Lucy De Acevedo – Spanish

“Todavía le doy gracias a Dios porque tenemos un cierre definitivo”

Nota del editor: El desenlacede la historia del hermano de Lucy es diametralmente opuesto al del caso del hijo de Anna Díaz y sin embargo, las dos participan activamente en Cofamide [Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos], la organización que se dedica a apoyar a las familias de migrantes en toda Centroamérica.  Este grupo está íntimamente asociado con CARECEN [Centro de Recursos Centroamericanos] que también asiste con las necesidades de los migrantes y sus familias.

Desafortunadamente, la historia de Lucy no termina con la recuperación del cuerpo de su hermano.  Su familia y ella continúan viviendo con miedo.

 Imagínense formar parte de una constelación familiar de, sí, diecinueve niños.  Yo nací el 29 de abril de 1972.  Cuando nuestra madre tenía 74 años, estaba bastante enferma con diabetes y no podía comprar las medicinas que necesitaba para estabilizar su salud.

Como es muy común en nuestro país, la persona más joven, la menos apegada y la más fuerte físicamente de la familia es a la que se le anima a que haga el viaje al norte para que busque oportunidades de trabajo y así poder ayudar a que la familia pague sus necesidades.  No hay muchas opciones económicas en nuestro país.

En el caso de nuestra familia, esto significaba que el hermano más joven, José Salomón (al que llamábamos “Ononchito”) Contreras, era el que tenía que ir.  Solomón era un pescador en Olomega, La Unión, a lo largo de la costa del Pacífico, y sus ingresos eran esporádicos y dependían de la estación del año.  El trabajo de pescador es impredecible.  Algunos días uno pesca algo decente que proporcionaba dinero y otros días no se pesca nada.

Lo que nos motivó a mandar a mi Solomón al norte era mejorar la salud de nuestra madre. Su salud estaba en peligro.  Podíamos ver como se deterioraba.  También teníamos la esperanza de poder darle una casita para que viviera mejor.  La familia contrató a un “coyote,” un guía con experiencia, para que guiara a Solomón, junto a otros, a través del territorio con el objetivo de llegar a los Estados Unidos y encontrar un trabajo.  Solomón se marchó el 5 de junio del año 2000.  Tenía 19 años cuando se marchó de casa.

Durante ese tiempo mi madre estaba muy preocupada y con razón.  La trajimos a San Salvador con nosotros para que no se quedara sola durante un tiempo de tanto estrés y preocupación.  Teníamos miedo de que si escuchaba alguna noticia mala pensara que algo no andaba bien con Solomón así que decidimos desconectar su televisor para que no pudiera ver las noticias.

El coyote nos dijo que recibiríamos una llamada unos 15 días después de la partida de mi hermano.  El viaje llevaba aproximadamente 15 días.  El 1 de julio sonó el teléfono y como era alrededor de las tres semanas yo asumí que la llamada significaba que eran buenas noticias y que Solomón había llegado a Estados Unidos.  Puse el altavoz de manos libres para que mi madre pudiera escuchar la voz de la persona que creía que iba a ser Solomón.  Aquella fue una decisión terrible.

La voz era de la hermana de otra persona que había viajado con el grupo del mismo coyote.  Nunca me voy a olvidar de sus palabras. “Lucy, han matado a Solomón.”  Cogí el teléfono y lo tiré inmediatamente al suelo rompiéndolo en pedazos junto con el corazón de mi madre que se había puesto histérica.  Habían matado a mi hermano el sábado y nosotros recibimos la noticia el martes.  Más tarde, el artículo del periódico dijo que habían matado a tres salvadoreños en Tapachula una ciudad en Chiapas, México*.  Las otras dos víctimas salvadoreñas eran el guía y la novia de uno de los miembros del grupo.  Según las evidencias, parecía que había sido un típico crimen de los cárteles de drogas.  Tengo fotografías que muestran claramente que mi hermano había sido torturado antes de que lo mataran.  Tenía la cara destrozada. [* Chiapas es el estado más al sur de México en la frontera con Guatemala.  Tapachula es una ciudad situada al sur del estado de Chiapas.]

Llevé documentos y copias de las huellas digitales de Solomón a la embajada mexicana y así pude verificar su identidad.  Nuestra familia, por supuesto, quería que nos devolvieran el cuerpo para enterrarlo.  Fui a la embajada y al ministro de asuntos exteriores para pedir el permiso, pero me dijeron que ya habían enterrado a las víctimas en una fosa común.  Cuando pedí permiso para exhumar su cuerpo me dijeron una cifra que me era imposible pagar- 28.000 colones, aproximadamente 3.200 dólares.  Me preguntaba cómo iba a poder pagar una cantidad así. Por lo tanto, fui a CARECEN [Centro de Recursos Centroamericanos], una ONG que trabaja con temas de migración y me dijeron que ellos podían pagar la mitad del costo, pero que la otra mitad era responsabilidad de la familia.  CARECEN también ayuda a pagar el transporte de miembros de las familias que no pueden recuperar el cuerpo para que visiten la tumba de sus seres queridos.  El crimen de mi hermano fue uno de los primeros que fueron resueltos por  Cofamide/CARECEN.

No se puede expresar lo que todo esto supuso para mi madre. El dolor de una madre es el dolor de un corazón roto.  Uno de mis hermanos que es ahora ciudadano norteamericano arregló los papeles necesarios para llevar a mi madre a Estados Unidos y que viviera en paz con él.  Esto no ha curado la herida emocional que produjo la muerte de Solomón. Recientemente fue el onceavo aniversario de su muerte y tuvieron que hospitalizarla porque estaba teniendo problemas emocionales.

Cofamide es de gran ayuda para mí y para muchas otras familias. Me alegro de estar trabajando para ellos.  En el caso de Solomón, aunque el final ha sido tan terrible y devastador, todavía le doy gracias a Dios por tenemos un cierre definitivo; tenemos un cuerpo y una tumba.  Hay tantas familias cuyos seres queridos han desaparecido y que no saben nada de ellos.  Todavía están esperando una respuesta, un final, encontrar la paz.

Le debo mi gratitud al apoyo de organizaciones como Cofamide y CARECEN.  No sé cómo una persona podría navegar a través de todos los pasos necesarios en situaciones como está sin la guía y la red de apoyo que estas organizaciones ofrecen a las familias en momentos de tanta ansiedad emocional.  También estoy agradecida de que tengamos un lugar seguro donde podemos llevar a cabo las entrevistas.  Muchas familias no se atreven siquiera a reportar la desaparición de un ser querido.

La inseguridad con la que vivimos en este país  es la parte más difícil de vivir en El Salvador.  Mi madre me ha pedido que me vaya a Estados Unidos con ella, pero mi esposo y cuatro hijas viven en El Salvador.  Sería mucho más difícil marcharse ahora.  Vivimos constantemente con la ansiedad de tener a las maras moviéndose por todo el país.  Mis hijas son vulnerables y las he sacado de la escuela pública por culpa del peligro.

Aunque he perdido mi esperanza por El Salvador, todavía espero que las cosas cambien.  El Salvador es un país tan hermoso y tan lleno de muy gente buena.

Nota del editor: ¿Quién sabe la cantidad de factores que contribuyen a que miles de migrantes de toda Centroamérica migren hacia el norte con tanto fervor? Desesperación, seguro. A parte de las ventajas económicas que van buscando, hay muchos que dicen que hay mucha gente que no ha logrado recuperarse del efecto de desastres naturales como el Huracán Mitch y otros más recientes que causan aún más pobreza. Muchas predicciones indican que estas tormentas continúan destruyendo y que, de hecho, van a ocurrir todavía más a menudo debido al cambio climático.  Mientras tanto, parece que los cárteles de droga a lo largo del camino hacia el norte constantemente usan el secuestro y el robo como métodos para beneficiarse y no se les pueda reportar a las autoridades ni pedir justicia.

Contributions

    Afflicted with Hope / embracingelsalvador.org is one of many outreach ministries at
    Saint Stephen Evangelical Lutheran Church (ELCA)
    30 West Main Street, PO Box 266
    New Kingstown, PA 17072

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