las otras cuatro organizaciones. Había también intercambio de información entre nuestra emisora y Radio Venceremos, la otra radio emisora guerrillera en operaciones, localizada en el departamento de Morazán en el otro extremo del país. Ambas emisoras continuaron operando ininterrumpidamente a lo largo de todo el curso de la guerra civil.
Lo que frustra a muchos de nosotros después que la guerra terminó es que la lucha no resultó en las reformas sociales que todos esperábamos y por las cuales peleamos. En 1995 comencé a experimentar depresión psicológica sin interferir con mis relaciones sociales. Sin embargo, ha impactado mi salud física. Sufro de colitis, migraña e insomnio. Tengo un seguro mínimo de salud y algunos beneficios en el cuidado de salud.
A pesar de todo lo que ha pasado desde la guerra, mi participación en el movimiento guerrillero se mantiene como lo más destacado de toda mi vida. Mi posición estaba basada política e ideológicamente. Estoy orgulloso de haber sido parte de un grupo que desafió las injusticias que tenían lugar en mi país. Lo volvería a hacer una y otra vez si mi cuerpo ya más viejo, con menos energía y menos fuerte, me lo permitiera.
He estado relacionado con varias mujeres y tengo tres hijas, un hijo y cinco nietos. Los acontecimientos más tristes en mi vida son ver dos de mis hijas adolescentes embarazadas y luego una de ellas perdiendo a su hija, mi nieta, de un mes de edad. Esto pasó apenas hace poco. Actualmente vivo con mis padres pero no descartaría vivir con otra mujer en algún momento del futuro.
No tengo necesariamente esperanza que el nuevo presidente de El Salvador hará los cambios estructurales necesarios en la economía del país. Lo veo como un problema del capitalismo. El Salvador es demasiado rígido y la pobreza es tan profunda como siempre. El verdadero cambio social para mí significa que todos en el país tuvieran casa, comida abundante, cuidados de salud, educación y todas sus necesidades básicas satisfechas.
Home (Return to Embracing El Salvador – Roberto Henriquez – English Version)