EL VIAJE DE CARMEN A TRAVES DE LA FRONTERA
Translation by Santiago Sanchez
Nota del Editor: Mi compañero y yo encontramos esta encantadora adolescente de voz suave hace dos años en un viaje a El Salvador. Se nos acercó después de que ella y su padre cruzaran nuestra frontera sur hace unos meses. Su intención era simplemente decirnos donde estaba y agradecernos el apoyo que le prestamos en el pasado. No tenía otros motivos ocultos. Mi primera pregunta fue: “¿ Estás a salvo?
Después de pasadas unas semanas, le preguntamos si estaría dispuesta a compartir su historia de inmigración con nosotros en nuestra página web. Nos dijo que estaría encantada de hacerlo. La prometimos el anonimato y que no publicaríamos fotos suyas.
El lenguaje es una barrera, y necesitábamos confiar en traductores de escritura en los dos lados así como llevarla a la casa de un miembro de su familia que habla inglés para que nos sirviera de traductor. Confiamos en que la información que nos proporcionó es verdadera y precisa.
Carmen (seudónimo) reconoció que su exitoso cruce fronterizo hacia los Estados Unidos se debió a una serie de “milagros”. Nos describió las muchas veces que ella y su padre estuvieron a punto de ser capturados o asesinados. Cada escalofriante episodio que ella nos describió vívidamente sonaba como una escena de película de acción que prefieres ver desarrollarse en la gran pantalla o en Netflix, ¡No vivir en la vida real!
Quiero enfatizar que sí, ella lo consiguió. ¡Pero muchos otros NO LO CONSIGUIERON!
Nuestra situación económica en El Salvador no era buena, luchábamos cada día por sobrevivir. Nuestra gran familia de tres generaciones vivía con mi abuela en una pequeña casa en una comunidad rural campesina. La casa estaba atestada. Tomamos la difícil decisión de dividir la familia para que un par de nosotros pudiera emigrar al norte para buscar nuevas posibilidades y oportunidades que mejoraran nuestra situación.
Sólo muy pocos familiares y amigos sabían de antemano que mi padre y yo estábamos planeando salir del país. Tener que decir adiós a mi madre, mis cinco hermanos, y dos hermanas fue muy duro para mi padre y para mi. Me temo que mi hermanita no me recordará. La familia me eligió para hacer el viaje porque soy mayor.
Toda la familia no podía hacer el viaje porque solo teníamos suficiente dinero para pagar los altos costos de contratar guías (coyotes) para dos de nosotros. Se suponía que el coste original era de $4,500 por persona. Toda nuestra extensa familia juntó sus recursos para pagar esta tarifa de casi $10,000.
Todo lo que pudimos llevar con nosotros para este viaje hacia el norte fue una muda de ropa, un par de zapatos, y unos pocos artículos de higiene personal como champú y jabón. Teníamos que ser capaces de movernos rápidamente cuando nos lo dijeran o permanecer en el mismo lugar cuando nos lo indicaran. En una ocasión tuvimos que permanecer confinados en una casa durante cinco días esperando a que se hicieran los siguientes arreglos para que nuestro grupo pudiera continuar el movimiento.
Al principio estábamos en un grupo de cinco viajando juntos . Nuestros teléfonos no funcionaban en Guatemala (diferentes tarjetas SIM), por lo que no había manera de comunicarnos con nuestras familias en casa para hacerles saber lo que pasaba con nosotros. Algunos días no tuvimos nada que comer; en una ocasión estuvimos dos días consecutivos sin comida.
Era de noche cuando cruzamos en barco [probablemente una balsa]el rio “Usumacinta” en la frontera entre Guatemala y México. Permanecimos entonces en una zona fronteriza de México. Pasamos un día en el desierto. Las condiciones en el desierto eran muy calurosas, muy pocos arboles para dar sombra, grava blanca y polvorienta, y muchas espinas.
La policía disparaba a los coches de los contrabandistas que viajaban rápido. Mi padre y yo íbamos en el ultimo coche que hacía el decimocuarto del grupo. Los otros trece coches fueron disparados y detenidos por la policía y los oficiales de inmigración que los perseguían. Mi padre y yo fuimos los únicos que nos dimos la vuelta a tiempo evitando ser capturados. No sabemos que les paso a los otros. Rezaba a Dios para que salvara nuestras vidas, y es un milagro estar vivos.
Distintos guías nos fueron asignados en diferentes puntos a lo largo del camino. Grupos más grandes se unirían a nosotros, y seríamos EMPAQUETADOS, sentados unos en las piernas de los otros en estos pequeños coches mientras viajábamos ¡a gran velocidad! a la siguiente ubicación. Siempre a casi 200 kilómetros por hora (124 mph). ¡Fue muy peligroso y extremadamente aterrador! [presumiblemente porque era necesario cumplir con los horarios].
Las carreteras en México eran muy malas, pero esta condición no hizo disminuir la velocidad a los conductores que seguían conduciendo como locos a 200 kilómetros por hora. El peligro sólo aumentó cuando nos obligaron a unirnos a un grupo de 92 personas, ancianos y niños incluidos, en una casa a medianoche; la casa estaba vigilada por los Zeta, el infame cartel de la droga conocido por sus tácticas crueles. La casa estaba rodeada por hombres portando armas largas con mucha munición. Amenazaron con disparar a cualquiera que no pagase su cuota de extorsión. Pasamos todo el día allí mientras nuestros guías negociaban nuestra liberación. En total pasamos siete días en México.
[NOTA: Lea nuestra historia de la madre de una joven que estaba migrando a los EE.UU., capturada y asesinada en un grupo similar por la banda de los Zeta en México.
https://www.embracingelsalvador.org/celia-marina-vasquez-luna-nicknamed-marinita/
Cuando finalmente llegamos a la frontera de los EE.UU en McAllen, Texas, a las 9 PM, el grupo de 92 fue dividido en grupos más pequeños, como de los que habíamos sido separados. Entonces volvimos otra vez con nuestro original grupo de cinco miembros. Caminamos y caminamos y caminamos hacia las luces de la ciudad. Los de inmigración nos recogieron y nos llevaron a una oficina donde nos dijeron que nos sentáramos en el suelo. Fuimos tratados malamente y nos dieron mala comida. Los otros tres miembros de nuestro grupo consiguieron los últimos tres asientos del autobús para dirigirse al avión de deportación inmediata.
Mi padre y yo continuábamos sentados en el suelo a la espera de nuestro destino. Por primera vez en este viaje, sentí que algo bueno iba a ocurrir por alguna razón. Otro autobús llegó y nos llevó a otra instalación más grande donde pasamos tres días. Las condiciones en este centro de detención eran como las de una cárcel. La comida consistía típicamente en un sándwich congelado, manzana, y agua. Dormíamos en el suelo de hormigón. Unas cuarenta personas por celda. Fuimos separados por sexos, así que no sabia donde estaba mi padre. Hacia mucho frio, y solo nos proporcionaron una manta de aluminio [Mylar]. Pero yo era una afortunada ya que otros estaban en la “sala fría” lo cual sonaba a inhumano. [No estamos seguros de a que se refería ella con la “sala fría” pero hemos oído esto antes de otros en otros centros de detención de inmigrantes. No estamos seguros si esto es usado como medida de castigo, acoso, degradación o qué?].
Sólo los oficiales hablaban español. Los guardias nos llamarían periódicamente por nuestros nombres para que nos presentásemos. Finalmente, en la tercera noche, un guardia me llamó a las 6 PM y me ordenó que cogiera mis cosas y le siguiera. Lo primero que hice fue tirar mi manta de aluminio [Mylar] a la basura! Le dije a ese guardia que necesitaba encontrar a mi padre, por eso él me llevó habitación por habitación en la sección de los hombres para buscarlo. Cuando lo encontré, descubrí que no había comido en los tres días que habíamos estado detenidos allí. Estaba muy deshidratado. [una vez más, no esta claro si su padre se negó a comer o si no se le ofreció comida.]
Los guardias nos pusieron en un autobús camino a la Iglesia Católica local, la cual nos proporcionó comida, ropa, zapatos, y una ducha. Pudimos llamar a nuestra familia que vive en los EE.UU. y ellos se las arreglaron para enviarnos un pasaje de autobús para llevarnos a su casa. Circulamos muchas, muchas horas hasta que llegamos allí sin comida y sin dinero para comprar comida en el camino incluso aunque el autobús parase periódicamente en las paradas de autobús con tiendas de oportunidades para llenar sus depósitos de combustible.
Hecho de menos mi familia y mis amigos. Estoy muy sola. No tengo amigos ni vida social. Esperaba aprender mejor inglés aquí en los EE.UU pero no pude pasar los test para estudiar en las clases de educación de adultos. Mi único miembro de la familia que vive aquí y que habla algo de inglés no vive cerca y esta muy ocupada con sus propios hijos, así que no puede enseñarme el suficiente inglés para hablar fluidamente. En el Salvador estuve estudiando salud en el programa de bachiller para ser enfermera. Me veo obligada a abandonar ese sueño para trabajar en un trabajo repetitivo seis días a la semana con solo los domingos libre. El único trabajo que pude encontrar.
Nuestro objetivo es regresar a El Salvador cuando ahorremos suficiente dinero para construir una casa para que nuestra familia pueda vivir mejor. También quiero poder ayudar a mi hermano a graduarse.
Estamos a salvo; vivimos entre familiares solícitos pero todavía en condiciones de hacinamiento ya que viven diez personas en esta casa. Tenemos papeles de las autoridades diciendo que no debemos preocuparnos de las autoridades de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) o la deportación. [Espero que la información que les dieron sea precisa; todavía no tienen un abogado. Lo cual me suena un poco demasiado optimista, y espero que no les estén dando una falsa sensación de seguridad. Sabemos por otros que han migrado que años y años de comparecencias judiciales con costosos abogados son la norma para aquellos que buscan asilo, y en todo ese tiempo las amenazas de ser cogidos por la ICE siguen siendo muy reales.]
Nos costó 18 días viajar desde El Salvador a los EE.UU. y fue terriblemente aterrador. Podríamos haber sido asesinados fácilmente en tantos puntos a lo largo del camino. Cuando llegamos literalmente estuvimos a tres personas de ser deportados de vuelta a El Salvador. Podría decir que mi padre y yo somos extremamente afortunados por haberlo conseguido. Pero fue algo más que suerte; prefiero centrarme en los milagros que nos salvaron a todo lo largo del camino en lugar de en los posibles peligros que podríamos haber experimentado. Siento que Dios nos protegió a lo largo de todo el camino.
Nota del Editor: Cuando se le pregunta si tomaría la decisión de volver a migrar o quedarse en El Salvador, Carmen responde rápidamente que se quedaría en El Salvador. Cada vez que hablamos con nuestros estudiantes adolescentes becados, siempre les desaconsejamos de tratar de migrar hacia el norte. Los Salvadoreños adultos muy a menudo nos dicen lo glamurosa que esa idea es presentada a los niños. “Mira estos zapatos y ropa de marca que llevo puesto. Estos cuestan $500. Tu puedes conseguirlos cuando vivas en los EE.UU.” Los niños viviendo en extrema pobreza son constantemente atraídos hacia un mundo de materialismo haciéndoles que quieran huir al norte. En la T.V. Americana ellos ven el estilo de vida que quieren vivir. (Y los que NO son reclutados o amenazados por las bandas que tienen una necesidad urgente de salir inmediatamente!) También ignoran las duras realidades del propio viaje. Creen que son invencibles. Algunos intentan hacer el viaje sin gastarse las exorbitantes cantidades que cuestan los coyotes. Típicamente no acaba bien para ellos, y sus familias nunca volverán a saber de ellos.
En su lugar tratamos de animar a nuestros estudiantes becados para que estudien duro, y desarrollen sus talentos para que mejoren la situación de su comunidad y país, y sean un regalo para sus familias permaneciendo en El Salvador.
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