Francisco Enrique Viera Ramos – Spanish

FRANCISCO ENRIQUE VIERA RAMOS (APODADO KIKI)

Translation by Juan Escobar

“Solo lo hacemos (alimentar a los desamparados) porque lo vemos como un ministerio de ayuda para las personas en necesidad”.

 

 

Nota del editor. Unos amigos nuestros nos invitaron a unirnos al ministerio de Kiki para ayudar a preparar comida y repartirla durante la noche en el centro de San Salvador. Kiki fue lo bastante flexible incluso para cambiar la noche de la semana en la que él normalmente se dedica a realizar esta actividad, con tal de acomodar nuestro horario. Sin embargo, lo primero que queríamos oír era cómo Kiki se involucró en este ministerio.

Sin ayuda, Kiki ha asumido la misión de alimentar a una parte de los desamparados de la ciudad, yendo a zonas que las iglesias no pueden servir o a las que no van durante la noche. No enteramos de que, a pesar de estar actualmente desempleado, él sigue profundamente comprometido en comprar personalmente los ingredientes y preparar alimentos nutritivos para aquellos que, de otra manera, no tendrían ninguno. Kiki señaló que su dedicación por alimentar a los desamparados fue también una causa que contribuyó al rompimiento de su matrimonio.

Kiki tiene un buen equipo de apoyo que lo ayuda a llevar a cabo su ministerio. Esta noche, junto con varios de sus amigos y vecinos de mayor experiencia, vamos a ayudarlo con sus tareas. Él nos ofrece un entrenamiento sobre-la-marcha para nosotros los “novatos”.

 

Hace siete años, fui testigo de cómo una madre cavaba en la basura para buscar alimentos. Ese momento fue una epifanía: mi momento de “revelación” que definiría que debía hacer algo por los desamparados. Tan pronto como volví a casa, le pregunté a Nelson, un pariente que vive aquí, qué podríamos hacer para abordar esta situación. Él también se sintió motivado y, así, los dos nos comprometimos a preparar, desde cero, alimentos calientes y nutritivos y llevarlos a la ciudad en las cajuelas de nuestros coches para distribuirlos entre los desamparados.

Se podría decir que yo soy el cocinero principal y que Nelson es el cocinero auxiliar. Llamamos a nuestro proyecto “Cometee”, por el vecindario en el que vivimos. Intentamos seguir el ejemplo de monseñor Romero de servir a los pobres. Cuando los vecinos preguntan cómo pueden ayudar en esta tarea, les sugerimos que compren tazas o platos (esta noche, una vecina preparaba 100 tortillas frescas como complemento para esa comida que olía deliciosa). En otras ocasiones, cuando sus horarios lo permiten, algunos parientes vienen a ayudar. Otros amigos de los Estados Unidos, como los del grupo de instalación de paneles solares de Indiana, vienen a ayudarnos cuando se encuentran en el país.

Esta actividad no es parte de un programa de la iglesia; lo hacemos porque vemos la necesidad. Nacimos para ser personas compasivas. Algunas de las iglesias también sirven comidas a los desamparados, pero lo hacen por exhibirse y para llevarse el crédito. Nosotros solo lo hacemos porque lo vemos como un ministerio de ayuda para las personas en necesidad. Solamente pocas personas de nuestro vecindario están enteradas de nuestras actividades y eso es lo que preferimos. Realmente no sabemos cómo funcionan los albergues en San Salvador; todo lo que sabemos es que hay muchas personas que viven en las calles.

Generalmente, entregamos comidas el domingo, porque las iglesias no lo hacen ese de día. Acostumbramos a ir a los mismos tres o cuatro lugares principales, mientras buscamos otros durante el trayecto. Nuestra meta es ofrecer una comida substancial, caliente y recién preparada. Otros grupos proporcionan solamente café y pan. Esta noche, estamos preparando una base de tomate y arroz rellena de muchos vegetales. Nos gustaría agregar carne, pero no tenemos suficiente dinero en esta ocasión. A la gente le encanta nuestras comidas y establecemos relaciones de amistad con algunos de los “clientes” regulares (en algunas ocasiones, hemos atrapado a alguna persona que ya come su comida, pero que luego corre calle abajo para cambiarse rápidamente de ropa y que después regresa para recibir una segunda comida con la esperanza de que no lo reconozcamos con diferente indumentaria). Cuando la cantidad de comida comienza a disminuir, reducimos el tamaño de las porciones para así poder servir a más bocas. Muchas veces, Dios provee misteriosamente, estirando la cantidad.

 

Nacido como hijo único en La Unión, al sudeste del país, me trasladé a San Miguel. Mi madre se fue y mi padre me crió hasta que tuve diez u once años de edad. Después, me crié por mí mismo hasta que me uní a la resistencia del FMLN a la edad 14 años, durante la guerra. Se podría decir que yo era uno de los niños soldados de la guerra. Mi unidad era como una familia para mí. Durante el conflicto, aprendí a ser muy organizado y a hacer cosas buenas. Conocí a grandes personas, incluyendo a mi ex padrastro, que ahora es como un hermano y que me ofrece excelente consejos (yo tenía diecinueve años cuando mi papá falleció).

Soy un ex combatiente del FMLN de la guerra civil; serví en San Miguel como comando que entregaba mensajes. Nunca fui herido durante la guerra. Creo que Dios me protegía para que luego pudiera llevar a cabo el ministerio de alimento al que ahora me dedico. Después de que los acuerdos de paz fueron firmados, fui coordinador o voluntario de la juventud y daba discursos para instruir al FMLN, basado en Historia. Reuníamos dinero vendiendo camisetas para realizar las actividades de la juventud.

 

Por diez años, después del terremoto de 2001, trabajé en el ayuntamiento de la ciudad en Santa Tecla. Después, me fracturé el hombro como resultado de un accidente de motocicleta; quedé discapacitado. El gerente de mi trabajo utilizó mi incapacidad como excusa para despedirme y contrató a uno de sus parientes para sustituirme. Esa es una política de empleo ilegal y todavía estoy luchando para ser reincorporado.

Alguna vez estuve casado, pero mi esposa no aprobaba ni participaba en el programa de alimentación para desamparados. Ese era un punto de discusión dentro de nuestro matrimonio. No me he vuelto a casar y no tengo hijos. Hay un muchacho que es como un hijo para mí. Él es el hijo de una antigua novia. Tenemos una fuerte conexión entre los dos.

Cuando estamos fuera en las calles, tarde en la noche, siempre está presente el potencial para que ocurran situaciones peligrosas. Muchas clases de personas viven en las calles: algunos son traficantes, algunos son enfermos mentales o alcohólicos, otros están físicamente enfermos con VIH/SIDA. Otras personas son ancianos o familias jóvenes sin un lugar a donde ir. Somos muy cuidadosos. Sin embrago, la mayor parte de la gente nos conoce y nos respeta. Uno que otro habla inglés porque alguna vez vivió en los EE. UU.

Servir a los necesitados cara a cara es la manera cómo preferimos ayudar a la gente. Mi sueño es dirigir nuestro propio albergue y ofrecer servicios bien organizados para los desamparados. Nelson es profesor y, actualmente, es el proveedor financiero principal de este esfuerzo ahora. Espero recuperar mi trabajo pronto y ser un proveedor en iguales condiciones. Actualmente, tengo 40 años de edad y espero continuar con este ministerio, mientras sea posible.

 

Nota del editor. Podríamos haber hablado con Kiki por más tiempo, pero respetamos su horario de compras en la tienda de comestibles y de preparación de la comida. Nuestro grupo de ocho personas ayudó a Kiki en todo lo que él nos pidió, ya sea picando los vegetales, revolviendo la cacerola, mezclando el té, recogiendo productos de papel y las tortillas de la vecina o cargando las cajuelas de los vehículos. Kiki se enfocó muy poco en su propia historia y más bien lo hizo en las necesidades de aquellas personas con hambre que aún no han sido ayudadas dentro de su comunidad.

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