Claudia Vega – Spanish

Translation by Profesora Espanol Jeanette Fogarty

<<Me veo como una indígena pipil y trato de continuar esas tradiciones a través del tejido.>>

Una nota del editor: Para rebobinar la cinta más de 80 años, recordemos una parte espantosa de la historia de El Salvador llamada matanza.  En pocas palabras, los terratenientes españoles que estaban ocupados expandiendo sus fincas y cultivos comerciales de índigo a café y cacao habían explotado y abusando de los campesinos que trabajaban para ellos durante décadas. Al principio a los campesinos todavía se les permitía cultivar para mantener a sus familias. Mientras la codicia de los españoles por la tierra y el lucro aumentaba, su trato hacia los campesinos se deterioraba a lo que equivalía a mano de obra contratada y NO permitía a los campesinos cultivar cultivos de subsistencia en sus tierras. Pronto, los indígenas maltratados fueron expulsados de la tierra y causaron disturbios civiles. Las condiciones estaban maduras para que los indios pipil en la parte occidental del país lideraran una revuelta – el levantamiento campesino del 22 de enero de 1932, llamada La Matanza. Tristemente, esto resultó en consecuencias trágicas para los pipiles, quienes no tuvieron ninguna oportunidad contra un militar mucho mejor armado que usó el incidente como una excusa para el etnocidio de básicamente toda la población indígena y su cultura.  Mientras los rebeldes mataron alrededor de 100 soldados, el ejército golpeó mucho más fuerte matando entre 10,000 a 40,000 mil campesinos. Cualquier persona con rasgos indios o que usara ropa de estilo indio se convirtió en un objetivo. Los pocos indígenas que lograron esconderse y sobrevivir abandonaron sus tradiciones y ropas rápidamente. En definitiva, perdieron su identidad al miedo.  (Si se desea más detalles, vea Matanza por Thomas P. Anderson.  Él hace conexiones fuertes con la guerra civil más reciente.)

Sabiendo que dos áreas pequeñas en el país permanecen donde todavía viven los descendientes de los indios pipiles,  queríamos entrevistar a alguien con abolengo pipil  antes de que ningún miembro sobreviva. Se cree que este grupo de indígenas desciende de los pueblos maya y nahuatl de tiempos pre-colombianos. Nuestro colaborador  organizó que esto sucediera en Panchimalco, ubicado en lo alto de una colina a las afueras de San Salvador. Los descendientes de los indios pipiles  se huyeron de aquí de los españoles durante el siglo XVI.  Algunos registros indican que el pueblo se asentó ya en el siglo XI.

Nací aquí en un pueblo indio Panchimalco, el primero de noviembre de 1945, and crecí en esta misma área. Esta estructura es ahora parte de la Casa de Cultura. Que preserva la culture pipil al mostrar artesanías y otras tradiciones de los indios pipiles.  (El área por la que caminamos al entrar en este bello patio  es un museo lleno de arte y  artículos que los pipiles habrían usado a diario, piezas de cerámica excavada, etc.)

Aunque ni mis padres ni nosotros, los niños, nunca aprendimos a hablar la lengua nahuatl, recuerdo que mi abuela la hablaba un poquito. Ésa es la que está arriba en el cartel, tejiendo como lo estoy haciendo aquí ahora.  Cuando tenía 2 años, mi madre me dejó porque se volvió a casar.  Tengo 4 hermanos – 2 varones y dos hermanas.

Claudia Vegas’s grandmother

Este es un pueblo muy humilde cuando estaba creciendo aquí. Había sólo unas pocas casas. Ahora está muy asentada. La mayoridad de la gente se gana la vida con la agricultura y el café.

Mis abuelos me crecieron.  Eran muy pobres, y necesitaba trabajar cuando tenía 6 años.  A la edad de ocho aprendí a llevar el agua y hornear pan para ayudar.  Cuando tenía 11 años, aprendí a tejer y hacer tejidos que nuestra gente siempre ha hecho.  Cuando el café estaba maduro, fui a ayudar a recoger los granos. En este lugar  estamos sentados es el lugar donde iba a la escuela cuando era niña. En ese momento era una casa pequeña con columnas de madera en vez de unas de hormigón. Mi abuela insistió en que yo asistiera a la escuela. Recuerdo que me dijo que si no me enviara, las autoridades vendrían y la encarcelarían. Me gustó  la escuela y fui a las clases hasta el tercer grado cuando tenía 7 años.  Pasé al  cuarto grado y le rogué a mi abuela que me permitiera continuar a la escuela, pero no tenía ningunos recursos para seguir adelante.

Me uní a un club llamado Hijas de María, que me gustó, pero a causa de las responsabilidades de mi trabajo tejido, tenía que dejar del grupo. Seguí asistiendo a la misa católica. (Nota: Los indios originales pipiles habían desarrollado un sistema social altamente organizado. Su religión se basaba en la interacción cósmica de las fuerzas naturales.  La mayoridad de los indios pipiles de hoy en día  en la América Central se alinea con la fe católica.)

Mi madre biológica murió cuando era joven.  La enterré. Yo era su primera hija y mi hermana, Katalina,  era su segunda.  Nuestros 2 hermanos murieron durante la guerra en 1981. Eran borrachos.  Alguien encontró uno de mis hermanos muerto al lado del camino. El otro murió en casa.

Mucha gente tenía miembros familiares que desaparecieron durante la guerra.  Hubo muchos combates en esta área. En la cima de la Montaña Cerro Chulo cerca de aquí es un lugar que llamamos Puerto del Diablo  (Devil’s Door.) A este tiempo durante los 1980, el apodo era <<Puerta del Diablo. >> Este era el lugar que el militar traía y descargaba cuerpos.  Supongo que lo usaron porque era un lugar quieto y remoto en lo alto de una colina. La sospecha local era que los militares trajeron  personas de otras partes del país, las mataron y los descargaron allí.  (Nota: Esta información está verificada en El Salvador Could Be Like That  por Joseph B. Frazier.  En página 30 él reporta que el trabajo de una persona era hacer un recuento de los muertos.  El número usual era 6 víctimas, pero su registro de un día fue 47. El escuadrón de la muerte echaría cuerpos del precipicio. Ellos aterrizarían unos cientos pies abajo, convirtiéndose en el problema de Panchimalco, un pueblo quieto indígena en la base del acantilado.) Ahora ha cambiado y es una vista impresionante donde los vendedores venden sus alimentos y los comerciantes venden sus artesanías.

Durante la guerra intentamos quedarnos dentro lo más posible. Mi abuelo nos trajo comida.  Había un horario límite a las 6 de la tarde.  Algunos días necesitaba hacer una caminata de 2 horas hacia Santiago Texacuango para comprar tela para hacer los tejidos.  Nunca usaba los caminos principales, sino atravesaba los campos y  caminos recónditos.

A la edad de 19 años me enamoré.  Él no era ningún hombre; era un hombre muy especial.  Era un músico que tocaba un saxófono en un conjunto de Santa Tecla.  Vivíamos juntos, y a la edad de 21, tuve mi primer hijo. Tuvimos 4 hijos – 3 varones y una hija.  Uno de nuestros hijos heredó el talento musical de su padre y también tocaba el saxófono.  Era un hijo muy bueno.  Pero murió durante la guerra.  Es muy doloroso decir esto.  Los soldados vinieron un día y tomaron  dos de nuestros hijos y los mataron. Solamente tenían 17 y 19 años.  Cinco otros jóvenes en nuestro pueblo fueron tomados el mismo día.  El ejército los acusó de hacer cosas que no habían hecho. Nunca hubo ninguna investigación de ninguna de sus muertes.  Me duele recordar esto porque fueron asesinados injustamente.

Perder a mis dos hijos y perder a mi abuela fueron los momentos más difíciles de mi vida. No tenía un lazo fuerte con mi propia madre porque no me crió así que perderla no fue tan difícil.

Tengo 4 nietos – dos varones y dos niñas.  Intento pasarles unas leyendas indígenas cuando las recuerdo.  Hay una sobre cuando desaparecen los animales como las gallinas, los aldeanos culpan al mono al ser culpable; los aldeanos van a encontrar al mono y le prenden fuego.


Claudia Vegas telling her story to Pastor Luis & Caroline Sheaffer

Me veo como una persona indígena pipil e intento seguir con las tradiciones del tejido por mi artesanía. Enseño a mis clases al centro 4 horas al día a los ambos adultos y a los niños. Gozo de enseñar y tengo mucha paciencia.  Empecé a enseñar aquí en 1978 para dar a mis hijos una educación.  Mi única hija es una costurera profesional, y mi hijo es barbero.

El director del centro me lleva junto con los grupos de baile a San Salvador y a otras provincias del país para demostrar el tejido a las exposiciones turísticas.  Levamos nuestros productos para vender.  Disfruto eso.

Mi vida consiste en mi trabajo. Eso es todo lo que he conocido.  Cuando me jubileo Supongo que pasaré más tiempo con mi familia.

Una nota del editor: A este punto en nuestra entrevista estamos rodeadas de mujeres que se ven agitadas visibles. Le pedimos a nuestro traductor que averigüe qué está mal.  Parece que han estado esperando que la clase de tejido de Claudia comience por 30 minutos.  Manejaron 1 ½ horas para asistir a la clase.  Nos disculpamos por el conflicto de programación y nos retiramos rápidamente.

Intentaremos volver a este pueblecito pintoresco para su iglesia en estilo colonial (más de 200 años de edad) que de una manera nos perdimos por completo. La ciudad  es conocida también  por sus celebraciones espléndidas alrededor de su patrón, el primero de mayo, y alrededor de la Pascua cuando la gente adorna con las palmas floridas y se viste con tela tejido a mano tradicional y observa unas costumbres tradicionales.  Sí, necesitamos volver.  


Claudia’s students eagerly await her instruction

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