Orlando Giron – Spanish

La historia de Orlando Girón

 

“Yo formaba parte del equipo que ayudó a traer electricidad a la comunidad.  Cuando de repente se encendieron las luces se me saltaron las lágrimas al verlas

Nota del Editor.  Si usted cree que de haber un error de imprenta en la fecha  que indicamos arriba, déjeme que le asegure que la fecha  es correcta.  De hecho, ahora mismo, en el año 2013, estamos intentando apoyar a nuestros amigos de Indiana que están proporcionando células solares casa por casa a una de nuestras comunidades hermanas salvadoreñas campesinas.  Antes de esto, la comunidad tenía que quemar líquido de transmisión de frenos para proporcionar a los niños con suficiente luz para que pudieran estudiar por las noches.

 En el año 2007, nuestro grupo se unió a otro de Michigan que estaba de visita en El Salvador.  Nos unimos a ellos en un camino (Sí, ni siquiera los camiones pueden viajar por ese camino) en dirección hacia las montañas para pasar unos días visitando a su comunidad campesina hermana.  Uno no podría esperar tener unos anfitriones más hospitalarios que esas humildes personas del Hacienito Uno.

Durante nuestra primera cena, el respetado portavoz de la comunidad nos dio la bienvenida con estas elocuentes palabras que nunca olvidaré.  “Apreciamos que sacrifiquen su tiempo para venir hasta aquí.  Sabemos que ustedes están acostumbrados a otros niveles de vida pero esperamos que les podamos hacer sentir cómodos.  Por favor, si necesitan algo, dígannoslo.”

Un amanecer, mientras andábamos con Don por las montañas, este hombre tan callado, me contó  en privado un retazo de su propia vida. Sabía que quería volver algún día para documentar una versión más completa de este  modesto y genuino hombre al que tanto he llegado a admirar.

(Cinco años más tarde le enseñé algunas de las fotos de nuestra visita para que nos ayudara a refrescar la memoria.)

¿Puedes describir cómo era tu vida cuando eras un niño?

Mi niñez fue dura.  Yo era un niño ilegítimo y nací en febrero en el año 1960 en Palo Grande, cerca de Guazapa, en el departamento de Cuscatlán. Mi madre y nosotros, sus seis hijos, vivíamos con su padre.  Mi madre era muy trabajadora y nos mantenía vendiendo en Suchitoto la fruta que recogía de los árboles de nuestra tierra.  Suchitoto estaba a 24 quilómetros (15 millas) de donde vivíamos.

Desde que era muy pequeño trabajaba la tierra todas las mañanas y después iba a la escuela en la tarde.  Después de las 4 de la tarde tenía tiempo libre para jugar al fútbol con mis amigos en campos improvisados.  Pude estudiar hasta terminar el octavo grado y después empezó la guerra.  Cuando empezó la guerra, las escuelas cerraron porque todo era muy inestable y volátil y algunas personas civiles empezaron a aparecer muertas en las calles.  A los profesores les daba miedo dejar su casa para ir a enseñar.

¿Qué otros grupos estaban en peligro?

Aquellas personas que vivían en comunidades de base cristianas y aquellos movimientos que compartían la palabra de Dios.  Éstos, en particular, eran perseguidos.  Se les consideraba enemigos.  La mayoría de las personas de mi área que con el tiempo se unieron a la guerra eran personas que participaban en causas cristianas.  Aunque yo no vivía dentro de una de estas comunidades cristianas, yo pertenecía a una iglesia así que también me percibían como un enemigo.

Mi hermana, por ejemplo, era una de las muchas jóvenes que asistían con regularidad a las reuniones con el cura local de Suchitoto.  Mi tío era un diácono que trabajaba mucho con el cura.  A él lo mataron a principios del año 1979.

Esa fecha es anterior al comienzo oficial de la guerra de El Salvador ¿Qué pensabas en aquella época? ¿Por qué te quedaste?

Había escuchado sobre las injusticias que estaban pasando por todo el país en relación a como los militares trataban a grupos como los de los campesinos.  Nunca se me ocurrió irme.  El énfasis de las discusiones era sobre el hecho de que nos teníamos que involucrar.  Creo que no entendía la magnitud de la situación.  Quizás, si lo hubiera comprendido, me hubiera ido.  Una segunda razón por la que me quedé es porque el área se había militarizado mucho muy rápidamente.  Cualquiera que hubiera intentado huir habría sido capturado y torturado.  Era demasiado peligroso intentar moverse.  Ningún miembro de mi  familia tenía la intención de irse y no podía hacerlo por mi cuenta.  En aquel tiempo, yo tenía 20 años y estaba soltero.

¿En qué momento la situación en tu zona se agravó?

Las cosas empezaron a ponerse peor en el año 1980, cuando Monseñor Romero fue asesinado.  El ejército vino a nuestra zona y empezó a atacar no dejándonos ninguna otra opción sino defendernos.  Yo cogí un rifle y no lo solté hasta el año 1992.

¿Podías trabajar la tierra durante la guerra o eras tan solo un guerrillero?  ¿Había alguna organización formalizada en tu organización?

Yo era un guerrillero en todos los sentidos de la palabra.  Me hicieron responsable de una escuadra de seis hombres.  La estructura era así: había 24 hombres en un pelotón; cuatro escuadras de 6 hombres.  Estábamos en estado de alerta 24 horas al día esperando instrucciones.  Siempre estábamos alerta a cualquier situación que pudiera surgir.  Algunos días eran relativamente tranquilos porque el ejército no avanzaba todos los días.  Otros días, cuando el enemigo atacaba, luchábamos todo el día sin detenernos para comer.  Era muy difícil para nosotros.

¿Estabas encargado de defender tu propiedad?

Nuestra tarea era proteger la zona y a los civiles que en ella se escondían.  Nuestro trabajo era mantener nuestra posición para impedir que el ejército cruzara y entrara en las zonas en las que los civiles se ocultaban.  Algunas fuerzas estaban encargadas de guardar esas posiciones mientras otras se encargaban de buscar la siguiente posición estratégica a la que los civiles podrían movilizarse en caso de necesidad.  Era un balance complicado ése de vigilar por atrás y por delante.

Las mujeres eran muy creativas y hacían un tipo de dulce con caña de azúcar y harina para que los niños no hicieran ruido cuando el ejército estaba cerca y era necesario moverlos durante la noche.  Si un niño lloraba podía delatar nuestra posición. Hacíamos varias cosas de esta forma para reducir las posibilidades de que nos descubrieran.  Otra dificultad era mover a mujeres que estaban dando a luz.

Como líder de la escuadra, mi responsabilidad era proteger las posiciones para proteger la seguridad de las mujeres y los niños.  Cuando no había civiles en nuestra zona sentíamos que nos habían quitado un peso de encima y hacía nuestro trabajo mucho más fácil.  De esa forma podíamos interaccionar mejor con los militares.

En otras palabras, ¿el tener que cuidar de las mujeres y los niños suponía una dificultad que les impedía poder luchar con el enemigo?  ¿Fue así durante toda la guerra?

En 1086 el ejército evacuó a casi todos los civiles de esa zona.  Entonces cambiaron su estrategia y empezaron a llevarse a la gente a San Salvador en grupos.  Se enteraron de que algunas familias estaban escondidas en túneles y en todo tipo de sitios remotos.  La razón detrás de la evacuación era que los soldados pensaban que si las familias de los guerrilleros se iban, no quedaría ningún tipo de apoyo para las fuerzas de la guerrilla, apoyos como comida o enfermeras que se cuidaran de ellos.

¿Funcionó el plan tal y como lo habían planeado?

En absoluto.  Para nada.  Aunque el número de los soldados que avanzaba era increíble, los guerrilleros se mantuvieron en su sitio luchando para proteger las posiciones estratégicas.  Ahora que no nos teníamos que cuidar de proteger a las mujeres y los niños, era más fácil para nosotros.  Usábamos guerra de guerrillas que consistía en  tácticas tales como matar uno o dos soldados y después huir lo más rápidamente posible.  Con el tiempo, hacia el final de la guerra, el ejército se desesperó tanto que terminaron por irse.

¿Cómo es que un grupo pequeño de guerrilleros con un equipo y entrenamiento limitado pudo competir con un ejército más grande y mejor entrenado y equipado?

El ejército tenía ventaja aérea durante día gracias a sus aviones y helicópteros que les permitían ver el objetivo.  Ellos eran muchos más que nosotros.  En El Mangal, el lugar donde atacaron a muchos de los miembros de mi familia, había 2.000 soldados y tan solo unos 250 o 300 guerrilleros.  Nuestra ventaja como guerrilleros era que nosotros conocíamos la geografía de la zona como la palma de nuestra mano.  Por la noche nos podíamos  mover de un lado a otro sin que nos detectaran.  Con frecuencia usábamos árboles y trincheras para establecer nuestras líneas.

¿Hubo masacres de civiles en tu zona?

En la población que acabo de mencionar mataron a unas 200 personas.  Nos sentíamos muy mal, pero no había nada que pudiéramos hacer para proteger a esos civiles porque los paracaidistas llegaron en helicópteros.  Oímos lo que ocurría, pero no pudimos hacer nada para ayudar.

¿Por qué crees que el ejército estaba tan empeñado en mantener su presencia en tu zona por tanto tiempo?

Hay dos razones.  La primera es que nuestra zona era la más cercana a San Salvador y estaba situada en una colina que mantuvo la presencia de los guerrilleros de la que los militares no pudieron deshacerse.  La segunda es que la carretera a Suchitoto había sido tomada por las fuerzas de la guerrilla.  El ejército quería retomar esta carretera porque era un lugar estratégico de control.

¿Cómo conseguiste mantener un buen estado de ánimo cuando tenías que quedarte despierto 24 horas al día?

Primero montábamos el campamento y organizábamos la protección y después tomábamos turnos para dormir.  Un grupo de mujeres cocinaba.  La mujeres tenían que tener cuidado para que el humo no llamara la atención de los aviones.  Lo mismo pasaba con la ropa que se tenía que poner a secar.  Para evitar el peligro tan solo nos podíamos quedar en un sitio por unos tres días y después teníamos que movernos a otro sitio y hacer otro campamento.

¿Con qué tipo de peligro te encontraste tú en particular?

[Él sonríe y da un largo y pesado suspiro mientras mira hacia arriba y dice “Dios siempre me ha acompañado”]

Hubo varios casos en los que la muerte estuvo cerca.  En 1984, mientras estaba patrullando, no estaba atento y pisé en una mina de tierra y me hice daño en el pie.  También tenía metralla en el brazo.  Todavía hoy el brazo me molesta cuando uso el machete.

En 1985, un día tuvimos un enfrentamiento con el ejército en el cual 4 guerrilleros murieron.  Había tan solo 25 de nosotros contra 500 soldados de un batallón del ejército.  A tres de nosotros nos pusieron en la parte de atrás.  De nuevo, no estaba atento, quizás por la fatiga, y dispararon a mi compañero y lo mataron e hirieron  a mi otro amigo en esa ráfaga de balas.  A mí me dispararon en la espalda y estaba tratando de escaparme, pero Dios estaba conmigo ese día.  Estaba perdiendo sangre y no podía ver muy bien pero mis compañeros guerrilleros me ayudaron.  Me llevó muchos días recuperarme.  El doctor me dijo que tenía mucha suerte.  La bala casi me había dado en la espina dorsal.  Todavía llevo conmigo la bala de M-16 como recuerdo.

El 24 de diciembre del año 85 ú 86, en la zona de Cinquera, Canton Guadeloupe, hubo una emboscada que habían preparado otros guerrilleros que no sabían que estábamos en esa misma zona. A las 10 de la noche me acerqué y el vigilante disparó, pero el rifle se encasquilló.  Si hubiera disparado no estaría aquí hoy.  Me identifiqué y tuve suerte.  Hubiera sido un caso de una muerte causada por un disparo del bando amigo.

[Y cuando pensaba que ya había acabado de contar sus milagrosas escapatorias de la muerte, se puso a reír y de una forma un tanto tímida contó otra historia.]

Más tarde, en la ofensiva del año 1989 aquí en San Salvador, estábamos mirando a la calle cuando un helicóptero disparó un cohete que me dejó la parte de atrás de la rodilla llena de metralla.

¡Increíble! ¿Te has preguntado alguna vez cómo es que te has salvado tantas veces?

Sé que hay un Dios y solamente él sabe por qué todavía estoy vivo.  Este pasado diciembre sufrí un accidente de motocicleta.  Un carro me golpeó y me rompió la clavícula y la rodilla.  Estuve tirado en la calle durante una hora y me desperté en una clínica.  No podía recordar nada.  Hay una razón por la que Dios quiere que aún esté aquí.

Durante los doce años de guerra vivías en constante peligro. ¿Se te ocurrió alguna vez dejarlo todo y venirte a San Salvador?

Cuando estaba fatigado y veía las luces de la ciudad en la distancia, pensaba “Cuánto me gustaría vivir en otro sitio.”  Pero después la realidad se imponía y me daba cuenta de que el riesgo de que me capturaran era demasiado alto como para considerar irme de allí.

¿Tenías pesadillas después de la guerra?

Soñaba sobre la guerra, pero no tenía pesadillas.  No tenía sueños que se repitieran.

¿Se dieron algunos cambios positivos  como consecuencia de la guerra civil de 12 años?

Cuando empezaron las negociaciones todos teníamos la esperanza de que se hicieran muchos cambios.  Pero hubo tantas concesiones que mucha gente, yo incluido, pensamos que los cambios que se dieron a raíz de la guerra en realidad solo se hicieron en el sector del ejército y no en el del sector social.  Es evidente que ahora tenemos un joven estado democrático como resultado de la guerra, pero en términos económicos y sociales, estos asuntos que eran tan importantes durante la guerra no se han vuelta a tocar desde los Acuerdos de Paz.

¿Qué fue de ti después de la guerra?

Cuando las negociaciones empezaron había una atmósfera de paz y todos pensábamos que la vida iba a ser diferente.  Yo me casé y me mudé a la comunidad en la que vivo ahora y en la que gente había ido a vivir en 1987.  Yo no conocía a nadie allí y no ocupaba una posición de líder.

Pero hoy día tú eres un líder muy respetado.  ¿Cuál es tu papel aquí?

Con el tiempo empecé a trabajar con la gente de la comunidad de Hacienito Uno y ellos empezaron a confiar en mí.  Yo formo parte del grupo del ayuntamiento de Suchitoto.  El alcalde de Suchitoto tiene un grupo que funciona como una mesa directiva y que está formada por representantes de las 12 comunidades de los alrededores.  Yo he servido tres términos consecutivos, cada uno de una duración de siete años.

¿Cuál es el tamaño de esta comunidad ahora? ¿Se quedan los jóvenes o se van cuando se hacen mayores?

Tenemos 83 familias y 350 personas.  Somos bastante autosuficientes.  Somos una comunidad rural y cultivamos sobretodo frijol, maíz y caña de azúcar.  A la gente joven no le gusta quedarse a trabajar la tierra.  La gente joven prefiere ir a San Salvador o a otra ciudad para buscar trabajo.  Algunos de ellos tienen suerte y encuentran trabajo, pero otros no.  Si no encuentran otra cosa, muchos de ellos se unen a las fuerzas policiales.

¿Te parece bien que se unan a la policía?

No quiero que mis hijos se unan porque un arma de fuego es una gran responsabilidad.  No veo que esa carrera sea una buena opción para ellos.

Háblame de TU familia.

Mi esposa y yo vivimos juntos por 10 años y después nos casamos en el año 2002.  Tenemos tres hijos: Roberto, que tiene 20 años; Jasmine, que tiene 16; y Christian que tiene 13.

¿Qué te parece que SERÍA un buen futuro para tus hijos?

Como padre, uno quiere que sus hijos estén bien y que tengan un futuro mejor.  Gracias a la beca de la iglesia, mi hijo ya se ha graduado y está planeando ser un profesor en una universidad. Es difícil conseguir trabajo ahora.

¿Cuáles son, en tu opinión, los beneficios de vivir en una comunidad campesina?

Todos nos conocemos y estamos dispuestos a ayudarnos mutuamente.  Si la vaca de alguien se sale, otra persona la vuelve a meter.  Todos estamos dispuestos a hacer cualquier cosa que beneficie a la comunidad entera.

¿Ha tenido tu comunidad algún problema con infiltraciones de miembros de bandas o con reclutamientos?

No.  Gracias a Dios.

¿Cuáles son los problemas más comunes de la comunidad?

Peleas entre las personas, pero intentamos intervenir para resolverlos.

¿Cómo ves el futuro de la vida campesina en general? ¿Puede sobrevivir si la gente joven elige marcharse?

Desafortunadamente no es fácil para nuestra juventud encontrar trabajos y muchos de ellos se unen a las bandas.  Mucho depende de los valores que se les enseñe a los niños en la casa.  El estado también necesita hacerse responsable de crear oportunidades para que la gente joven participe.

¿Te arrepientes de algo en tu vida?

No, de nada.

¿Cuáles son las mejores cosas de tu vida?

Doy gracias que mi estado de salud es bueno en general y que eso me permite ayudar a otros.

Hasta el año 2000, la única fuente de luz en nuestras casas era una especie de gas que era muy ineficaz.  Yo formaba parte del equipo que ayudó a traer electricidad a la comunidad.  Cuando de repente se encendieron las luces, se me saltaron las lágrimas al verlas.

El ayudar a que los jóvenes, incluyendo a mis hijos, para que tengan mejores oportunidades para su futuro.  Si se les educa bien cuando son pequeños, tienen muchas mejores oportunidades.

¿Tienes algún sueño con respecto a tu país?

Eso es complicado.  Por supuesto que espero que podamos vivir con una paz real, no en una vida en la que la muerte siempre está alrededor como en los recientes años.  Me gustaría poder ver a los jóvenes en espacios saludables para que no se involucren con las bandas. Me gustaría que se le diera al sector de la agricultura el apoyo necesario para mejorar la calidad de vida.

En fin.  Mi sueño es que El Salvador viva en prosperidad.

Nota del editor: Algo que he notado en común a todas las personas que hemos entrevistado  es la profunda humildad de esta gente.  Esto es totalmente obvio en el caso de Orlando que se ha encontrado con la muerte tantas veces durante la guerra.  Las historias de esos encuentros podrían crear una película de esas en las que ¨te muerdes la uñas y te sientas al borde de la silla.”  Sin embargo, tengo la sospecha que si nosotros no hubiéramos insistido para que nos contara en más profundidad sobre lo que él le había contado a Don en el 2007 durante una caminata, el nunca habría sacado el tema a relucir.  Mirando atrás él simplemente se encoje de hombros, da gracias a Dios y vive su vida agradecido ayudando a su comunidad con sus necesidades.

Otra cosa que me impresiona de Orlado es su capacidad de articular en palabras con tan solo una educación de hasta el octavo grado.  En todas las cientos de horas de entrevistas con casi cien personas nunca he escuchado a nadie explicar los resultados de la guerra civil de una forma tan cándida, casual y breve como lo hizo Orlando.  Revisemos lo siguiente:

“…los cambios que se dieron a raíz de la guerra, en realidad, solo se hicieron en el sector del ejército y no en el del sector social.  .  Es evidente que ahora tenemos un joven estado democrático como resultado de la guerra, pero en términos económicos y sociales, estos asuntos que eran tan importantes durante la guerra no se han vuelta a tocar desde los Acuerdos de Paz.

 

 

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