Dr. Roberto Franklin Vasquez Zelaya – Spanish

Translation by Juan Escobar

“Estos niños nos dan la oportunidad de aprender”

Tres de nosotros estamos parados en el bordillo de la acera de una de las clínicas de la ciudad, esperando respetuosos, mientras una madre traslada con cuidado a una furgoneta a su niño médicamente delicado. Nos cuentan que no hay ambulancias para transportar a los niños. Después de que se marchan, tenemos que mostrar nuestra identificación al guardia armado para obtener el pase de visitante a estas instalaciones.

En la ciudad, el Hospital Infantil Benjamín Bloom es una joya para los niños enfermos. Dentro de estas instalaciones se encuentra la sección de Oncología Pediátrica. Es aquí que, en cualquier momento dado, durante cualquier día o noche de la semana, se lo encuentra al Dr. Roberto Vásquez en continua actividad, ya sea por los pasillos de su clínica, en el hospital o en una sala de clase. Él se ha desempeñado aquí como jefe de Oncología Pediátrica durante los últimos doce años.

El Dr. Vásquez nos saludó a mi compañero –nuestro amigo que coordinó la entrevista– y a mí antes de la reunión y nos condujo hasta una pequeña sala de conferencias en el área de espera de la céntrica clínica oncológica. Para nuestra sorpresa, él hablaba inglés fluidamente. Con la frase “Tengo el trabajo más importante del mundo”, el sonriente Dr. Vásquez inició el diálogo con orgullo. Mi primera impresión de este hombre de voz suave fue que él era una persona accesible y cortés.

“¡Yo AMO la clínica!”, anunció entusiasmado el Dr. Vásquez. “Los pacientes… te abren tu corazón”. Es aquí, en este lugar, donde él se reúne y conoce por primera vez a los niños y a sus familias. Está aquí donde él y su dedicado personal comienzan las pruebas de diagnóstico para determinar los cursos de tratamiento individuales. Es aquí donde él comienza a establecer relaciones con los niños (sus pacientes) y con sus familias. Observamos sus rostros angustiados en el área de espera, haciendo exactamente eso: esperar a que los diagnostiquen y así poder interactuar con este doctor del que, sin lugar a dudas, tanto han oído. “Tengo el trabajo más importante del mundo. ¡La Pediatría es fantástica y la Oncología Pediátrica es como el Cielo! Esta clase de paciente es totalmente diferente de cualquier otro con quien yo haya trabajado en mi carrera médica”, comenta el Dr. Vásquez. Sus palabras son sinceras y sentidas.

“Cada día me despierto con la creencia de que cada ser humano tiene los mismos derechos. Estoy convencido de que, ya sean pacientes en África, en Londres o en los Estados Unidos, estos niños tienen aquí los mismos derechos que los niños en otras partes del mundo. Para trabajar en esta institución, nuestro personal tiene que creer que debemos cuidar a todos nuestros pacientes, sin importar que sean salvadoreños, hondureños o guatemaltecos. Todos ellos merecen la misma oportunidad de curarse, como cualquier otro niño que vive en cualquier otro lugar en el mundo”.

“Nos encontramos con una amplia gama de familias cuyas situaciones varían en términos de sus niveles económicos, oportunidades y escolaridad”. El Dr. Vásquez explica que muchos de sus pacientes provienen de familias muy pobres que viven en aldeas muy pequeñas de toda América Central, sin recursos ni opciones. Es así que una madre podría viajar por un mes sin alimento y sin dormir para poder salvar a su hijo. A menudo, estas madres carecen de educación formal y desconocen cómo cuidar a su hijo, pero lo hacen basándose solamente en su amor y dedicación hacia él. Estas familias inspiran al Dr. Vásquez. “Estas son las personas más asombrosas que yo he encontrado. Mientras lo escucho, mentalmente comienzo a agregar a mi lista de adjetivos todos los sinónimos para compasivo que me ayudarán a describir al Dr. Vásquez.

Mi compañero y yo tuvimos que investigar sobre su familia y sobre quién reconoció sus capacidades y talentos especiales hasta animarlo a seguir este campo de estudio y trabajo. Él nos compartió que su familia pertenece a la clase media con una muy alta ética de trabajo. La educación era fundamental cuando pensaban en sus tres hijos. “TUVE que trabajar y TUVE que estudiar. Tenemos que cambiar el mundo estudiando arduamente”. Esa era la filosofía de sus padres, nos refiere el Dr. Vásquez. Así, sus progenitores vivieron esa filosofía, siendo modelos de ella. Incluso ahora, a sus 80 años, los dos –su padre y su madre– continúan trabajando en una pequeña tienda en su hogar. Después de asistir primero a una escuela pública, siendo todavía un muchacho, un profesor lo llevó, en ese entonces, a una escuela privada de los jesuitas para que rindiera los exámenes de ingreso. Allí, él se ganó una beca casi completa; él pagó solamente 13 colones por mes (equivalentes a $1), durante toda la escuela secundaria. Después, llegó la Universidad Nacional, seguida por una residencia en el Hospital Nacional. Su jefe consiguió el dinero para una beca y así pudo enviarlo a estudiar en Italia. “Pienso que es importante viajar a otros lugares para mejorar y para ser una persona mejor”. Obviamente, él es muy inteligente, pero tuvo gente en su vida que reconoció sus talentos a una temprana edad y que lo animó a desarrollarlos.

En este sentido, sondeamos más profundo para entender por qué el Dr. Vásquez eligió la Oncología como carrera de vida. Con respecto a su antiguo jefe y su decisión, el Dr. Vásquez responde: “Él me inspiró en ciencias, pero al trabajar en Oncología, uno trabaja directamente con los pacientes. Me enamoré de los pacientes con enfermedades crónicas”. Él continúa explicando que mientras los doctores pasan por sus rondas de entrenamiento en los varios departamentos, por ejemplo, en la Sala de Emergencias, los médicos acostumbran atender a un paciente y continúan con el siguiente sin conocerlo a él o su historia. En Oncología, un doctor tiene la oportunidad de enterarse de la historia del paciente, más allá de la enfermedad biológica. Él, como médico, puede conocer sobre la situación social, emocional y espiritual de la persona que está tratando; es decir, puede conocer enteramente al ser humano, más allá de la simple ciencia. Esto puede ser muy complejo.

La razón específica de por qué el Dr. Vásquez eligió la Oncología Pediátrica tiene que ver con un paciente particular en un punto de inflexión en su carrera. A él siempre le gustaron los datos y la investigación, además tenía ganas de viajar a Colombia para involucrarse en investigaciones con los jesuitas y así alejarse de los pacientes tras terminar su residencia. En ese ENTONCES, él conoció a una niña de 11 años. Ella no era solamente su paciente con leucemia; era paraplégica con hidrocefalia. La niña tenía todas estas desventajas contra ella; a pesar de ello, era muy inteligente, feliz y estaba llena de vida. “Ella era asombrosa; ella era un milagro. Establecí una relación con ella. Fue una experiencia transformadora que cambió mi vida”.

Ser un oncólogo requiere establecer relaciones con los pacientes y con sus familias. Eso lleva tiempo y trabajo, pero es importante. El Dr. Vasquez tiene que presentar la información a la familia. Esta información obviamente difiere de aquella que él puede decirle al niño, pues depende de su situación o de su edad. “Los niños son fantásticos. Tienen que confiar en mí para que así podamos hablar y ser honestos el uno con el otro. Los niños son niños y podrían intentar manipularnos. A veces tengo que ser firme y, como un padre, debo establecer las reglas. Mi relación con la familia es diferente; es una relación de equipo. Intento entender a la familia a través de mis pacientes: los niños”.

Formar un personal que sea tan dedicado con los pacientes oncológicos, como lo es el Dr. Vásquez, toma tiempo y cuidado en el reclutamiento. Él otorga el crédito a la jefa de enfermería de su departamento, pues es una posición muy importante para encontrar no solamente grandes trabajadores sino también comprometidos con los mismos valores y la creencia de que todos los niños merecen los mismos derechos que él profesa. Además, el Dr. Vásquez reconoce cuán duro trabajan esas enfermeras, indicando que, en algunos países, una enfermera de Oncología se ocupa de sus pacientes en una proporción de 1:3 o 4. Sin embargo, en su hospital, está proporción está más cercana a 1:9. Las enfermeras son las que viven el día a día con los pacientes. “Así, todos reconocen que somos el único lugar en toda América Central que hace este trabajo. Hay familias que esperan poder vernos. Somos la única oportunidad que tienen. Nos necesitamos unos a otros”. Es gratificante que el Dr. Vásquez reconozca la fortaleza de los miembros de su equipo.

El Dr. Vasquez desconocía que, hace algunos años, mi compañero y yo tuvimos el privilegio de visitar a esos pacientes en la sección de Oncología del Hospital Benjamín Bloom. Nunca olvidaré a esas enfermeras que usaban sombreros de animales hechos de globos, mientras trabajaban con sus pacientes para iluminar sus días y sacarles una sonrisa. Nos encantó la alegre y colorida sala de clase, así como también el personal interactivo del aula que jugaba a tomar el té con unas niñitas conectadas a sus equipos de quimio terapia. Esas personitas se divertían tanto al ser simplemente niñas que jugaban fuera de sus camas. Por eso, le comenté al doctor cuán especial y optimista era ese grupo de enfermeras y cuán positiva era la impresión que teníamos de ellas.

El personal de Oncología del Benjamín Bloom no existe en aislamiento. Es así que el Hospital St. Jude de los EE. UU. trabaja de manera muy cercana con la unidad de Oncología del Hospital Bloom. Trabajar con el Hospital St. Jude en las mismas metas para analizar datos y mejorar protocolos ha sido una gran oportunidad. Cada día de la semana, las dos instituciones mantienen teleconferencias con respecto a casos de un tipo específico de cáncer. El Hospital Bloom también trabaja junto con una fundación privada, una asociación de socios científicos en los Estados Unidos y en América Central, para compartir datos y para centralizar la información. El Dr. Vásquez ve estas colaboraciones como vitales para su éxito. “Debo ser un abogado para mis pacientes; por lo tanto, a veces soy renuente a involucrarme con las agencias que yo siento podrían comprometer el cuidado de los pacientes”. En este sentido, él trabaja en equipo con otros en su campo, pero, sobre todo, protege a sus pacientes cuando hay motivaciones poco claras.

El Dr. Vásquez ve un futuro brillante para la unidad de Oncología del Hospital Benjamín Bloom. El Departamento de Oncología está creciendo tanto en personal como en experticia. Tiene cinco (ahora seis) oncólogos. “Es un momento increíble para desarrollar cosas aquí”, observa él. “Quisiera poder ofrecer trasplantes de médula pronto. No tenemos esa capacidad en ninguna parte de nuestro país”.

El Dr. Vásquez es un pensador progresista con planes profundos e inventivos para su unidad. También le gustaría ver mejoras en los sistemas de diagnóstico para todos los tipos de cáncer que requieren laboratorios sofisticados. La ventaja sería el poder informar a los padres y al personal sobre qué grupos requerirían más o menos quimioterapia para obtener los mismos resultados. “Esto sería fantástico porque nos ayudaría con los recursos que necesitamos para cada paciente. Con el cáncer, si no se hace eso, no se está ofreciendo el nivel de cuidado que el paciente merece”.

El Hospital Bloom tiene un índice de supervivencia del 65% al 70% de cánceres pediátricos; con Hodgkin, el ahorro es del 85%. “Si usted me pide los nombres de los pacientes que curamos, no puedo recordar. Sin embargo, sé los nombres de aquellos que perdimos. Es en ese 35% en el que tenemos que enfocarnos. Es doloroso para mí recordarlos. Cada vez que analizamos los datos, lo hacemos mejor. Necesitamos más herramientas de diagnóstico para mejorar nuestras capacidades para investigar más y así ofrecer un mejor apoyo a nuestros pacientes. Quisiera estar más involucrado en la investigación, pero es difícil llevarla a cabo mientras trabajo con los pacientes. “Efectivas, exitosas, valiosas son las palabras que ahora vienen a mi mente para describir las habilidades del Dr. Vásquez.

“Como católico, no creo que la fe y la ciencia se opongan. Creo que pueden intersecarse. Una vez le planteé esta pregunta a un sacerdote y su respuesta tuvo sentido para mí. ‘Cuando formulas las preguntas correctas, recibirás las respuestas correctas’”, me dijo.

En última instancia, los doctores deben tomar la difícil decisión de detener el tratamiento en lugar de continuar el dolor y el sufrimiento causado, si un niño no está respondiendo a la terapia. Las familias no pueden hacer esto. Los padres entienden. En ocasiones, hemos tratado a un niño por diez años.

El cáncer infantil parece basarse estrictamente en la genética y en la estadística. “Las cifras son universales: 100 pacientes por millón. Es así que nosotros encontramos 200 en nuestra población de dos millones. Tratamos a nuevos pacientes menores de 15 años de edad. Si un paciente ya fue tratado aquí y ha estado en remisión, pero el cáncer reaparece un par de años más tarde, nosotros tratamos a ese paciente otra vez. Por ejemplo, en la actualidad, tenemos un paciente de 21 años cuyo cáncer entró remisión a la edad de 17, pero recientemente se reactivó”.

Profesionalmente, puedo asistir a seminarios. Puedo participar en muchos de ellos a través de teleconferencias. Dejar este lugar para asistir a otros es difícil, debido a todas mis responsabilidades aquí.

El tercer lugar para encontrar al Dr. Vásquez, si él no está en la clínica o en el hospital, es en una sala de clase. No entendemos cómo consigue tener el tiempo, pero él encuentra el espacio para enseñar a los estudiantes de medicina pediátrica del quinto año. Siente que es importante que estos futuros pediatras entiendan ciertas realidades en sus prácticas. “Les enseño a usar el conocimiento de sus libros de texto para enfocar la pediatría primero en los pacientes y luego como ciencia”. Eso incluye cosas como la cultura en la cual vive un paciente, sus derechos y su realidad. Él es a la vez generoso como sacrificado en términos de transmitir sus habilidades y su conocimiento a otros.

“Estos niños nos dan la oportunidad de aprender. Los niños que están por morir me han enseñado mucho. Son increíbles”. El Dr. Vásquez comparte cómo un jovén paciente terminal escribió una nota para su madre en la cual le pedía que ella le enviara un ramo de flores a su enfermera preferida. Otro le dejó su lápiz a un miembro del personal. Otro niño le regaló al Dr. Vasquez su perro. “No tengo ningún tiempo para un perro, pero ahora tengo uno“, ríe.

A sus 46 años, el Dr. Vásquez reconoce que su nivel de energía está comenzando a disminuir. Su energía estaba en su punto máximo entre las edades de 35-45. Ahora él está comenzando a delegar algunas responsabilidades a otros miembros del personal. Él ve a muchos nuevos miembros de su equipo con bastante energía y confía en su equipo. “Son increíbles y lo harán mucho mejor que yo; son como mis hijos”.

Durante los últimos veinte años, el Dr. Vásquez se ha complacido con los grupos y las instituciones que se organizan para proteger los derechos de los niños salvadoreños. Están reconociendo las necesidades que los niños tienen de jugar y de estudiar, en lugar de trabajar. Este cambio en la sociedad es aceptable e importante.

Por sobre todo, el Dr. Vásquez espera que su país pueda utilizar los ingresos fiscales para mejorar la educación de los ciudadanos que viven sin muchos recursos. Él quisiera ver que muchas más personas pudieran tener oportunidades de asistir a las universidades, por ejemplo. “Tenemos que invertir nuestro dinero en nuestra gente”. (Cuando le contamos que ese era uno de nuestros principales ministerios en el país, él quedó absolutamente complacido). Asimismo, señala que El Salvador también tiene mucha gente por la cual puede sentirse orgulloso, incluido el Santo Romero, que tenía altos valores. “Necesitamos descubrirnos otra vez y ser orgullosos de nuestra gente una vez más”.

Una de nuestras próximas ideas es hacer arreglos para que nuestra estudiante becaria –que estudia para ser doctora– pueda convertirse en sombra del Dr. Vásquez por un día. Ella es joven y puede llevarle el paso. Ciertamente, ella se beneficiaría de su alta ética de trabajo.

El privilegio de entrevistar al Dr. Vásquez en un ambiente tan relajado y sin prisas fue una ocasión inesperada para nosotros. Él incluso nos preguntó si quisiéramos volver para una próxima entrevista algún otro día. No quisimos aprovecharnos de su horario. Por esa razón, declinamos el ofrecimiento. Él es un regalo para sus pacientes y sus familias, para este hospital, para esta ciudad, para este país y para toda la América Central.

Ya sea que se encuentre diagnosticando a sus jóvenes pacientes en la clínica, trabajando con la fundación y con el Hospital St. Jude en cómo mejorar las herramientas de diagnóstico, atendiendo a sus pacientes junto con los positivos miembros de su personal en un hospital cercano, interactuando con ellos o con sus familias o enseñando a los pediatras del quinto año acerca de los recovecos de la Oncología que no se encuentran en los libros, el Dr. Vásquez es un faro de esperanza para los millares que acuden a esta joya de lugar llamado Hospital Infantil Benjamín Bloom.

(Se ha otorgado el debido permiso para el uso de las fotos que se presentan en este artículo).

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