David and Nancy Slinde – Spanish Version

David y Nancy Slinde

Spanish translation provided by Juan Escobar

 S– servir a aquellos que lo necesitan

 L– lograr escuchar el llamado de Dios

 I – iniciar proyectos

 N– nutrir a la juventud

 D– desarrollar medios de apoyo

 E– empoderar a las comunidades

“Una de nuestras motivaciones para el trabajo de la misión era ver a Dios a través de una lente diferente.”

—David Slinde

“La parábola de las semillas nos recuerda sembrar la palabra de Dios de manera fervorosa, audaz y cariñosa.”

—Nancy Slinde

Nota del editor. ¿Cuántas personas conocen ustedes que, después de haber sido rechazadas para trabajar en una misión por el propio sínodo de la  Iglesia más de una vez —y ahora a las edades de 65 y 63 y con cuatro hijos adultos—, renuncien a sus vidas confortables y se muden a una comunidad rural desconocida, a casi 5000 km de distancia, en un país empobrecido simplemente porque escucharon a Dios decirles que así lo hicieran?

¿Cuántas personas conocen ustedes que pertenezcan a dos iglesias: a su iglesia local y a una segunda, en el centro de la ciudad?

¿Cuántas personas conocen ustedes que sirvan activamente TANTO a sus comunidades locales COMO a comunidades internacionales?

Fuimos afortunados de encontrar a esta dinámica pareja en una conferencia de la Iglesia en El Salvador, hace algunos años. Hace poco, les preguntamos si podríamos hacerles una entrevista en profundidad vía Skype, durante la pandemia de COVID-19.

Somos privilegiados en compartir su historia de confianza en Dios y confianza mutua. Este es verdad un EQUIPO de la misión.

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Ambos crecieron en hogares que priorizaban la fe

Criada como una más de los tres hijos de una madre soltera, Yo (Nancy) participé de su amor y cuidados, pero también de su lucha y sus sacrificios. Mi mamá trabajaba en dos lugares, pero se aseguraba de estar en casa para cuando volvíamos de la escuela. Ella permitió que nosotros, sus hijos, ocupáramos el único dormitorio del apartamento, mientras ella dormía en el sofá. Mamá nos crio en la fe católica; asistí a una escuela secundaria católica y a dos universidades católicas.

Yo (David) pertenecía a la cuarta generación de una familia luterana que se remontaba a Pomerania (históricamente entre Polonia y Alemania) y que, más tarde, se estableció en Milwaukee.

Los dos nos conocimos a través del hermano mayor de Nancy, quien asistía a clases de negocios conmigo (David). Por esta razón, solía visitarlo en su casa y es allí donde comencé a tomar en cuenta a Nancy.

Mientras nuestra relación crecía, respetuosamente participábamos en las actividades de adoración en nuestras respectivas Iglesias. Yo (Nancy) reconozco haber cuestionado algunas de las creencias católicas romanas durante la universidad. Buscaba una relación personal con Dios mientras mi fe crecía y se desarrollaba. Los rituales/normas/pautas dentro de la Iglesia católica eran insuficientes para mi viaje personal en la fe. Me confirmaron en dicha Iglesia en 1958 y luego fui confirmada en la Iglesia luterana en 1968.

Nos casamos en marzo de 1969 y establecimos una familia nuclear de cuatro hijos. Todos nuestros chicos tienen nombres tomados del Antiguo Testamento y nuestra hija tiene un nombre proveniente del Nuevo Testamento. Estamos orgullosos de que nuestros hijos se hayan afianzado en la Palabra y que estén criando a los suyos (nuestros nietos) como niños en el camino de Dios. El ser padres cristianos nos ha enseñado a confiar en Dios durante los tiempos difíciles y a reconocer que ese amor es recíproco. Tras sobrellevar los desafíos de la vida, nuestra fe en Dios siempre se fortaleció a través de la oración y de los amigos que nos nutrían con sus enseñanzas. Ahora, mantenemos lazos fuertes con nuestros hijos.

Ambos sintieron la llamada-transformación

Poco después de casarnos, nos sentimos llamados a la misión y nos dirigimos a nuestro sínodo local con el propósito de servir internacionalmente. Nos rechazaron porque éramos demasiado jóvenes y no éramos pastores ordenados. En retrospectiva, probablemente aún no estábamos lo suficientemente maduros y listos para ese tipo de trabajo. Sin embargo, ahora nos reímos porque, unos años después de nuestro retiro a otro estado, nos acercamos de nuevo a aquel sínodo de la Iglesia con la misma petición y, esta vez, nos respondieron que éramos demasiado viejos. Sí, nos reímos, pues por lo menos eran consistentes en sus respuestas.

En octubre de 1971, ambos experimentamos una transformación en nuestras vidas, la cual hizo que nos comprometiéramos con Jesucristo y que lo aceptáramos. La consideramos una iluminación o una conversión. Todas las cosas que habíamos leído y aprendido repentinamente se juntaron en términos de entender las enseñanzas y el sacrificio de Cristo. Esa transformación de nuestra vida de fe en 1971 fue el principio del cambio de nuestra vida en el ministerio. A partir de entonces, nuestras vidas han continuado transformándose y, al mismo tiempo, hemos aceptado los planes de Dios para nosotros.

Inicio de la misión local de difusión

El condado en donde vivimos es un imán para los migrantes de México, debido a la agricultura y a las industrias fabriles afincadas allí. Nancy ayudó a establecer un grupo de difusión en 2001 para estas personas porque ellas necesitaban conocer acerca de los servicios disponibles y sus derechos. Estos migrantes tenían miedo de ser detenidos. Es así que involucramos a abogados, enfermeras, educadores y a otros profesionales. Ahora, el lugar es un asilo seguro para los migrantes y un sitio adecuado para establecer conexiones. Intentamos también estar informados de los asuntos políticos relacionados con la inmigración en los EE. UU.

Ambos son llamados a los ministerios salvadoreños

Nuestro sínodo local de la Iglesia patrocinó dos misiones internacionales: una en Tanzania y otra en El Salvador. La cantidad de tiempo y el costo de viajar a Tanzania hicieron que el trabajo de la misión en ese lugar se considerara enorme e impráctico; sin embargo, la labor en El Salvador era una opción más viable.

¿Fue acaso un momento fortuito o algo establecido por Dios cuando…?

Yo (David) estaba en la oficina de la Iglesia un día de 2003, cuando llegó una carta que informaba que los misioneros a los que apoyábamos ya no trabajaban en la misión. Esta comisión había costado alrededor de $ 5000 por año. Entonces, nuestro pastor pensó que la gente debía tener la oportunidad de involucrarse. En tal virtud, el primer año, el pastor asociado viajó a El Salvador y, el año siguiente, lo siguió una delegación de nuestros miembros.

En 2007, después de volver de nuestro cuarto viaje a El Salvador, ya muy tarde en la noche, yo (David) estaba muy intranquilo después del vuelo. Me senté y le pregunté a Dios: “¿Qué quieres Tú que hagamos?” Su respuesta verbal fue: “Múdense allá.” De todas formas, intenté explicarle todos los obstáculos que tendríamos que superar. Luego, esperé a que Nancy despertara y se lo dije. Ella no discutió y, así, sin ningún esfuerzo de nuestra parte y durante los dos años siguientes, esos obstáculos desaparecieron uno a uno.

Nos involucramos con un grupo de gente semejante e interesada en la misión y conocimos un grupo católico (Movimiento Misionero Voluntario, MMV). Tuvimos que aumentar nuestro fondo misionero a $ 10 000. No fue fácil, pero este esfuerzo, a su vez, también nos inició en un nuevo concepto de la realidad del trabajo misionero. Este país permanece en la “cultura de la guerra civil” y ver la película Voces inocentes (acerca de los niños salvadoreños) antes de partir nos ayudó a prepararnos.

Nos asignaron vivir en Concepción Batres, en Usulután, donde no conocíamos a nadie y no teníamos ninguna ayuda. En esas circunstancias, incluso nos tomó tiempo encontrar un lugar conveniente para vivir (este sitio se encontraba en medio de ninguna parte, pero estaba cerca de Fe y Esperanza, nuestra comunidad eclesiástica hermana, al norte de San Salvador, cerca de Nejapa). Cuando nos trasladamos a Concepción Batres, teníamos temor porque no conocíamos a nadie y no teníamos acceso a ninguna red. Con todo, no era una cuestión de si nosotros podríamos confiar en Dios, sino de si Dios podría confiar en nosotros. Él nunca nos abandonó. Él trabaja con nosotros a pesar de nuestros miedos y no nos decepcionará. Solo debemos trabajar juntos. Nuestros dones se complementan unos con otros.

Nuestro trabajo en El Salvador, durante los siguientes dos años y medio, se dividió entre dos responsabilidades. Una estaba vinculada con la Iglesia para enseñar inglés a 138 estudiantes pertenecientes a otras tres iglesias. Sus edades variaban entre los cuatro y un poco más de los treinta años. Como de costumbre, trabajábamos en pareja para todo: impartíamos clases en equipo o dividíamos a los estudiantes en grupos para poder enseñar. Tuvimos que instruirlos tanto en destrezas como en su uso.

Lo destacado de trabajar en la Iglesia era el poder reunirnos con jóvenes que tenían educación universitaria. No obstante, según nuestra opinión, ellos eran subempleados. Un día, les pregunté qué era lo que les gustaría hacer. El grupo respondió: “Abrir una ferretería”. Es así que, cuando tomamos un receso de un mes en Wisconsin, logramos reunir $ 9000. Luego, al volver a El Salvador, trabajamos con ellos para abrir su ferretería. Ahora, se han agregado dos ramas adicionales.

La otra mitad de nuestra responsabilidad era trabajar con la ONG Oikos Solidaridad, en las zonas del este del país, en proyectos agrícolas rurales. La parte del trabajo con Oikos estaba muy bien organizada. En este sentido, durante mucho tiempo, el personal de Oikos nos llevó a muchos sitios y a eventos comunitarios para que nos familiarizáramos con los habitantes locales y para que experimentáramos de primera mano la realidad en la cual vivían esas personas antes de que comenzáramos a desarrollar cualquier proyecto. Invirtieron mucho tiempo en nosotros, lo cual nos proporcionó las bases necesarias antes de iniciar nuestra participación. Benjamin Alas fundó Oikos y sigue siendo su director ejecutivo. Con respecto a su labor, la planificación, los detalles y los expedientes con acceso completo a la contabilidad de todos los gastos son todos transparentes y se encuentran disponibles en Oikos. Esta organización nos involucró con la gente y con los proyectos para que pudiéramos ayudarlos a ganarse su sustento.

Hemos recaudado fondos para muchos proyectos agrícolas por un total de $ 175 000 y hemos creado pequeños negocios para aproximadamente 250 familias.

Es gratificante ver a una comunidad entera beneficiarse de un proyecto. El aumento de las cosechas y la crianza de pollos permitieron a la comunidad ganar el dinero requerido para comprar las cosas que necesitaban y para enviar a sus hijos a la escuela, además de empoderar a las mujeres e incorporar proteínas a su dieta. Todo esto les ayudó a cambiar su complexión física y a alcanzar su bienestar.

Actualmente, estamos recaudando fondos para una comunidad playera que antes recogía huevos de tortuga de sus nidos para la venta. Esta práctica tenía un impacto negativo y grave para la población de tortugas. Nuestra meta es capacitar a la comunidad en diversos métodos para ganarse el sustento, mientras que comprometemos su ayuda para salvar los huevos de esta especie y promover su posterior liberación en el océano. Con este objetivo, necesitamos $ 7500 para financiar este proyecto que tiene un costo total de $ 23 500.

También nos hemos involucrado en proyectos escolares para ayudar a siete escuelas con escritorios, reparaciones del edificio, libros de texto, computadoras e innumerables becas estudiantiles, por un total de $ 350 000. El director de una de las escuelas nos comentó que nosotros éramos los primeros visitantes a su institución en 25 años. Sí, es verdad que en la actualidad el Gobierno ha comenzado a involucrase más en estos asuntos y ha invertido más dinero en la educación, pero, de acuerdo con nuestra percepción, han sido las ciudades las que han recibido la mayor parte de los fondos, mientras que las comunidades rurales continúan quedándose rezagadas.

Mientras vivíamos en El Salvador, teníamos que comenzar cada día con un propósito y una planificación precisa. Por ejemplo, debido al crimen, si teníamos que ir de compras, llevábamos únicamente el dinero suficiente para comprar lo qué necesitamos para ese día, en caso de que nos robaran. Así, orábamos por protección antes de salir de casa cada mañana. Volver a los EE. UU. fue un choque cultural porque aquí contamos con muchas redes de seguridad que nos ayudan en caso de que algo salga mal. Por ejemplo, ESTAMOS SEGUROS de que la policía o el cuerpo de bomberos vendrán inmediatamente si los llamamos. Esto no sucede en El Salvador. Por otra parte, aprendimos a respetar la espiritualidad y las fortalezas de cada uno de nosotros. David procesa y analiza, mientras que yo (Nancy) suelo reaccionar más rápidamente. David tiene el don del discernimiento. Cada uno en su momento, hemos debido moderarnos el uno al otro y conciliar nuestras diferencias.

Porque somos planificadores muy organizados, también hemos tenido que adaptarnos a la cultura y aprender a ir con la corriente porque, en El Salvador, las cosas no se ajustan a un horario; es necesario respetar esa forma de vida, de lo contrario, uno termina frustrado.

Difusión de la misión local

A unos treinta minutos de nuestra iglesia local (la Iglesia Luterana de Nuestro Salvador en West Bend, Wisconsin), se encuentra la Iglesia Luterana Hephatha, en el centro de la ciudad, Milwaukee. A ella asisten fundamentalmente miembros de diferentes razas y está a cargo de una pastora soltera de raza blanca. David leyó en un periódico local un artículo al respecto en el que se mencionaba que los niños debían jugar en sus sótanos porque era demasiado peligroso hacerlo afuera. Él entonces contactó a la pastora Maria Martha para preguntarle cómo podríamos ayudar.

Ahora, hemos llegado a nuestro 15.° año de ofrecer un ministerio al aire libre para la juventud de ese lugar. El número de participantes ha crecido desde el tiempo en el que aquel grupo original de 35 chicos aterrorizados salía de la ciudad para internarse en el bosque. Actualmente, son 60 muchachos que copan las puertas del autobús, impacientes por pasar un día fuera de la ciudad. Ellos se ganan el viaje con el trabajo que realizan durante todo el año.

Somos miembros asociados de esta iglesia. La sede está situada en un área caracterizada por la opresión, la pobreza, la segregación, la indigencia, el crimen y la violencia. El pertenecer a la congregación ha sido una revelación, una lucha, una bendición y una carga. Por otra parte, la pastora Maria Martha les enseña que todo lo que tienen proviene de Dios y anima a sus miembros a diezmar, incluyendo a los niños. ¡Los miembros de esta iglesia pobre del centro de la ciudad diezman $ 16 000! Solo el año pasado, este monto se distribuyó equitativamente entre las misiones del sínodo en Tanzania y El Salvador. Nosotros comenzamos a servir en esta iglesia en 2005.

El trabajar en esta misión local del centro de la ciudad ha mostrado muchos paralelismos con nuestros ministerios internacionales en El Salvador: la misma opresión, pobreza, crimen y violencia; todos estos problemas existen sin importar la localización.

Nos gustaría volver a El Salvador una más vez para ver los proyectos agrícolas en los que estuvimos involucrados y visitar a los amigos que hicimos. Quisiéramos volver a visitar las siete escuelas públicas en donde conocimos profesores, estudiantes y miembros de la comunidad.

Nos ocupamos de los conflictos mediante la oración, la alabanza o el agradecimiento y nos apoyamos a través de nuestro pasaje bíblico favorito: “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:7)

Nuestra alegría más grande es nuestra fe y el tener una relación íntima con Dios que nos sostiene. Él nos permite difundir su palabra. Por otro lado, nuestra relación conyugal es feliz. La transformación es un proceso activo que continúa cambiándonos. Dios nos ayuda a ver a través de los planes que tiene para nosotros.

Conclusión. Su testimonio inquebrantable y su fe, fuerte y viva, unen a David y a Nancy en una relación con Dios y entre sí. Esto les permite confiar en lo que Dios les pone delante. Esta pareja es una roca sólida cuando se trata de servir tanto a su comunidad local como a la comunidad internacional de El Salvador. Cada vez que se comprometen con un proyecto, David y Nancy moverán el “sol y las estrellas” para cumplirlo. Finalmente, tantos proyectos no serían posibles sin la ayuda de los diversos grupos que han colaborado con David y Nancy.

¡Ellos son encantadores y llenos de energía! El mundo es en verdad un lugar mejor debido a ellos.

Para continuar el seguimiento del trabajo de la misión de David y de Nancy o para leer los archivos acerca de sus pasadas aventuras en El Salvador, visiten y lean su blog:

http://oslcslinde09.blogspot.com/

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