«Cuando se envuelve en el proceso de la lucha, se necesita tener un sentido de sueño. Más tarde se ven las realidades al poner los pies en la tierra y se ve lo que sepuede realizar.»
Nota del Editor: Estamos benditos doblemente: primero de ser amigos personales del hijo de Mena, Francisco, quien arregló esta entrevista larga trans-Atlántica Skype con su padre en Barcelona y la tradujo al inglés por nosotros; segundo que su padre consintió a ser entrevisto por nuestro proyecto. Durante la Guerra Civil del país el ejército salvadoreño consideró al capitán Mena Sandoval uno de sus comandantes más confiados y apreciados. Habían conferido mucho en su entrenamiento al prepararlo para hacer tareas, incluso alterando bolillos para votar, quitando a las personas indeseables de las calles, y dándole cuenta de detalles específicos de quienes pensaban asesinar.
Estas tareas le preparaban para su última prueba de su lealtad militar – un orden para matar en masa una aldea entera, Villa El Rosario en Morazán. Los militares no se dieron cuenta de que todo el entrenamiento del mundo no podia remover la conciencia moral de Mena.
¿Puede compartir por qué escogió una carrera military?
La vida tenía sus limitaciones viviendo la vida de una familia pobre en Sonsonate cuando yo nací el 13 de diciembre de 1943. Mi padre, Manuel, murió de diabetes cuando yo tenía siete años. Mi madre, Adela, tuvo que hacer el papel de madre y padre mientras ganándose la vida. Fue una mujer incredible y nosotros, los seis hijos, fuimos formados por su presencia pero era severa con sus castigos. En retrospección como adulto, ahora admito que me inclinaba a adoptar a otros hombres como figures paternas.
La ausencia de mi padre afectó adversamente mi niñez, resultando mucho en mi inestabilidad emocional. A causa de esto me mandaron a centros de detención juveniles y con el tiempo me mandaron a un centro de detención military como castigo. Más bien, en realidad, me animé a ver mi vida futura en el ejército. Yo siempre estaba en forma físicament porque participaba en carreras atléticas y jugaba al fútbol. Entonces empecé a ver los militares como una carrera viable.
El otro pedazo de esto fue que yo tenía interés en proteger la soberanía de mi país y de su gente. Siempre he sido una persona que piensa en la gente y estimo los derechos de otros, y espero nunca dejar de pensar así. Entonces alistándome en los círculos de poder de los militares donde podía tener una influencia positive en poner mis creencias en efecto me parecía una buena carrera para mí.
¿Cómo reconciliaste su propia ausencia como padre de tres hijos cuando tenía una carrera militar?
Lo siento mucho que no podía pasar tiempo con mis hijos cuando reflexiono sobre el efecto que la ausencia de mi padre tuvo conmigo. Las circunstancias del país demandaron que se debía hacer algo. Había, no obstante, la presencia de una mujer fuerte, mi esposa, la madre de los niños, para ellos, que es importante notar. Cuando era necesario hacer decisions, mi esposa y yo hablábamos. Me dijo que yo hiciera lo necesario pero que no me pusiera en situaciones comprometedoras. Mis hermanos también tuvieron que salir del país. El ejército secuestró a uno de mis hermanos, uno de las peores cosas que se puede hacer a la dignidad de alguien. Más tarde lo libraron. Ahora hemos continuado nuestra relación y nos hemos reconciliado y hacemos lo mejor que podemos. Todas estas cosas me han llevado al punto donde estoy ahora y me han hecho un mejor padre, un mejor hermano y un mejor tío.
¿Ha tenido tiempo para decirles a su familia lo que considera importante decirles?
Sí, estoy en comunicación constante con mis hijos y con mis hermanos. Yo viajo extensivamente. Es obvio que no puedo hacer nada con el tiempo que perdí. Pero trato de aprovecharme del tiempo que tenemos.
Otros han escrito extensivamente de usted. También usted ha escrito su propio libro. ¿Hay algo que usted no ha dicho tan fuertemente como habría querido decir?
Uno de mis hermanos quien ha muerto sugirió que NO incluyera siete cosas en mi libro. El sintió fuertemente que si yo incluyera esos detalles, mi futuro político no existiría y que habría una b.uena posibilidad que mi familia no podría volver a El Salvador.
Le tenían confianza los del círculo secreto que hacían decisions de quienes estaban en la lista de los «subversivos» que iban a asesinar. ¿No es verdad que usted no solamente se daba cuenta, pero también advertía a la gente como los sacerdotes jesuitas de su destino?
A principios del año 1977, yo asistí a muchas sesiones de los generals superiors, incluso Roberto D’Aubuisson [culpado por ordenar la asesinación del monseñor Romero]. Esa primera asesinación me afectó profudamente. Cuando vi los nombres de doce sacerdotes en la lista que iban a matar sin procedimiento judicial, claro que hablé con el monseñor Romero para advertirlo. Oí personalmente a D’Aubuisson referirse a la amenaza a la vida de Romero como «Un vez el perro se mata, la rabía se acabará.» El padre Reyes, quien yo conocía personalmete, había sido el capellán de los paracaidistas. Al principio solamente fue capturado. La segunda vez lo mataron. Yo conocía a estas personas personalmente y yo sabía que no eran subversivos. Mucha de mi formación política y social vino de la comunidad jesuita tanto como uno quien murió en España.
Sí, advertí a los jesuitas al UCA lo que se planeaba. Al principio los militares pusieron bombas en la biblioteca del UCA. Les advertí a los sacerdotes en cuanto a la fecha y la ubicación. No estoy seguro que confiaran en mí hasta que sucedió exactamente como yo les había advertido. Me llamaron y me dijeron, «Paco, fue verdadero.» Eso fortaleció la relación y la inteligencia que yo les daba. Traté de convencerles que no se quedaran allí. Solamente un sacerdote sobrevivió esa matanza del 16 de noviembre de 1989.
¿Qué le sucedió emocionalmente después de la matanza de los sacerdotes jesuitas cuando usted hizo todo lo possible para advertirlos?
Me afectó hondamente. El ejército estaba tan equivocado en pensar que sus sacerdotes y monseñor eran comunistas. El Padre Ellacurio nunca había tomado un arma. Ellos no apoyaron ni la FMLN ni el gobierno. Nunca estaban por el conflicto para resolver los temas socials. Simplemente querían una solución política y podían ver que venía la guerra. El comunismo solamente era una excusa para envolverse entre el este y el oeste.
Antes de ese evento, usted también tomó un papel de jefatura en un intentado golpe maestro el 15 de octubre de 1979 contra el presidente salvadoreño Romero, quien fue considerado un opresivo dictador militar quien fue responsable por confirmar la intensificación de la violencia. ¿Puede compartir?
Al principio tuve mucho poder por unos días, siendo uno de los cinco envuelto en los esfuerzos para volcarlo. Pedí consejo del monseñor Romero. Al pensar en esto fue para traer la fundación de la democracia que tenemos en el país ahora. Todos nosotros éramos inexpertos y pensábamos que podíamos vigilar las cosas como comité. No obstante, tomamos direcciones diferentes, y nunca sucedió. [El president Romero fue depuesto después de dos años como presidente.]
¿Dónde originó su fuerte consciencia moral?
Fui criado con los valores cristianos. Tuve la suerte de tener relaciones con sacerdotes respetados. Aunque mi madre me había castigado severamente cuando era niño, ella también quería que yo tuviera buenos sentimientos hacia otros. Fue difícil que yo justificara lo que pasaba en el ejército con sus decisions contra lo que yo veía que estaba pasando en el país.
Describa unos de los deberes militares que le mandaron llevar a cabo y su reacción a estos.
En 1991 me mandaron alterar bolillos durante la elección presidencial entre Duarte y Molina. Creí que tenía razón en hacer esto porque la gente tenía el derecho de tener una democracia. Ahora veo las cosas desde un punto de vista diferente. Durante aquel tiempo había un golpe maestro que iba contra eso. Yo defendía el gobierno, exigido a reprender sus acciones. Uno no debe meterse en la política. Era evidente que la oposicíon ganó pero el comunismo estaba cerca y tuvimos que defendernos de él.
Acerca del mismo tiempo, en 1972 o 1973, nos mandaron a nosotros los oficiales a tomar parte en la detención de cualquier persona que se parecía a “hippies” – jóvenes con pelo largo quienes estaban en las calles por la noche. Los capturamos, los llevamos a las bases para escuchar nuestras pláticas, y se les cortamos el pelo hasta el cuello cabelludo. Esto probablemente produjo violencia.
Entonces me nombraron oficial encargado de la Universidad Nacional para buscar armas y explosivos. Nunca encontramos nada pero destruimos mucha de la infraestructura allí. Empecé a preguntarme ¿Por qué estamos haciendo esto? ¿Qué papel tengo yo en esto? Esta es una Universidad donde vamos para información, un lugar de respeto. Empecé a sentir disilusión. Empecé a darme cuenta de que yo estaba en el ejército y no era lo que pensaba que debía ser.
Entonces me premiaron y me mandaron a la Fuerza Aérea por siete años. Me di cuenta cuenta de la asesinación del padre Reyes. Al pensar en esto, veo que el ejército intentaba engancharme en cometer matanzas. Las fuerzas de seguridad dirigían represiones. En realidad había dos tipos de ejércitos. Me mandaron a la Escuela Para la Guardia Nacional y fui testigo de represiones, incluso asesinaciones de líderes de comunidades. Yo trataba de determiner lo que pasaba.
¿Cuándo llegaron las cosas a su punto de ebullición para usted y cómo lo manejó?
Fue un proceso gradual, en mis pensamientos, del alterar bolillos en 1972 y todos los eventos subsiguientes en realidad. Ya yo estaba dudando, en aflicción, en crisis. Podía ver que los militares me aspaban para cometer matanzas. Recuerdo al ofcial de Viet Nam quien cometió la matanza y fue responsable personalmente, y les dije que no podíamos continuar. Más tarde trataron de procesarme en consejo de Guerra. Era evidente que querían que matara gente. Yo llevaba el peso de todas las experiencias.
Yo vi a oficiales cortarles la cabeza a los que capturaron, ponerla en un palo, y entonces dispararlos solamente para hacerlos más salvajes. No podia aguantar mirarlos menos aún participar. Estos eran eventos diarios.
Durante la Guerra los oficiales argentinos convencieron a los oficiales salvadoreños que era un riesgo político desaparecer a tantas personas. En cambio La Fuerza Aérea empezó a recoger a muchos de los líderes de sindicatos de obreros y los dejaron caer sobre el océano desde helicópteros (sin paracaídas) para los tiburones. Así las estadísticas cambiaron de desaparecidos a muertos. Yo atestigüé esto cuando estuve en la Fuerza Aérea.
Mandado a llevar a cabo las matanzas de El Rosario en octubre de 1981 fue la última gota para mí. [No le pedimos a Mena que repase los detalles de este acontecimiento que conocemos muy bien. Francisco compartió aquellos detalles en su historia con nosotros en página 84 de Abrazando El Salvador. Están bien documentados en muchos libros incluso La Matanza de El Mozote por Mark Danner. En pocas palabras, Mena fue ordenado a desembarazarse de la comunidad entera la noche antes del movimiento de la “Tierra Abrasada,” un movimiento para matar a los guerrilleros que ni siquiera estaban allí. El lo comprobó personalmente y solo encontró a mujeres y niños indefensos y habrientos. Desobedeció órdenes sabiendo bien las ramificaciones de sus acciones. Al arriesgar su carrera y su vida, su reputación fue vista por unos como traidor mientras otros lo aclamaron héroe. Había 4.000 civiles y sus descendientes que pueden agradecerle por su decisión. Los 1.000 que vivían en otro pequeño pueblo cercano, El Mozote, no eran tan afortunados un año más tarde, el 11 de diciembre de 1981, cuanco otro oficial fue dado el mismo orden y obedeció.
¿Qué tiene lugar en la mente de los soldados que los reduce al salvajismo para matanzas como los que le mandaron a usted a cometer o El Mozote?
Esta pregunta no me sorprende desde el punto de vista de un civil si uno nunca vivió en el ejército. En realidad esto se difine bien en el ejército. La cadena de mando envuelve preparación rigurosa. Cuando se le da un mando a un soldado, lo lleva a cabo y así es. Por ejemplo si le mandan conseguir diez escaleras y solamente hay tres disponibles, se sale de la base para encontrar las otras siete. No hay que analizarlo, ningunas excusas, no se puede negociar el mando. Lo hace de una manera u otra. Esto es diariamente. En Latinoamérica es doctrina al denominador común. A la Escuela de las Américas en Fort Benning, Georgia (Estados Unidos), donde la mayoría de nosotros fuimos educados, esto se personifica y se enseña en una manera sistemática. Uno no objeta; es obediencia ciega. Todo se hace por enseñanza y las leyes militares. En la América Latina el que da un mando tiene la responsabilidad de llevarlo a cabo. Uno puede sufrir las consecuencias si pide ver el mando escrito aunque legalmente se debe permitir verlo. Le enseñan a matar niños porque se deben verlos como comunistas potenciales.
Usted presenció tantos crímines horrendos. ¿Está perturbado por sentido de culpa de sobreviviente
Me siento privilegiado estar vivo. Había muchas veces cuando la muerte estaba a la vuelta. Tenemos que honrar las vidas de los que murieron, y tenemos que estar seguros de no repetir aquellos eventos para que esas cosas no sucedan de nuevo. Cuando asisto a una vela, yo veo fuertes imágines de muchos amigos y guerrilleros. Recuerdo a las personas que conocía que perdieron la vida. Tengo que admitir que no es desagradable. Me gusta porque es un proceso que me permite conectar con todas aquellas personas.
¿Creían de veras los líderes militares lo que dijeron acerca de los sacerdotes, que eran comunistas?
La mayoría creía que era la verdad. La doctrina anticomunista fue instilada en la gente diariamente. Venía de los Estados Unidos que penetraba la América Latina. Sí, creían sin duda que los sindicato, los profesores, los estudiantes trabajando para mejores condiciones, los pacifistas, todos éstos se consideraban muertes justificadas que el ejército tuvo que atacar. El número de víctimas alcanzó 30.000. No explicaron lo que era el comunismo. Yo era afortunado de tener a Romero en mi vida y yo sabía la diferencia.
En enero, 1980, a la edad de 37 años, se alistó enel movimiento de guerrilleros durante la cumbre de su carrera mientras los militares continuaron a multiplicar asesinatos sin control. ¿Qué les pasaba a su familia y a usted?
Mi esposa y mis tres hijos vivían en exilio mudándose de país a país para su seguridad. Como todos los guerrilleros nunca usábamos nuestros propios nombres para protegernos. Mi nombre era «Mahola,» y algunos de mis amigoa aquí en Barcelona a quienes conocía durante esa época todavía me llaman así, y lo consider cautivador.
Después de la firma de los Acuerdos de Paz en enero de 1992, ¿qué pasó en su vida?
Fui elegido democráticamente a un término de tres años como legislador desde 1993 hasta 1997. Empecé a dudar mi paple. Para legislar leyes, uno tiene que estar envuelto en la corrupción, lo que no me interesó. También tuve problemas morales desde el punto de vista de mis hijos, y no quería que mis hijos tuvieran vergüenza de su padre.
Conocí a diferentes jesuitas de Barcelona quienes me invitaron a venir a estudiar. Eso fue mi intención, pero terminé quedándome a trabajar en nombre de El Salvador y el desarrollo de las mujeres y de la juventud, para hacer a la gente sensitiva a lo que pasó a El Salvador, y para enseñar la política latinoamericana. Estoy muy comprometido en las luchas en El Salvador de una distancia. Me quedo un miembro activo del movimiento FMLN aquí en Barcelona. No estoy en exilio. Escojo vivir aquí.
En su opinion, ¿en qué dirección va la Iglesia Católica?
Aquí en España la Iglesia Católica ha perdido mucha de su credibilidad. La mayoría de los estudiantes que estudian para hacerse sacerdotes vienen aquí de la América Latina. En El Salvador la iglesia es muy conservadora y puesta en peligro a causa de las decisions entregadas del Vaticano.
En un nivel personal tengo mucha fe en cuanto a un ser más alto, pero yo también he perdido mucha creencia en la iglesia formal.
Ahora tiene 70 años y tiene unos problemas de salud. ¿Qué espera todavía efectuar?
Cuando uno se envuelve en el proceso de lucha, hay que tener un sentido de un sueño. Más tarde se ven las realidades al poner los pies en el suelo y se ve lo que se puede realizar. Todavía me veo envuelto en el proceso. La lucha cintinúa todavía. Me veo todavía muy envuelto con lo que
se tiene que hacer y me veo como parte por varios años. Estoy en contacto constante con el gobierno y con el partido y estoy listo para envolverme de nuevo con el proceso tanto como un individuo puede envolverse otra vez. En cuanto a mi vida personal necesito tener cuidado. No cambiaría nada que he hecho en el pasado. Estoy contento con mis hijos y como han resultado. Todavía hay mucho que hacer para honrar a todos los que dieron la vida al país.
¿Hay algo que no le preguntamos que le gustaría mencionar?
[Incluimos a ustedes, nuestros lectores en esto.] – Gracias por su interés en aprender acerca de El Salvador y por haber hablado con tantos salvadoreños para aprender algo de ellos. Estoy muy satisfecho con el trabajo de mi hijo y su traducción para la gente de los Estados Unidos. En realidad fue por el trabajo de mi hijo que aprendí del otro lado de los Estados Unidos después de que salí de la Guerra en 1992. La gente que he conocido por él ha mostrado otros valores y una solidaridad tremenda que se distinguieron de los políticos oficiales del gobierno con que yo estaba familiarizado. La gente es la comodidad más fuerte de un país.
Su interés en estar aquí muestra solidaridad y el compartir de los valores verdaderos de los Estados Unidos.
[A Don quien también tiene 70 años] – Cada uno de nosotros tenemos otros 40 años de productividad para trabajar para nuestro país, ¿no, mi amigo?